Desde que Tito Horford vistió la camiseta de Milwaukee Bucks, los dominicanos amantes del baloncesto creímos en la factibilidad de establecer nuestros jugadores de baloncesto en la NBA. Años antes, los intentos de Hugo Cabrera en colocarse la camiseta de los Knicks de New York no resultaron, creando la equivocada percepción de que los talentos del patio tenían en el escenario de los juegos panamericanos y centroamericanos, el único nivel de competición con resultados favorables.
La llegada de Al Horford a la gran carpa del deporte del aro y el balón, desde su exitoso desempeño en la NCAA, comenzaba a señalar en Atlanta hasta el legendario equipo de Boston, las condiciones de un jugador de conjunto y con un enorme sentido de equipo que lo llevaría a la titularidad en el quinteto y liderazgo entre sus compañeros.
Puede leer: Apostando a la insatisfacción
Ahora, con una fanaticada entusiasmada por obtener el anillo de campeón, Al Horford trasciende los límites de la cancha, colocándose como referente de lo bien hecho y alcanzando metas inimaginables. Por eso, la algarabía y deseos para que su ejemplo sirva de estímulo a un altísimo porcentaje de jóvenes con destrezas y condiciones excepcionales, que lo único pendiente es darle la gran oportunidad. Aquí, en los barrios y nuestros clubes tenemos potenciales talentos esperando la mano solidaria, capaz de sacarlos de los ambientes contaminados, haciéndolos hombres y mujeres de bien. Y el deporte, en cualquiera de sus manifestaciones sirve de muro de contención que saca de los riesgosos ambientes a un porcentaje considerable de futuras estrellas del deporte.
Gozar los rebotes de Al Horford, sus pases y los certeros tiros de tres constituyen el punto de referencia para también dimensionar su hombría de bien, contrariando posturas altaneras que dañan la buena imagen de atletas de alto rendimiento, siempre confundidos en creerse que los tiempos de gloria serán eternos.
Felicidades Al, dentro y fuera de la cancha. La victoria de Boston es también el triunfo de la dedicación y a 17 años demostrando condiciones en una NBA llena de jugadores con una versatilidad exquisita. Sin importar el lugar dónde residas, en el corazón de todos los fanáticos del basket y amantes de los Celtics de Boston, el desempeño de Al representa la mejor manera de probar que los nuestros pueden. Enhorabuena, Al Horford, un modelo del deporte que todos debemos levantar como símbolo de estímulo a una nueva generación que, próximamente, será capaz de relevarlo y seguir produciendo las futuras estrellas de la NBA.