No pretendo dictar cátedras sobre diálogos. Simplemente compartiré aquí algunas observaciones producto de mis experiencias discutiendo ideas con amigos.
En ocasiones, son expertos en el área de que hablamos (médicos, ingenieros, abogados, filósofos, sociólogos, economistas, literatos, etc.) con quienes, más que discutir, manifiesto dudas, inquietudes, aprehensiones, y hasta miedos, en mi condición de desconocedor o neófito.
Propiamente, nunca enfrenté sus ideas como si yo fuese tan dotado como ellos en sus áreas. Les hablo desde la sencillez del sentido común.
SOBRE EDIFICIOS SIN COLUMNAS
Recuerdo un diálogo con mi querido amigo Manuel Salvador Gautier (Doy), arquitecto y novelista. Era un respetado y admirado profesional que diseñó y dirigió muchas construcciones. Le manifesté mi preocupación al saber que actualmente están haciendo algunos edificios sin columnas.
Me respondió: “No te preocupes. Hay ya muchos edificios así, y no ha habido problemas”. Con cierto humor, le señalé: “Pues mi ignorancia no me permite vivir bajo esos techos. Ahí que vivan los ingenieros que lo construyeron. Jajaja”.
Doy sonrío, tomó un sorbo más de su café, y ahí concluimos el diálogo arquitectingeniérico y pasamos a hablar sobre literatura, campo en que tampoco soy experto, pero conozco un poquito más.
“REGLAS” RESULTADO DE MIS EXPERIENCIAS DIALOGALES
Para lograr un diálogo tenga buenos frutos y no afecte las buenas relaciones humanas, me parece que lo mejor es partir de lo siguiente:
1. Respetar las opiniones del otro. Argumentar en favor de nuestras ideas y refutar las contrarias, pero sin menospreciarlas. No decir que son disparates, errores, equivocaciones. Tratarlas simplemente como diferencias de juicios que conversamos para aclarar y buscar entre ambos la verdad.
2. No descalificar al interlocutor. Nunca usar palabras que desautoricen al contertulio para opinar sobre el tema. Por ejemplo, no debemos decir: “Opinas así porque no tienes suficiente conocimiento sobre el asunto, y te daré informaciones que ignoras. Además, estás parcializado y cegado por tus pasiones y prejuicios. Piensas así porque eres blanco, negro, mulato, migrante, español o inglés”.
Esos son los llamados argumentos que en filosofía se llaman ad hominen. O sea, se nos quiere decir que no tenemos razón debido a alguna condición o condiciones que no son necesariamente causas ni efectos intrínsecos de lo discutido.
Por ejemplo, a nadie debe prohibírsele opinar sobre un tema por no ser especialista en el mismo, pues se ha demostrado científicamente que en muchas oportunidades las soluciones a problemas médicos, jurídicos, económicos, etc. han sido encontradas por neófitos y hasta por ignorantes casi absolutos sobre la disciplina.
Obvio, quien no investiga tiene mucho menos posibilidades de tener la razón en sus ideas. Pero no comparto la antidemocrática frase del gran líder y filósofo chino Mao Zedong: “Quien no investiga no tiene derecho a la palabra”. Sí lo tiene. Debe ser oído y pensado. Puede estar acertado en su juicio, aunque, lógicamente, posiblemente quien investiga sea quien esté en la verdad.
3. No vencer ni convencer. El diálogo ganancioso no se da si queremos ganar la discusión, derrotar al otro, hacerlo cambiar su opinión por la nuestra. Es mejor enfocarlo como un intercambio de puntos de vista, conocimientos y experiencias en que todos aprenderemos.
Buscar vencer o convencer es ver al dialogante como inferior en inteligencia, información, y ello dificulta comunicación, entendimiento, y daña las relaciones personales. Hace emerger egos, orgullos, ansias de no ser humillado o de humillar, insultos, arranques emocionales y hasta riñas o pleitos físicos.
4. Buscar coincidencias y diferencias. Que cada uno exponga su enfoque y argumentos, siempre expresando cuáles puntos comunes y de divergencias sobre lo tratado tiene con quien discute. Los interlocutores nunca están en total desacuerdo. Hay detalles compartidos que al mencionarse hacen que el diálogo acerque y no aísle. No muestre orgullosos y encerramientos, sino personas abiertas y dispuestas a modificar opiniones.
Valiosas las palabras de El Padrino Vito Corleone a un competidor: “Razonemos juntos sobre nuestros diferendos”.
5. Encontrar un mismo idioma. Evitar el diálogo de sordos, que consiste en que ni uno ni otro se interesa en preguntar qué significa esta o aquella palabra para su contertulio, que puede ser totalmente distinto al propio. Esto puede iluminar todo, y enterarnos de que no estábamos en desacuerdo sino que teníamos interpretaciones distintas del significado de algunos vocablos. O nos lleva entender que cada uno tiene derecho a darle a los términos los contenidos correspondientes a su modo de ver la realidad.
Seguimos el próximo domingo.