Hoy, trataremos de encontrar los lazos entre poesía y tao. Dos actividades del espíritu y la mente, de emoción y reflexión. ¿Dónde se unen tao y poesía? ¿Qué hay de poético en uno y de taoísmo en la otra? La respuesta a estas dos preguntas son la clave de los lazos que abrazan y separan a ambos elementos. Me parece prudente empezar por intentar definir a cada uno. Luego explorar para conjeturar qué hay de una en el otro y del otro en la una: si hay una taosía y una poetao.
¿QUÉ ES LA POESÍA?
Difícil definirla. Pero podemos aventurar unas aproximaciones a la idea. Es claro que las definiciones no son asuntos de poetas sino de filósofos, científicos, críticos. De investigadores más que de artistas. No obstante, daré preferencia a la de los poetas, aplicando el no siempre cierto principio popular de “zapatero a tus zapatos”.
Los bardos Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Octavio Paz lo intentan. El primero se desmonta de su Platero y Yo, y nos dice que es “un intento de aproximación a lo absoluto a través de símbolos”. Para el autor del Cante Jondo, es “la unión de dos palabras inesperadas que forman un misterio”. El creador de Piedra de Sol afirma que “cada poema es único, pero cada lector busca algo en él que ya llevaba dentro”.
Sin pretender compararse con los tres geniales poetas citados, espero que cada lector se lance al peligroso abismo de proponer la suya. Mientras tanto, yo, aunque sin la prestancia, profundidad y prestigio del trío de maestros, me atrevo humildemente a proponer la mía.
Conjeturo que la poesía es el arte de decir con palabras lo que aparentemente no puede decirse con palabras. Es transformar, trascender, deformar el significado de los vocablos para penetrar a la oscuridad de las cosas y dar a luz, nacimiento, vida nueva, a su misteriosa verdad. Desnudar la esencia de su profundo ser.
ACTITUD DE LA POESÍA.
La del observador activo, vivo. Que busca ser lo mirado. Seducido por las cosas que él también seduce al impregnarle sentimientos. La poesía celebra las impresiones que del mundo dimanan y se vuelven ideas vivas, emociones sublimes.
Por ello, poesía y tao tienen en común que los dos son actitudes y aptitudes. Hay en ambos una capacidad y voluntad que actúan y se dejan actuar, toman y dan, abrazan y se abrasan.
¿QUÉ ES EL TAO?
Casi imposible penetrar en el bosque de ideas y dar con el árbol del concepto. Es el arco que une a oriente y occidente con el meditar, que es superior al pensar, es lo que integra al humano a la naturaleza. Con el silencio, superior a la palabra.
En España o Francia, lo mismo que en la India o China, lo simbolizan el Yin y el Yang con los semicírculos unidos y sus ojos blanco y negro.
Para Lao Tse, “trata de formar sabios bondadosos”. En Confucio son “modelos de santidad”. Llevan su símbolo en el cuello los discípulos de la Orden de San Juan, y en la capa los comendadores de la Orden de San Antonio Abad.
Es el camino cuyo sendero y dirección no pueden verse sino solo sentirse, y que para cada uno es nuevo, no andado, y lo llevamos a toda conciencia y a toda inconsciencia, En esa senda nos deshacemos de nuestro ser personal o colectivo para dar paso al fluir en el que todo se transforma de instante en instante en un perenne aparecer y desaparecer.
ACTITUD DEL TAO.
La del observador receptivo, transparente. Que busca ser espejo. Que desaparece su yo, al transparentarse para que solo se vean las cosas, y se convierte en las cosas. Fluye en poesía y tao, los cuales tienen en común es que los dos son actitudes en que las voluntades se sublimizan y las aptitudes se esfuman.
Cuando los seres o aconteceres son escandalosos, chocantes, el tao no los enfrenta, sino que los encamina, reinterpreta y transforma con su sola mirada, su inmóvil observación, en objetos de felicidad, por más tristes y amargos que sean. Nos lleva por esa sutil ruta a la paz. Porque todo lo que sucede ha de aceptarse. La aceptación es la raíz de la verdad. Da felicidad, paz y trascendencia de lo fugaz, inmediato, casual, momentáneo.
La aceptación vuelve al estruendo música, al conflicto en armonía. Transmuta al ser en no ser, que es la felicidad. Esa que sentimos cuando desaparecemos en comunión con una obra de arte, una persona, credo, que provocan esa emoción capaz de lograr su objetivo ideal: la fusión del consciente bajo el dominio del inconsciente, del observador fundido en lo observado.
El próximo domingo, continuamos el tema.