ALERTA. Cambiar la mente, de temible enemiga a fiel aliada

ALERTA. Cambiar la mente, de temible enemiga a fiel aliada

Juan Freddy Armando

Es sabido que la mente humana puede hundirnos o salvarnos, enfermarnos o sanarnos, con sus pensamientos. A este respecto, traigo a colación dos ejemplos que tratan sobre el condicionamiento mental.

  1. El conocido experimento de Pavlov. Cada vez que le daba de comer al perro, hacía sonar una campanita. Después, solo tocaba la campanita, y ya el perro salivaba porque su organismo era estimulado por el sonido, que se había grabado en sus neuronas como símbolo de la comida.

LA MENTE DEL PRESO LO MATÓ POR CREER QUE SE DESANGRABA

  • Resumo lo publicado en internet por el Foro de Profesionales Latinoamericanos de Seguridad:

“Un científico de Phoenix, consiguió autorización para proponer a un condenado a muerte en la silla eléctrica participar en un experimento. Le dijo que le haría un pequeño corte en el pulso, del que saldrían gotitas de su sangre, y así moriría sin el gran dolor y sufrimiento de la silla eléctrica. Él aceptó.

Lo colocaron en una cama, amarrado para inmovilizarlo. Hicieron el corte sobre el pulso de una muñeca. Le colocaron una vasija que recibiría las gotas de sangre. Se le dijo que oiría su sangre gotear.

La herida fue superficial, sin tocar arteria o vena, pero lo suficiente para que él sintiera que su pulso fue cortado, abierto.

No sabía que bajo la cama había un frasco de suero con una pequeña válvula. Al cortar el pulso, fue abierta la válvula del frasco para que él creyese que era su sangre cayendo en la vasija.

Cada 10 minutos, el goteo disminuía, porque el científico, a escondidas del condenado, cerraba un poco la válvula.

El prisionero, al oír cada vez más débil el goteo, pensaba que perdía su sangre, y se acercaba su fin. Fue palideciendo.

Cuando el científico cerró por completo la válvula, el condenado murió por un paro cardíaco, sin haber perdido una sola gota de sangre.

Así, quedó comprobado científicamente que la mente humana cumple, al pie de la letra todo lo que le es enviado, y aceptado por el individuo, sea positivo o negativo, y que tal acción envuelve a todo el organismo, sea en la parte orgánica o psíquica”.

Gracias, Sra. Aurora Oviedo, por valorar los pasos que sugiero para integrar la meditación a nuestra cotidianidad. Ojalá los aplique y disfrute sus ventajas.

Son los mismos pasos que deberíamos dar para conseguir cualquier meta en nuestras vidas. Porque se basan en la naturaleza humana, cuya estructura mental es capaz de acostumbrarse a lo que se proponga su voluntad, usando los métodos adecuados. Así, todo lo desagradable deja de serlo.

APRENDER A CONCENTRARNOS Y NO DEJARNOS DISTRAER

Para poder motivarse a meditar, la persona debe estar convencida de que tiene un problema cuya solución es meditar. Sin eso, no tendrá el impulso emocional para hacerlo, y lo abandonará fácilmente al iniciar el camino. Se desanimará y dejará el necesario sacrificio inicial que luego se hará hábito, placer, manía o adicción.

Para aprender a meditar no hay que tener mucho poder de concentración. Es todo lo contrario. El logro principal que se alcanza con la meditación es dominar la concentración, aprender a fijar la mente en lo que usted quiera. Y no dejarse distraer o arrastrar por los antojos de cerebro, cuerpo, memoria o eventos del vivir.

La mente es, como dice un maestro de la meditación, un monito loco y saltarín. No dejará de ser así, pero podemos hacer que sus saltos se reduzcan al mínimo y ahí obtendremos la dichosa paz del meditador.

¿Cómo conseguimos que nuestra mente se mantenga en movimiento (como es su naturaleza) y concentrada a la vez? Poniendo en ella una imagen o sonido en un movimiento de péndulo, mandala o círculo, sin salir de ahí. La repetición crea una concentración, y la mente queda como en el aire, en una especie de vacío, inmovilizada en su movimiento, sin distraerse.

Por eso, la respiración es ideal, porque el cuerpo instintivamente se concentra en ella. No debemos preocuparnos porque por momentos nos pasen pensamientos distractores, siempre y cuando estos no quiten la principalía a la respiración o el mantra. Y si lo hacen, podemos luego volver, sin problemas. No hay nada que pueda competir con el acto de sentir el aire acariciar la piel interior de la nariz. Entonces, inhalar y exhalar son un mandala o péndulo, que va y vuelve sobre sí mismo. Así la mente sigue su costumbre de saltar, pero solo en ese círculo.

Publicaciones Relacionadas