Existe un vacío real en materia de recaudaciones en República Dominicana a partir de un atraso institucional que mantiene la aplicación de tributos en desajuste con permisividad a la evasión al tiempo de generar inequidad.
Así como un sector de contribuyentes aporta muy poco o nada al fisco por sacarle el cuerpo a obligaciones impositivas o estar exentos improductivamente para la nación, otros de bajos ingresos personales y empresariales que agregan volumen a la economía son perjudicados por el peso de la acción tributaria que mina su rentabilidad. Muy alta la proporción de gravámenes sobre el consumo.
En modo alguno procede debatir aisladamente la creación de nuevas tasas en vez de concentrarse en examinar gastos e ingresos estatales al mismo tiempo para evitar decisiones aisladas. Conviene tenerlos en amplia relación.
Los gobiernos anteriores huían de vincular su manejo de recursos con los actos de gravar. Retrasaban discutir formalmente con todas las partes interesadas y potencialmente afectadas para establecer la idoneidad moral y administrativa de quienes rigen al Estado y garantizar a la sociedad que los recursos que provienen de sus contribuciones dejan de estar expuestos a la rapiña que hace ricos a una minoría a costa de restarle calidad a los servicios públicos. Dar para recibir es el plano al que debe llegarse acordando nuevas reglas de juego equitativas y de permanencia.
Depender de la compasión
En materia de salud en este país el desamparo genera continuamente apelaciones a la caridad, del Estado y de particulares. La forma en que se extiende la afiliación subsidiada al Senasa, de limitado acceso a los auxilios médicos privados, no evitaría para lo inmediato que la gente pobre y de clase media baja tenga que suplicar ayuda públicamente ante enfermedades catastróficas que condenan a sufrir y morir si no hay dinero.
La gravedad de dolencias que obligan a ser rico para sobrevivir genera exhibiciones mediáticas de mendicidad a falta de respuestas institucionales de plenitud en reconocimiento al carácter fundamental del derecho a la salud. Que la posibilidad de vencer quebrantos no deje fuera a nadie gracias a mecanismos de atención receptivos las 24 horas, abiertos a todo el mundo.