En esta ocasión, publico mis palabras pronunciadas el 17 de enero de 2006, en la puesta en circulación de la nueva edición dominicana del libro de Baltasar Gracián, El Arte de la Prudencia (escrita en 1647) que editó el Banco de Reservas, y cuya traducción al castellano actual me correspondió hacer. Veamos:
Los libros de consejos para tener éxito en los negocios, la vida social y personal, y en el delicado arte de lidiar con el poder -tanto político como privado, familiar o amistoso, y hasta en la relación de parejas- tienen un importante lugar en esta sociedad del conocimiento que vivimos. Los escritos de Alvin Toffler, Dale Carneggie, Anthony Robbins, Barry Buzan y otros muchos maestros de esa área, parecen ser algo exclusivo de nuestros tiempos.
Sin embargo, la existencia de este tipo de obras es tan antigua como la sabiduría humana. Por ejemplo, el Eclesiastés –libro canónico atribuido a Salomón en la Biblia-, Código de Amurabí, Vedas, Ramayana, Mahabarata, Corán, son de alguna manera partes de este tipo de manuales de sabiduría que nos comunican una filosofía de vida y ofrecen maneras de enfrentarla para lograr felices resultados en nuestra relación con los demás y en el camino hacia el destino que prevén más allá de este interludio consciente, de esta corta vida.
Siguiendo esa línea, y pasando por el genial El Príncipe, de Nicolo Maquiavelo del siglo XVI, llegamos hasta el libro que me ha tocado traducir del castellano de mediados de la XVII centuria al moderno, y que hoy ponemos a circular: El Arte de la Prudencia, de Baltasar Gracián, quien naciera y muriera en Zaragoza, España, entre los años 1601 y 1658. Es un texto escrito por este sacerdote de la orden de los jesuitas con fines de que sirviera de Oráculo Manual a los caballeros de su tiempo. Ese es, precisamente, el título principal que llevó el libro en su edición original, aunque luego el autor fue echándolo a un lado, y dejándole solo el de Arte de la Prudencia. Oráculo en ese tiempo significaba sentencia de sabiduría capaz de dominar el futuro por su poder de previsión. Manual aludía a lo mismo que hoy: conjunto de consejos o normativas prácticas con fines de ejecutar algo.
El escritor gustaba de un estilo indirecto, barroco. Pero no por incapacidad para ser claro, sino con el propósito de no serlo. Unas veces, como señal de estilo literario. Otras, debido a que la iglesia prohibía a sus sacerdotes que trataran temas ajenos al catolicismo. Por ello, incluso en la edición príncipe del libro atribuye su autoría a su hermano Lorenzo Gracián.
A pesar de que el excelso maestro de las letras Jorge Luis Borges manifieste en un poema que en los escritos de Gracián no hay gracia, que carecen de alma, yo digo que sí la hay, pero recubierta, como en Góngora, de un afán de no ser comprendido sino por una élite de selecta inteligencia .
Ello hizo muy complejo el trabajo de traducción o adaptación que realicé. Pero ¿cómo y por qué lo hice? El Dr. Luis Brea Franco, destacado filósofo dominicano y a la sazón Comisionado de Cultura de Banreservas, me comunicó el interés del Lic. Daniel Toribio, Administrador General de dicho Banco, de obtener una versión del libro, en que se conjugaran el respeto por la versión original, la comprensión clara para el lector de hoy y la adopción de un estilo agradable, atractivo y práctico para el hombre y la mujer del siglo XXI.
Lo hice de la siguiente manera: Ante todo, volví mis ojos a la relectura de la vieja y oscura edición original de la obra que tengo desde hace años en mi biblioteca. También había leído de Gracián sus tratados El Héroe», El Discreto, además El Oráculo Manual y Arte de la Prudencia. También una breve Descripción de la Batalla de Lérida -en la que Gracián participó- así como a una añeja edición de su novela El Criticón, también importante para entender al pensador. Aunque conocía varias interpretaciones de El Arte de la Prudencia, decidí en principio ignorar su recuerdo, por razones metodológicas, hasta no verter mi versión.
Claro, me sirvieron mis lecturas, hechas hace tiempo, de otros libros en castellano antiguo: El libro del Conde Lucanor, La Celestina, Libro del buen amor, la hermosa poesía del romancero, las cantigas de amigo y otros, que me guiaron para descifrar muchas palabras, giros, frases, máximas y maneras de enfrentar tanto la sintaxis, escritura y ritmo en evolución de nuestra lengua. Todo ello me sirvió para entrar en la atmósfera verbal, del momentum del castellano en que se escribió el libro.
Todo ello sumado a los atisbos de conocimientos de palabras griegas y latinas provenientes de los viejos filósofos, dramaturgos y poetas helénicos y romanos, que conforman parte de mis pasiones de lector. Por cierto que abundan los asertos del autor de El Arte de la Prudencia que provienen de Aristóteles, Solón, Píndaro y otros. También acudí al uso de los diccionarios etimológicos que rastrean por los siglos la biografía de las palabras.
Luego de terminar, limpiar y releer mi versión de la obra graciánica, me entregué al análisis comparativo de otras versiones del libro: la edición argentina de Editorial Sopena de 1939 cuyo autor no se registra, la de Jose Ignacio Díez Fernández de 1993, la de Mario Suárez Marill de 1996 y la segunda de Jose Ignacio Díez Fernández del 2004 y otras versiones totales y parciales.
Encontré que el pensamiento de nuestro autor ha tenido muchas y diversas interpretaciones, todas buenas a su manera, y sentí que la traducción mía cumplía con mi propósito y el de Banreservas. Se diferenciaba de aquellas principalmente en que las mismas seguían más el orden coloquial y hasta cierto punto literal para interpretar a Gracián. La mía se interesaba más en afinar cada frase como eficiente y útil consejo que el lector pudiera integrar a su vida cotidiana.
Me interesé más en alcanzar: 1ro. la esencia de lo que el autor quería decir; 2do. la correspondencia con el resto de su obra; 3ro. retener su ritmo interno, incluso las rimas que solía frecuentar el pensador, a quien sin propósito de poetizar se le siente el aire lírico; 4to. en vez de adoptar el modo infinitivo de los verbos, de las otras versiones, preferí el imperativo, que hace al lector sentir más cercano a Gracián, como un viejo maestro aconsejando al discípulo. Así, mi interpretación «Gánate el afecto de los demás», motiva más al espíritu que la de «Ganarse la buena voluntad de los demás» de Díez Fernández o la de «Ganar la benevolencia», de Suárez Marill.
Finalmente, exhorto a todos a disfrutar la lectura de «El Arte de la Prudencia», en esta hermosa y práctica edición que combina armoniosamente el exquisito diseño de doña Ninón León, el arte pictórico de Yoryi Morel y Elsa Núñez, la impecable impresión de Editora Amigo del Hogar y la acertada decisión del Lic. Daniel Toribio, Administrador General del Banco de Reservas, de publicar el libro en esta forma tan elegante y útil tanto para los empresarios, políticos y particulares interesados en buenos consejos para su vida personal, como para los lectores lúdicos que deseen deleitarse con la belleza literaria de la obra.