Es bueno presentar al lector distintas opiniones sobre un tema. Son una fuente de reflexión para construir la propia.
Por ello, copio el intercambio de ideas que he tenido por facebook con mi amiga poeta Rosa Silverio sobre la pregunta que titula este artículo.
Me gusta discutir ideas con Rosa porque es una mujer de libre pensamiento, desatada de los prisioneros límites de una doctrina que se siga religiosamente.
Además, al igual que yo, no suele molestarse porque se cuestione, discuta o refute sus afirmaciones. Al contrario, disfrutamos el diálogo como placentero aprendizaje, y muestra de afecto mutuo entre quienes discutimos podemos discutir sosteniendo los más distantes convicciones sin perder la amistad.
ROSA: “Escribir un poema no consiste en juntar palabras bonitas, sonoras o desconocidas cuyo significado hay que buscar en el diccionario.
Escribir un poema no es un concurso de erudición, sino el vuelo transparente, asombrado y emocionado de la palabra, la transmutación en fuego.
Cuando un texto es un pozo totalmente oscuro e insondable y a sus paredes se les notan las tuberías, no es poesía.
Cuando el lenguaje es clasista, pretencioso, cerrado y rebuscado tampoco es poesía.
La poesía es otra cosa”.
JUAN FREDDY: “Muchos opinantes han manifestado estar de acuerdo con Rosa. Una vez más voy a ejercer mi frecuente oficio de ser oveja negra (aparte del color negro de mi piel, jajaja) para salirme del redil y manifestar mi opinión diferente y contraria a lo planteado por mi querida amiga.
Creo que un poema es válido en ambos casos. Tanto puede tener palabras sencillas y cotidianas (como quería Borges, quien ha dicho que se cuida de no emplear en sus escritos palabras que obliguen al lector a ir al diccionario) o emplear vocablos lo lleven a dejar la lectura y hurgar buscando su significado.
Lo importante es que el contenido y forma de la obra logren conmover estéticamente al lector.
Es decir, tal como la poeta, el maestro porteño se opone a que la poesía sea «juntar palabras bonitas, sonoras o desconocidas cuyo significado hay que buscar en el diccionario» o voy más lejos complejas, técnicas, poco comunes; extrañas, unas veces porque pertenecen a la lengua especializada de alguna ciencia o forman parte del idiolecto del país o la época del poeta.
Mi opinión es que el uso de palabras sencillas o complejas, raras o comunes, no define la calidad o carencia de calidad en un poema.
Son otros los factores. Y lo mismo sucede con la tamaño de un poema. Puede ser tan corto como muchos de Benedetti, Rosario Castellanos o Rafael Abreu Mejía, o largos cual los de Homero o Blanca Varela o Franklin Mieses Burgos. La extensión o brevedad no define per se la calidad de un poema, sino otros factores.
Cierro mi comentario con dos ejemplos de excelentes poemas donde encontramos algunas palabras de uso poco común, y no dejan por eso de deleitarnos.
De Francisco de Quevedo:
A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;
Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;
Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.
De Martha Rivera Garrido:
POEMA E.
Viernes y mayo en este planeta de mi piel
En los arrecifes tibios que me van descifrando
La ciudad existe solamente
En las tímidas luces de mi vientre mordido
Por cangrejos azules y tormentas
Tántrica lluevo desde adentro
Soy mi propio aguacero, soy chubasco
Llovizna de leche templándome
Las sienes y los párpados
Dibujando el placer en la boca de fuego de sus mantras
Esta muerte me encuentra pariéndome a mí misma
Naciéndome yo misma por mi sexo
Acercando los labios al contorno de rosas
Que esconde mis dos pechos
Beso desde tu boca mis pezones
Y te aprieto en mis piernas para darme en el grito
De las celliscas y el viento de mi cuerpo
De la pulsión y el veneno con que sangro
Me resguarda solamente la oración de tu carne
El astil caliente desde donde me enhiesto.
En la próxima entrega concluyo el intercambio, al publicar la respuesta de Rosa Silverio a esta mi respuesta, y además mi respuesta a su respuesta (valga el galimatías).