En mi artículo anterior anuncié que este sería el cierre de mi análisis de esta obra del abogado y escritor Bolívar Ureña. En las dos anteriores entregas, concentré la atención principalmente en las virtudes de la obra. En este hablaré de sus caídas o deficiencias.
Esas observaciones servirán al autor para mejorar su próxima publicación. Veamos.
Obviar las citas de reconocidos autores
Algo que notamos al entrar en la lectura de la novela de Bolívar Ureña es que cae en una tentación muy frecuente en los narradores nobeles: emplear vocablos y frases muy eruditas con fines de impresionar al lector.
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Tal vez esto se deba a que el ego de Ureña como escritor novato busque satisfacer el deseo de mostrar sus finas lecturas, gran conocimiento. Para ello, usa frecuentes frases de notables autores y libros. Obviamente, son expresiones elegantes, profundas, que deleitan al lector. Sin embargo, le impiden concentrarse en los sucesos, diálogos, personajes y ambientes de la obra.
La mayor parte de las veces estas citas resultan innecesarias, porque sin ellas la historia funciona con la eficiencia emocional requerida. Además, Ureña maneja muy bien la escritura poética, de forma conmovedora, electrizante, apasionada, humorística. Por ello, no necesita vestir su novela con esos trajes verbales ajenos.
Además, esas citas quitan al autor la oportunidad de mostrar su propio talento en la elaboración de frases, reflexiones, giros, en los que exprese sus capacidades narrativas y hondura de pensamiento al servicio directo de la historia contada. Es lo que vemos en narradores como Hugo, Faulkner, Bosch, quienes emplean pensamientos en los que queda retratado el filósofo que hay en todo verdadero gran escritor.
Mejorar el manejo de la lengua
El autor muestra que posee talento para convertirse en un gran novelista, y darle a la literatura dominicana piezas inolvidables, de trascendencia dentro de nuestras letras, y tal vez de hasta de Latinoamérica.
Sin embargo, debe trabajar arduamente para superar defectos notables a lo largo de su narración. Se notan, por ejemplo, deficiencias en el manejo de la lengua, construcciones fallidas e impropiedades dignas de ser corregidas.
Ello indica que para crecer y avanzar en el oficio escritural debe trabajar mucho, leer con minucioso cuidado a los grandes maestros de la narración larga, corregir los textos propios con tesón y paciencia. Y hurgar no solo en obras literarias sino en todo lo que caiga en sus manos. Incursionar en diversos campos del saber, pues como dice un proverbio tan sabio como antiguo: “El médico que solo sabe de medicina, ni de medicina sabe”. André Maurois lo ha escrito con gran puntualidad: para escribir bien hay que leer bien.
Hay detalles que el autor debió obviar, y agregar otros que harían su novela más original, entretenida, seductora y memorable. He reseñado los más trascendentes.
Con el objeto de no alargar demasiado este artículo, los he subrayado en el ejemplar leído para conversarlos con el autor a manera de consejos
Señales de identidad del género
A pesar de las falencias que refiero en los párrafos que preceden, puedo decir que “Cadena de mentiras” es una verdadera novela. Que esta ópera prima de Ureña cumple con los requisitos básicos que permiten calificarla como tal.
Por ello, afirmo que ella le ha permitido al autor iniciarse como novelista. Porque, con virtudes y defectos, logra seducir a los lectores e impulsarlos a llegar hasta el final.
Aun con sus altibajos, cumple con los tres principios fundamentales que, a mi juicio, definen al género y lo diferencian del cuento, poema, drama o ensayo.
Primero, ha de contener y contiene una historia central que es punto de partida, eje básico cuyos detalles el lector sigue con disfrute en búsqueda de un final que satisfactoriamente sea la cumbre del proceso.
Segundo, debe ser y es un entretejido de historias que se entrecruzan e interactúan de forma necesaria y contingente entre ellas y la principal. Conforman un todo interdependiente, y lo narrado en ellas responde a las necesidades verbales del conjunto.
Tercero, como he señalado antes, está escrita en una lengua poética elegante, con hermosos tropos que no llaman la atención per se como bellezas líricas. Son solo herramientas imperceptibles de la historia. Ello les permite a esas construcciones verbales nadar en el texto sin desviar al lector de su atención hacia lo contado.
Felicito a nuestro novelista, y lo invito a avanzar en el conocimiento del oficio para así alcanzar el dominio narrativo que le permita brindarnos cada vez mejores piezas.