Me pregunto por qué en nuestro país y en algunas otras partes del mundo, desde hace un tiempo, se divide la historia literaria generacionalmente en ciclos de 10 años. Anotemos que alguna gente prefiere en estos casos usar la palabra promoción. En otra ocasión, discutiré con mis lectores cuál de las dos es más apropiadas o si lo son ambas.
Mientras tanto, cabe que nos hagamos esta interrogante: ¿Los cambios de estilos, formas, movimientos artísticos -clasicismo, romanticismo, impresionismo, surrealismo, etc.- han surgido unos tras otros en fases necesariamente dadas con esa periodicidad?
Para responderla, es bueno empezar estableciendo qué es una generación. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la define así: “Conjunto de personas que, habiendo nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, adoptan una actitud en cierto modo común en el ámbito del pensamiento o de la creación”.
Siendo más específico, el profesor Christian Cazabonne señala: “La genealogía nos da la versión científica más aceptada, que nos dice que por lo general se entiende que una generación abarca un lapso de 25 años…”.
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Ello contradice la propuesta de circunscribir una generación a 10 años, pues tanto desde el punto de vista biológico como en cuanto a formación cultural, ese lapso es muy corto. El de 25 años es más razonable en el proceso de formación de una nueva visión, un nuevo enfoque en la literatura u otras disciplinas.
Cabe observar que antes de la caída de Trujillo en 1961, nuestros críticos no dividían las letras por décadas, y me parece que tampoco en España. Que yo recuerde, en ambos países solo dos promociones o generaciones habían sido nombradas con números: la del 48 en nuestro país y del 27 en España.
Antes de 1961, nuestros críticos diferenciaban a los escritores partiendo de un rasero o criterio similar al que he dicho de la música del mundo. Lo hacían por movimientos literarios: colonial, clásico, romántico, postumismo, vedrinismo, lo que llamo sorprendidismo (poesía sorprendida), surrealismo, comprometidismo (nombre que doy a la literatura política postrujillo y postrevuelta de abril de 1965).
¿La historia es definida por décadas o por acontecimientos?
Creo más apropiada la forma en que operan los historiadores universales y de las artes: Aunque toman en cuenta siglos, décadas, lustros, nombran los períodos partiendo de los movimientos provenientes del contenido y forma de los cambios que van produciéndose, de los hechos y la evolución creativa de la humanidad. Lo vemos en el caso de los períodos de la música estilizada o clásica: gregoriano, barroco, clásico, renacentista, romántico, impresionista, surrealista etc.
Ese criterio me parece mejor, pues si dividiéramos la historia humana en décadas matemáticamente fijas, precisas, pienso que los estudiosos tendrían tres problemas:
a) Sincrónico. No siempre coincide exactamente con los acontecimientos históricos, científicos o artísticos. El devenir se produce con grandes inexactitudes. Por ejemplo, el siglo XXI históricamente no empezó en el 2001 que marca el calendario, sino en 1989, con el derrumbe del Muro de Berlín, que simbolizó el inicio de la caída de socialismo. Esto cambió al mundo, que pasó de bipolar a
monopolar, deviniendo poco a poco en polipolar, al ir EEUU perdiendo su hegemonía. Otro ejemplo: el grupo del 98, generación de Unamuno, de España, no coincide con una década redonda.
b) Simultáneo. Casi nunca puede cubrir una amplia geografía, ya que cada país del mundo tiene su propio curso, pues la historia del mundo no se da de forma pareja en todas partes. En lo literario, la evolución de los autores de la capital dominicana es muy diferente a la de los autores de Santiago, San Pedro de Macorís o Dajabón. Y estas, a su vez son distintas a las de otras provincias.
c) Conceptual. Aunque un grupo de escritores pertenezcan a un mismo estadio histórico y geográfico pueden tener abismales diferencias, e incluso pertenecer a movimientos literarios opuestos, con características formales y de contenido muy lejanas unas de otras, a pesar de pertenecer a la misma generación y país. Ocurrió con los sorprendidos y postumistas. Los autores de ambos movimientos literarios tienen casi las mismas edades. Ambas corrientes surgen casi al mismo tiempo,
conviven, compiten, coexisten y se enriquecen una a otra.
Hasta aquí, creo que he expuesto argumentos suficientemente convincentes para entender que debemos cambiar la metodología de dividir nuestra historia literaria por décadas, y pasar a emplear una más fundamentada en la evolución de las ideas en nuestro quehacer creativo.