En mi artículo anterior, prometí continuar con el tópico de las palabras poco comunes en los poemas y otros textos. Todo eso motivado por un intercambio de pareceres con la poeta Rosa Silverio. Dice ella, respondiendo a una opinión mía:
“En mi antepenúltima entrada hablo de lo que para mí no es poesía. Sin embargo, como digo en uno de los comentarios, no me había dado cuenta de que mi publicación podía interpretarse como que estoy en contra de los gongorinos, conceptistas, cultistas, simbolistas, parnasianos, vanguardistas y surrealistas. Nada más lejos de la realidad y de mi intención.
De lo que estoy en contra es de la poesía ininteligible, así como estoy en contra de la poesía plana y hueca de gente como Roberto Cabaliere, Rupi Kaur o Elvira Sastre. No quería mencionar nombres, pero creo que si en esta ocasión no lo hago no se me entiende bien”.
Muy importante esta aclaración, porque aunque es válido que los autores apuesten por usar principalmente palabras sencillas, ello no descarta la validez de escritos en que se emplean palabras poco comunes, que frecuentemente envían al lector común al diccionario o enciclopedias.
Constituye una rica experiencia que lo empuja a explorar nuevos campos de ciencias y letras. Despiertan su curiosidad y desarrollan el pensamiento crítico que lo hará más abierto a lo nuevo, menos fanático, más libre en espíritu y acción.
Las palabras raras me condujeron a conocer la ciencia ficción
En mi experiencia personal, la acción de buscar el significado de una palabra extraña en un texto literario me hizo saltar desde las letras a las ciencias, y viceversa. Por ejemplo, la búsqueda del significado de los vocablos astrofísica y cosmos me ha motivado a conocer detalles de astronomía propios de los especialistas.
Me llevó a interesarme tanto por investigar el espacio que buscaba afanosamente información en periódicos y revistas, en los informativos de radio y televisión de los años ‘60 y ‘70. Viví apasionadamente la competencia entre la Unión Soviética y los Estados Unidos por la conquista sideral.
Recuerdo que los soviéticos colocaron un aparato en la luna que les enviaba mucha información científica. Con ello, se fueron adelante. Luego, los norteamericanos llegaron más lejos cuando su astronauta Neil Armstrong es el primer ser humano que puso pies en nuestro satélite. Fue una verdadera fiesta para mí y otros jóvenes que investigábamos en Hato Mayor cada día sobre esos viajes.
Constantemente buscaba detalles del espacio exterior, éter, asteroides, galaxias, hoyos negros. Se me ocurrió escribirle a la embajada norteamericana, y me enviaron un valioso libro con los últimos avances sobre el tema, el cual leí enseguida.
De los astronautas a los argonautas
Pensaba estudiar para hacerme astrónomo y astronauta. Obviamente, luego me dí cuenta de que esa no es una carrera universitaria ni siquiera en Estados Unidos. Pero continué mi sueño de conocer y conocer más sobre el asunto.
Y qué bueno que no abandoné mi amor por saber el significado de palabras raras, pues así me interné y me interno todavía en la exploración de los misterios de la mecánica cuántica, astros, etc. Por ese camino fui a parar al rico campo de la literatura fantástica y la ciencia ficción. Supe de Julio Verne, H. G. Wells, Isaac Asimov. Descubrir esa forma de combinar la imaginación y la información, la inventiva y la ciencia, nos brinda unos deleites increíbles.
Por una ruta parecida encontré la riqueza inmensa de la antigüedad griega. En los libros de historia universal de la escuela secundaria había visto algo de las tradiciones de esa cuna mundial de la cultura. Pero lo que más me impulsó a entrar en ella fueron los paquitos o tira cómicas, de los que era fanático en mi adolescencia, y en los que encontré palabras para mí raras en ese entonces, como el Olimpo donde vivían los dioses, Zeus, Palas Atenea, Afrodita, Hera. Exploré sobre ellos en diccionarios y enciclopedias y supe que formaban parte de un fantástico y seductor mundo llamado mitología griega.
Así conocí el grandioso mito de Jasón y sus argonautas tras el vellocino de oro que debían arrancarle al terrible Dragón de Cólquida, que lo cuidaba. Luego salté a la Ilíada y la Odisea, los exquisitos libros-poemas de Homero, con su héroe Odiseo, quien al finalizar la guerra de Troya, entre riesgos y calamidades, regresa a Itaca, su pueblo, y se encuentra con su amada Penélope.
En conclusión: una palabra rara puede motivarnos a abordar lecturas que enriquecen nuestra vida.