GERMÁN MARTE
La sociedad dominicana en su conjunto debe reaccionar -antes de que sea demasiado tarde- frente a la ignominiosa presencia en nuestro territorio de cientos de soldados norteamericanos en supuestas labores humanitarias, porque se trata de una afrenta a la soberanía de un pueblo que ha sabido y sabrá luchar con gallardía por la libertad.
Quienes defienden la presencia de tropas extranjeras en nuestro territorio pretenden hacernos creer que los soldados yankis sólo vienen a construir escuelas y consultorios médicos en la región Sur. La propaganda oficial sostiene que los norteamericanos han venido a Barahona para ofrecer asistencia médico-dental y obras de ingeniería civil; quieren hacernos creer que esos soldados son tan buenos que hasta los perros, los burros y las iguanas de la empobrecida región Sur se beneficiarán de su caritativa misión.
Pero no es así. Resulta que esos mismos soldados -que vienen supuestamente a ayudar a los dominicanos- no fueron, ni han sido capaces de ayudar a miles de estadounidenses negros y pobres que aún son víctimas del huracán Katrina, en Nueva Orleáns.
Las autoridades mienten sobre el tema, y una muestra de ésto son las contradicciones entre el jefe del Ejército Nacional, José Ricardo Fernández, y el secretario de las Fuerzas Armadas, Sigfrido Pared Pérez, en torno a los inquietantes vuelos nocturnos de los helicópteros estadounidenses que impiden el sueño de los pueblos del Suroeste y generan preocupación en el seno del propio Ejército dominicano.
Hay que ser políticamente muy ingenuo para tragarse el cuento de que el mismo Ejército, que en al menos dos ocasiones ha invadido la patria de Duarte, viene ahora con fines filantrópicos y no de dominio. ¿Desde cuándo se necesitan tanques de guerra, ametralladoras, helicópteros, misiles y otros materiales bélicos, para construir un par de escuelitas y dos consultorios médicos? Si en verdad quieren ayudar, ¿por qué envían militares y no un contingente de profesores o técnicos en agricultura y ganadería?
La verdad verdadera es que el objetivo de estas tropas en Barahona es incrementar la presencia militar norteamericana en el Caribe. Es parte de su estrategia para controlar militarmente la región. Para entender ésto no hay que ser estratega militar.
La presencia de militares norteamericanos en nuestro suelo es un hecho bochornoso en si mismo, contra el cual deben pronunciarse todos los dominicanos con sentimientos patrióticos. Pero también es un grave peligro para nuestra soberanía y la de los pueblos hermanos como los de Cuba, Haití y Venezuela. Sobre todo el primero y el último.
Los soldados norteamericanos acantonados en Barahona vienen a sumarse a un amplio despliegue militar en la zona que incluye a Colombia, Paraguay y El Salvador. Bajo la falsa excusa de ayuda humanitaria, los norteamericanos también han emplazado tropas en Honduras, El Salvador y Perú.
Se trata pues, de incrementar su presencia en la región, precisamente en momentos en que los pueblos latinoamericanos buscan su propio destino y algunos están saliendo del control que siempre ha querido imponerles la Casa Blanca, tales son los casos de Venezuela con Chávez y su revolución bolivariana, que junto a Cuba y su ya legendario comandante Fidel Castro hacen dúo dinámico que marca el paso en la región. Ahí están los casos de Bolivia, Argentina, Chile, Brasil, y además se vislumbra el triunfo de Ollanta Humala en Perú. Además, la victoria de René Préval en Haití.
El imperio del norte está preocupado porque está claro que Latinoamérica busca un nuevo sendero, un nuevo camino lleno de esperanzas, pues el modelo impuesto hasta ahora sólo ha servido para sumir a nuestros pueblos en la miseria, pues hasta los organismos internacionales reconocen que a pesar del crecimiento económico registrado en las últimas décadas, también se incrementó la pobreza en la región.
De modo, pues, que la presencia de soldados estadounidenses en territorio dominicano no augura nada bueno. Se trata de una invasión solapada, una violación a nuestra soberanía y una seria amenaza para toda la región, especialmente para Cuba y Venezuela. Alcemos nuestras voces ahora y gritemos junto al poeta Abelardo Vicioso: ¡Yanqui, vuelve a tu casa!.