Al encontrarme con Bosch, yo era un librepensador, con actitud crítica ante todo y todos, viéndoles a los líderes virtudes y defectos como a cualquier humano. ¿De dónde venía esto?
Desde muy muchacho, me propuse buscar la verdad sin apegarme a doctrinas o creencias, tratando de ser lo menos prejuicioso posible. Como he dicho antes, mi primera lucha fue contra las ideas fijas de mis progenitores, que como todos, quieren que su prole piense como ellos.
Creo lo contrario: los padres debemos discutir nuestras creencias con los hijos, y darles libertad de construir libremente las suyas, como yo he hecho con los míos.
Hubo una tarde-noche que fue básica en mi rebeldía e independencia personal.
Mi hermano Agustín –tocayo de papá, y con un año más que yo- se iba aproximadamente las 5:00 p. m., y regresaba después de las 8:00 p. m. Muy tarde para estar en la calle en ese entonces. Mi padre no me permitía eso a mí. Pensé: “Me iré también aunque sé que a papá no le gustará”. Al verme salir, preguntó: “¿Adónde va?”. A propósito, no respondí. Me cuestionaba por qué no le preguntó a mi hermano.
Al retorno, mi padre me esperaba. Empezó la especie de juicio que acostumbraba hacer antes de una pela. “¿Por qué no respondió cuando le pregunté adónde iba? Riposté: “Porque tengo tanto derecho como mi hermano”.
Me dijo: “Usted ha sido desobediente, y le daré la pela que merece”. Procedió. Al terminar, le afirmé: “Siga dándome correazos, porque volveré a hacerlo”. Siguió. Finalizó. Le repetí la frase. Continuó la pela. Volví a decirle igual. Mi madre le señaló: “Agustín: No le des más. Ya nosotros perdimos a ese muchacho”.
“NO HAGO AFIRMACIONES. YO TIRO SONDAS”
Leí a varios autores rebeldes (Ingenieros, Vargas Vila) y seguí cuestionando todo, tratando de no depender psicológicamente de ningún pensamiento, creencia, escuela, doctrina, maestro o líder.
Todo lo pasaba por el cedazo de la crítica y duda.
Me convencí de que la más duradera felicidad esta en acostumbrarnos a vivir en la duda. Y tener fe, pero solo provisionalmente, sin temer confirmarla o abandonarla, dependiendo de que resista datos y debates. Nuestra mente de naturaleza inquieta, pendular. No debemos enfrentar esa condición sino dejarla ser así. Se aquietará y seremos libres.
“No hago afirmaciones. Yo tiro sondas” ha dijo una vez McLuhan. Es lo correcto para desarrollar un pensamiento dinámico, sin ideas fijas. Seguir el aleatorio curso mutante eternamente mutante de la verdad.
Entre las dos frases latinas, iuris et de iure (que no admite prueba en contra) y juris tantum (hasta prueba en contrario) adopté esta segunda.
Aprendí a no aferrarme como esclavo a lo creído. Observar las ideas luchar unas con otras en mi mente y evaluar resultados. Entre una idea, sus afines, diferentes o contrarias, sostengo aquellas que resistan esa dialéctica. Cuando no, las cambio.
DOMÍNGUEZ Y CABEZAS TRAEN LAS LIBERTARIAS IDEAS DE FREIRE
A mis lecturas, se sumó una inolvidable experiencia: participar en un curso de ideas político-sociales avanzadas, impartido por miembros de la orden católica llamada Hermanos: Miguel Efraim Domínguez y José Antonio Cabezas. Por vía de Celedonio Jiménez y Leonardo Mercedes, llegaron a Hato Mayor.
Basados en una especie de postmayéutica de preguntas al estilo socrático, que busca enseñar a pensar, creada por el educador brasileño Paulo Freire (este año celebramos su centenario), difundida por el ex sacerdote Leonardo Boff.
Solo nos hacían preguntas sobre unas diapositivas que nos presentaban. Por ejemplo, de unos echa-días cosechando arroz: “¿Son los dueños? ¿Ganan igual al propietario? ¿Su pago es justo?”. Nuestras respuestas nos hacían descubrir, los problemas sociales y tomar actitudes rebeldes.
JIDDU KRISHNAMURTI ME INVITA A NO SER SEGUIDOR DE NADIE
Leí luego a este pensador que conjuga Oriente y Occidente. Sucedió al intercambiar libros con mi amigo, lector voraz, Víctor Manuel Santana, quien me prestó “La mutación psicológica”, de ese maestro, nacido en India y desarrollado en Gran Bretaña.
Sus escritos son transcripciones de sus pláticas en Saanén, París y otras ciudades del mundo. Buscaba desatarnos de apegos, como el dinero, pasiones, deseos, etc., y de autoridades psicológicas: medios de comunicación, líderes religiosos y políticos, que impiden nuestra libertad interior.
Al devolverle el libro, le dije que me había impactado profundamente. Víctor respondió: “Pues, te lo regalo”.
Hasta el próximo domingo.