ALERTA. Extraño fenómeno lírico: erotismo triste de Belén Atienza

ALERTA. Extraño fenómeno lírico: erotismo triste de Belén Atienza

Juan Freddy Armando

Generalmente, lo erótico es visto como una gozosa pasión de las parejas entregadas al placentero intercambio de fluidos, sueños y fantasías. Habitualmente, los artistas enfocan el ejercicio amatorio como acción alegre. Aunque el genial humorista Freddy Beras Goico dijo, con razón, que nadie se ríe en pleno acto sexual, sino que su rostro está seriamente concentrado en la locura de amar.

La libido en poesía siempre ha sido festiva, desde el oriental Krishna-Dwaipayana hasta la occidental Gioconda Belli.

EROTISMO TRISTE: UNA INNOVACIÓN POÉTICA

Visto lo antes dicho, ¿puede existir un poeta o una poeta que se atreva a escribir poemas eróticos donde mezcle tristeza, amargura, llanto, ansiedad, deseo insatisfecho, sin dejar de hacer sentir que sintió su disfrute? ¿Puede un poeta que se disponga, consciente o inconscientemente este propósito conseguir obras capaces de conducirnos al placer estético?

He dicho que en el libro que analizo, “Tierra de Noches Inmensas”,  Belén Atiensa convierte al dolor en fuente de gran poesía, una conmovedora y cálida poesía.

En el mismo hay sintagmas obsesivos y recurrentes en la poeta: miedo, terror, silencio, recuerdo.

¿Qué ocurre en este sentido con los poemas eróticos del libro? Ocurre que, (parafraseando a Rodriguito, locutor del excelente programa radial dominicano “El Suceso de Hoy”, en los años 60 del pasado siglo) en esas piezas líricas “el dolor no se detiene… prosigue su agitado curso”.

Pero, lejos de ser un elemento negativo en su poesía, ese fenómeno deviene, a mi juicio, en una valiosa innovación. Descubre una veta nueva del eros. Eso habla bien de ella, pues uno de los grandes retos del arte es encontrar a los temas enfoques fuera de serie. Verlos desde una perspectiva sorprendente que seduzca al lector, no obstante cuestionarle la forma que acostumbra ver en los poemas.

Belén produce goce estético con su hermoso amargor libidinoso, su carnal abatimiento, su llanto abrazado al deseo. ¿Ejemplos? Puedo ofrecer varios.

El siguiente es una hermosísima pieza, gozosa fiesta de golpes y caricias, abatimiento y pasión, ardor y frío. Lo copio entero:

“LIRIO

Erecto el lirio

su pétalo rosado

la noche abierta

palpitante

el verano aquel

lascivo

solitario.

Encendido el rocío

mis aguas

mis retinas

temblorosas.

Llueve

dulcemente

una sola gota

un río de años

de siglos

de exilios.

¿De quién es este lirio,

de quienes estas lágrimas?

Me fecundo sola.

Mis manos

soles centenarios

acarician el pétalo

su latido en mis yemas.

Me sumerjo en el lirio

su aroma de bolero

buceando en las islas

del tiempo.

El verano aquel

sinuoso

insaciable.

Los cuerpos se abren

como azucenas

 salvajes.

Pasión, júbilo,

rebeldía, llanto,

martinetes”.

Interesante aquí la palabra martinete, por sus dos acepciones que mezclan lo triste y lo dulce. 1.Ave migratoria. Viene solo en primavera, como esos amores de Atienza, que enervan deseos, y marchan repentinamente. 2. Mazo que produce belleza golpeando la cuerda del piano, el agua o el flamenco. Nos recuerda al pueblo gitano, que, cual los mexicanos, llora sus alegrías y celebra sus penas.

El amoroso dolor aparece también en

“CUANDO MI AMOR SE FUE

Cuando mi amor se fue,

ya entrada la mañana,

las rosas frescas,

amanecidas

entre sus mieles

daban mudos indicios

de apagarse.

(…)

Desde el umbral del sueño

susurró una promesa:

‘Volveré’.

Y aquí están encendidas

otra vez

las rosas tiernas,

abiertas,

esperando”.

Lo triste acecha a Belén Atienza en otro valioso poema, en que se cruzan dudas, pasión, miedo y placer. En su título y estrofa inicial subyace un complejo de culpa por entregarse al que califica como “bandolero”, ladrón:

“BANDOLERO DE SOMBRAS

“Desde que me embriagaste,

bandolero de sombras,

las sierpes de mi pelo

sueñan con ser alondras.

(…)

¿Qué importa que la muerte

nos aceche traidora?

Si muriera en tus brazos

moriría gozosa”.

En el siguiente, exquisito y lleno de placer, se cruzan, dudas, miedos, pasión, amor, y como en otros poemas, el amante escapa para siempre:

“NOCHE DE MADRESELVAS

(…)

Sembró con sus semillas

mis orillas

y echó a volar

el tiempo entre sus manos”.

El antepenúltimo poema, “La Soledad es un Oficio” y el último, “Una”, indican que para Atienza su soledad es vocación tan irrenunciable como la de poeta. Creativo masoquismo que enriquece la poesía pero empobrece la vida.

Solo en “Bienamada”, penúltimo poema, el amor es alegría.

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