ALERTA. Notas sobre “Historias Para un Buen Día”, de Manuel Salvador Gautier, y III

ALERTA. Notas sobre “Historias Para un Buen Día”, de Manuel Salvador Gautier, y III

Juan Freddy Armando.

CONTINÚO CON LAS NOTAS

La tercera: la narrativa erótica dominicana gana un texto exquisito con ese gran cuento de Teonil Ubiera, la dominicana que se va a París y se hace modista famosa.
El autor dicta cátedras de narrativa erótica de un modo que nada tiene que envidiarles a García Márquez o Cortázar . El secreto consiste en encontrar una manera distinta de ver el acto amoroso, que tantas veces se repite de la misma forma, cuerpos y movimientos. ¿Cómo ver el acto sexual de forma nueva, con las naturales limitaciones impuestas porque siempre son un hombre y una mujer, cuatro manos veinte dedos, un órgano penetrante, uno penetrable, cuatro labios, cuatro ojos, dos traseros, cuatro piernas, dos cinturas, dos tetillas, dos senos?
Gautier lo resuelve. Escenifica las consecuencias psicológicas -agradables, a pesar del trauma que deberían de producir- de un hombre que estrena y entrena en el amor a una muchacha tierna, a la que ha visto crecer y que ha dormido, cuando era una bebé, entre sus brazos con su «arroró, arroró, duérmete mi sol» y dar los chispazos comparativos de una situación y otra, no como contradictorias sino como aliadas.
El contraste que produce en esas primeras experiencias entre el hombre con ropa y sin ella. El encuentro armonioso en vez de conflictivo entre la piel dura del trabajador jardinero campesino y la tersa de una límpida niña añoñada y rica, sin que ella lo rechace en lo más mínimo.
Desde la página 199 a la 102, vemos el húmedo encuentro de dolor y placer.
La cuarta nota es la maestría con que la imaginación gautieriana mezcla el ambiente del ballet clásico y la música culta de Europa, y especialmente de Bulgaria, con la danza y música popular dominicana de forma tan equilibrada y placentera. Así, su séptima historia no deja de ser búlgara siendo también dominicana y latinoamericana. La pasión y el amor pelean y se reencuentran. Los intereses y bajos instintos se revuelven juntos en la misma cama en que el amor lucha porque le dejen un ladito, aunque sea para los pies. El deseo amoroso convive secretamente con una hermandad y afecto casi paternal sin dejar de ser discretamente lascivo.
La nota número cinco es la destreza que hace convivir aquí las historias de amor con las de familia; las históricas con el cotilleo típico, salpicado de un fino humor.
Esto da un giro nuevo al enfoque de las narraciones de amor. Le encuentra una veta distinta de la común a que nos tienen acostumbrados los que trabajan este tipo de tema.
Un cuento de amor que se nutra solo de los avatares y episodios de los amantes, difícilmente trascienda lo cursi, lo corintelladezco. Pero en este libro Manuel Salvador Gautier supera el hecho fortuito de una pareja que se ama o desama. Lo convierte en parte de la frustración de una madre que fue dejada esperando por el marido que se fue y no volvió. Ese hecho vuelve a ocurrir ahora con la hija, quien busca nuevas soluciones al drama, que se repite a la manera en que corregía Marx a Hegel: una vez como tragedia y otra como comedia.
En otra, los amores son intercambiados por el juego de los negocios, y la amada clandestina la carta de baraja que se tira en la mesa de las transacciones internacionales lo mismo que la pareja oficial.
Nota sexta. No son cuentos a la manera convencional, porque hay disgregaciones propias de la novela o noveleta. No es la típica narración de intenso lirismo que se torna como huracán verbal alrededor de un hecho, que es el típico cuento. Tampoco son la estampa de situaciones o acontecimientos sucesivos divagando en referencia a un tema, que definen al relato.
Vienen a ser una mezcla virtuosa de las virtudes del novelista con las del cuentista, aliadas al discreto y clandestino poeta que lleva Manuel Salvador Gautier en lo profundo de sus letras, y que sale en forma viva y vivaz, ardiente y cálida, aguda y peliaguda, en cada situación en que se enfrenta hechos emocionantes. Sin crear esa atmósfera verbal ningún escritor de cuentos, novelas o ensayo puede salvarse, pues esas bellezas de la lengua son como el aceite sobre el que resbala suave la concatenación de hechos que se cuentan.

LA MÁS IMPORTANTE NOTA.

La séptima. Las narraciones de «Historias Para un Buen Día»están armadas con la mejor materia prima de un escritor, que no son solo las técnicas que aprende de otros escritores, ni únicamente el recuento de historias que ha leído o le han contado, ni quedarse en la sapiencia del que busca los puntos débiles de la psiquis del lector para moverlod y estremecerlo. Contienen todo eso. Pero hay más.
Son construcciones -y Gautier sabe de esto, porque no en vano es un destacado arquitecto urbanista- sacadas de esos planos mentales, de esas ciudades internas que son sus vivencias. Son blocks de 8 de su biografía que se empalman con la arena de sus lecturas, con el cemento de su aprendizaje como lector y con varillas de sentimientos que les son a él tan caras como al lector, concebidas siguiendo los la cartografía de su gran cultura, y que por eso, el lector puede viajar a esas urbes fantásticas que él también tiene construidas en el interior de su espíritu.
Porque hay que estar claros: todo buen escritor debe trabajar con sus vivencias, que pueden ser librescas como las de Bioy Casares, montaraces a la manera de Heminguay, de prostíbulos en el caso de Márquez, de techos y escaleras y polvorosas soledades tal cual William Faulkner. Pero vivencias, que salen de las lecturas de sí mismo, y no de la falsa pose o la huera erudición.
Cada ser humano es único y sus vivencias también. Si sabe buscar las mejores, las que siendo únicas pueden ser compartidas con los demás, logrará el estilo propio indispensable de un escritor, sin perder la oportunidad hacerlas vivencias del lector.
A sus vivencias familiares, sociales, políticas, Gautier suma su hondo conocimiento del alma humana y de su país, visto desde la perspectiva que permita que cualquier habitante del planeta pueda apropiárselo, sin desmedro de los detalles que le son exclusivos.
Cervantes es más español que nadie en su Quijote, sin dejar de ser más universal que nadie en el mismo. Así, estas «Historias Para un Buen día» pueden disfrutarlas, desde un esquimal de Groenlandia hasta un campesino de Sabana Iglesia o un intelectual en el Café de las Flores, de París. Son comunes a los cartagineses y tesalonicenses, egipcios o samaritanos, indígenas del Perú o de México, así como a los bantúes de Camerún o Somalia. A bengalíes que amaron a Rabindranath Tagore o angoleños que mojaban de lágrimas los versos de su Agunthino Netho.
Pues, como diría la niña que mencionamos al comienzo de esta serie de artículos sobre el libro de Gautier, siempre sucede algo, algo que nos importa, y por ello, perdurarán en la memoria de quien entre a ellas.

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