El pensamiento del P. José Luis Alemán no fue sistemático y tampoco su descubrimiento del modus operandi del pueblo dominicano.
No obstante, ese hombre para todos los tiempos, luego de haber descubierto los principales patrones de comportamiento que predominan en la nación dominicana, adoptó tres axiomas que en lo sucesivo influenciaron la perspectiva crítica a partir de la cual aborda cinco desafíos fundamentales de dicho pueblo.
Axiomas de su pensamiento crítico
a. Primer axioma, como quien dice en los linderos de la metodología marxista: no se puede entender una sociedad, cualquiera que esta sea, sin reconocer y explicar económicamente el funcionamiento de su estructura productiva y organizacional.
Ahora bien, conocedor del pensamiento sobre el burgués del sociólogo y economista Werner Sombart, e impulsado por el economista Joseph A. Schumpeter con su teoría del capitalismo como destrucción – constructiva, Alemán asume como propio un segundo axioma:
b. La tecnología y la estructura económica que le corresponde no bastan de ninguna manera para entender la dimensión socio-institucional de la existencia humana y por eso el homus oeconomicus hay que comprenderlo y explicarlo en función de las instituciones que lo sustentan.
c. Responder la pregunta, ¿qué explica entonces esa dimensión institucional y cuál es su significado?, conduce al tercer axioma crítico: a saber, la mejor explicación del buen ordenamiento, funcionamiento, progreso y bienestar de cualquier civilización humana viene dada por el sistema cultural que resulta de la interacción de sujetos humanos, su medio ambiente e instituciones.
Provisto de esos tres axiomas críticos, Alemán pudo concluir que los cambios más significativos suelen darse en asuntos no económicos y por eso llega a entronizar sobre el tapete la cuestión –filosófica– del sentido último de las cosas.
“El sentido de la vida, de la compasión y de la muerte no se suprime por una mayor corrección en las relaciones económicas; probablemente su necesidad hasta apriete más ahora que otras necesidades materiales se solucionen con mayor facilidad pero con menor ilusión”.
Es en ese contexto que aborda los grandes desafíos de la sociedad dominicana en la que él convivió. De entre todos, privilegio a seguidas solamente cinco.
Desafíos del presente dominicano
1º Economía. Avanzada la segunda mitad del siglo XX, existía ya un modo (a no confundir con modelo) dominicano de hacer economía. Según Alemán, el desafío consiste en modificar las modalidades económicas dominicanas en base a reglas y regulaciones globales, con el respaldo de acuerdos y pactos regionales e internacionales, y el “faire play” con actores de otras latitudes y culturas.
Claro está, considera que a la República Dominicana, en medio de prácticas monopólicas y de carteles económicos aupados y resguardados por vínculos familiares y solapado proteccionismo, le tomará más tiempo del usual para pasar de una sociedad montonera a una de libre mercado e irrestricto respeto y dominio de la ley. En particular porque al poder ejercido desde arriba por familias tradicionales, nuevos ricos y políticos con propósitos empresariales, se añade un nivel de pobreza que estimula el clientelismo y su principal efecto, la inercia social.
2º Gobiernos. Indiscutible herencia del pasado, los sucesivos gobiernos dominicanos incurren en el “error fatal” de abandonar su papel de árbitro activo e imparcial entre los diferentes grupos que conforma la sociedad dominicana. Los gobernantes se articulan, por no decir confabulan, con empresarios particulares y grupos empresariales que logran así una excesiva concentración de poder y que los hace prácticamente invulnerables.
En ese contexto, valoró la fructífera iniciativa y el nada ostentoso empuje de un Víctor Espaillat, ejemplo viviente en el grupo del Cibao de un “decididor” medieval, y la advertencia de José Luis Corripio en el sentido de que los empresarios criollos no parecían identificados con la nación dominicana.
3º Haití y medio ambiente. A largo plazo, el principal desafío que enfrenta la nación dominicana proviene del hecho de compartir un territorio isleño relativamente pequeño con otra nación, contando ambas naciones con una alta densidad demográfica y con diversos grados de desarrollo y cultura. En ese contexto emerge la cuestión medio ambiental: no cuenta con suficientes recursos naturales renovables que la amparen de grandes catástrofes ambientales, como la desertificación, la falta de agua, las pérdidas de litoral y de suelo arable.
Y tan acuciante como la dimensión medioambiental, resulta ser el desarrollo haitiano como condicionante del dominicano. Cabe advertir que a este propósito, el padre Alemán no titubeó al expresar que Haití no solo operaría a mediano plazo de modo neutral en el desarrollo de la República Dominicana, sino que incluso podría terminar siendo un factor positivo para el mismo.
4º Sociedad excluyente. La historia dominicana llega a un presente matizado por las exclusiones de haitianos, de jóvenes dominicanos y de “pobres”.
La exclusión de los haitianos no significa necesariamente que no puedan recibir servicios públicos y hasta privados o que no puedan trabajar para quien mejor les pague. Significa eso sí que, sobreexplotados con la complicidad de muchos nacionales de ambos países, aún falta bastante para que llegue a creerse algún día que en el lado oriental de la frontera ser dominicano no signifique ser antihaitiano y que ser haitiano deje de equivaler a no ser dominicano.
Coqueteando con el estado de anomia descrita por Durkheim, en medio de un ambiente de impotencia y con padres que emigrados del campo a la ciudad no sabían cómo educar adecuadamente a sus hijos, la juventud ignora cómo sobrevivir en medio de una sociedad a la que no están integrados y con la que no se sienten identificados.
Ahora bien, adentrándose en el fondo de la cuestión, Alemán descubre que de hecho, aunque no de derecho, la marginación asentada en la pobreza viene asociada de manera reiterativa a lo largo de la historia social dominicana con la exclusión racial. Ser pobre y ser negro se funden predominantemente en una sola realidad. Principalmente, en los barrios y asentamientos marginados, repletos de gente pobre y “de color”, en contraste con los ensanches ricos con su “gente blanca” ocupando las posiciones cimeras del mercado de trabajo.
5º Cohesión social. Cualquier contrapunteo entre el ayer y el hoy dominicano pone en evidencia que se ha perdido la cohesión constitutiva de la nación dominicana. Consumismo, individualismo, corrupción, violación de leyes y reglamentos, impunidad y otros tantos síntomas agudizan la extrema desigualdad social que adversa que podamos reconocernos como “Nosotros”.
Pero, al igual que el proyecto de unión en Europa depende de la construcción de un sentido explícito de pertenencia europea, so pena de que la población deje de soportar el peso burocrático y regulatorio salido de Bruselas y de Estrasburgo, la vida social dominicana deviene insostenible sin el debido sentido de un Nosotros dominicano.
El presente como amenaza no es más que ese Nosotros a la deriva y sin sentido de pertenencia patria. Esa amenaza se hace presente con fuerza hoy día, es decir, en medio de una sociedad que tan solo a escasos años de la muerte del sacerdote jesuita José Luis Alemán supuestamente progresa sin aparente rumbo ni sentido de nación.