Roma. El tiempo corre en contra de las organizaciones humanitarias que intentan aliviar la crisis alimentaria en Haití y el Corredor Seco centroamericano, donde unos siete millones de personas están sufriendo los efectos de una prolongada sequía acentuada por El Niño.
Ese fenómeno meteorológico es el culpable principal de que esas dos zonas de América Latina estén marcadas con rojo en la lista de emergencias elaborada por las agencias de la ONU dedicadas a la alimentación y reunidas esta semana en Roma para afinar sus estrategias.
Y es que la peor sequía en décadas en las zonas semiáridas de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua ha puesto a más de 3,5 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria.
También necesitan ayuda humanitaria 3,6 millones de personas en Haití, de las que 1,5 millones padecen hambre de forma severa, según cifras de Naciones Unidas.
A pesar de que El Niño es un fenómeno cíclico, el analista del Programa Mundial de Alimentos Rogerio Bonifacio explica que en esta ocasión, además de ser especialmente intenso, se ha producido tras varios años de condiciones “desfavorables».
Desde 2013 las lluvias se resisten a caer en Centroamérica y la sequía ha echado a perder las primeras cosechas de 2014 y 2015, responsables del 70 % de la producción de maíz.
La escasez continua de alimentos igualmente se ha notado entre la población más pobre de Haití, que acumula ya tres años de dificultades en el campo. En esas circunstancias, no es de extrañar que el 10 % de los hogares haitianos tenga algún miembro que ha emigrado.
“Cuanto más dure la crisis, más difícil será recuperarse. La gente termina vendiendo sus activos y conteniendo otros gastos, como en educación”, sostiene Bonifacio, que ve necesario aumentar la respuesta a través de los programas de emergencia existentes o creando otros nuevos.
Según el asesor de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la Naciones Unidas Greg Puley, solo se ha conseguido financiar una cuarta parte de las necesidades humanitarias derivadas de El Niño en América Latina y el Caribe.
La competencia por los recursos está reñida, con numerosas crisis simultáneas en el mundo, si bien no hay que bajar la guardia con El Niño.
Así como la intensidad del fenómeno meteorológico disminuirá este año, los expertos alertan de que la vulnerabilidad de los hogares, los precios de los alimentos básicos y las necesidades humanitarias irán en aumento.
Eso sin contar con la esperada llegada después de La Niña (marcada, a diferencia de El Niño, por el enfriamiento de las aguas superficiales del Pacífico) y sus efectos adversos.
Entre las acciones concretas, las agencias de la ONU están revisando la estrategia en Haití (de unos 100 millones de dólares) y han lanzado un plan para Honduras y Guatemala (102 millones) y otro para El Salvador (45 millones) con vistas a coordinar la ayuda urgente y mejorar la resiliencia frente a la sequía.
Sobre el terreno ese apoyo se traduce -por ejemplo- en la entrega directa de alimentos, dinero en efecto o cupones de compra, así como en la distribución de semillas y piensos para el ganado.
Por si la crisis alimentaria no fuera poco, los países afectados por El Niño afrontan, además, la emergencia del zika.
Como detalla Puley, los mosquitos vectores de ese virus pueden reproducirse más rápido allá donde las aguas que antes fluían se quedan estancadas como consecuencia de la sequía. Solo en El Salvador hay más de 9.000 casos sospechosos de contagio, según las autoridades.
El riesgo de contraer la enfermedad ha aumentado en Perú, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Argentina y el sur de Brasil por la mayor humedad.
Y si en Centroamérica falta agua, en el sur las intensas precipitaciones han afectado a decenas de miles de familias de Argentina y Bolivia.