VIRTUDES QUE VEO EN LA POESÍA DE MANUEL MORA SERRANO
En mi artículo del domingo pasado, terminé la serie de cuatro entregas sobre el poema “Génesis de los Mulatos”, del mencionado autor. Pueden encontrarlos todos en mi muro de Facebook o en el website del periódico Hoy. El primero se refería a su proeza de hacer que los mulatos sustituyeran a Dios en la creación del mundo. En segundo trata su creativo juego de presentar a la etnia mulata como superior. Aunque no creo que él piense que exista etnia humana superior a las demás. El tercero muestra cómo el poema abreva en sus antecedentes literarios nuestros y los trasciende. El cuarto y último es sobre su tratamiento al mito de la superioridad sexual mulata.
Con esos señalamientos, mido el grado e intensidad que hacen único el poema, pues esas señales son las que determinan la mayor o menor calidad de una obra de arte. Mientras más innovadores más inolvidables, emocionantes, profundos e intensos son los recursos que emplea, mayor es la importancia del poema dentro del decurso sincrónico y diacrónico de la poesía como género. Ya sea a nivel nacional, regional, idiomático, mundial e histórico del quehacer poético.
OCHO VIRTUDES DEL POEMA “SINFONÍA EN MIEDO MAYOR”
Ahora, paso a hablar de las virtudes del poema que refiero en el título de esta entrega. En artículos posteriores, desarrollaré el análisis de cada una en detalle.
Primera: intensa extensión, que se nota a simple vista en este poema, como recurso sobrecogedor, seductor. Con esto, el autor, al igual que otros grandes poetas, rompe el mito de que lo breve es superior a lo extenso. Es característica también notable en la pieza anteriormente comentada por mí: “Génesis de los Mulatos”.
Segunda: temor amoroso, sentido por el poeta ante el cuerpo y la figura de la mujer. Queda subrepticiamente establecido el miedo del adulto mayor ante el huracán de carne hecha labios superiores e inferiores, dedos, brazos, piernas, entrepiernas, en fin, la hembra toda.
Los temblores se sienten entre líneas, bajo cada verso, verbos, sustantivos, adjetivos, frases, en los intersticios, espacios en blanco, y hasta en cada romano serif o gótica presentación de las letras. Lo asusta el furor juvenil, que lo arrastra al paroxismo y al mismo tiempo al terrible “Miedo Mayor”.
Tercera: musicalidad, con su ritmo, tonalidad prosódica, aires sonoros, que nos recuerdan la existencia prístina de la poesía: su condición de arte oral, coral, declamado, más dirigido al oído que a la vista.
Cuarta: erotismo altísimo, sentido en cada verso, que asciende a unos grados de pasión que recuerdan los efluvios juveniles de las discotecas, donde sonido y luces estremecen y enajenan a los jóvenes, envueltos en la pasión musical y danzaría. Furia sexual del deseo de ser poseído por la mujer como si poseyera el mundo, como si todo el ser de ella se vaciara a borbotones en él.
MÁS VIRTUDES DEL TEXTO
Quinta: repetición creativa de palabras que no aburren. Que a pesar de que podrían ser sustituidas por sinónimos, el poeta prefiere repetirlas. En eso, emula la virtud de la música, que vuelve y revuelve de forma continua a tonos, notas, compases, movimientos.
Sexta: claridad metafórica, donde los tropos son trabajados con una mezcla de visiones en que se entrecruzan un barroco claro y expresivo con un simbolismo que sugiere sin esconder, de una sutilidad que se combina con la expresión violentamente nítida del romanticismo más crudo y terrenal y al mismo tiempo celestial y tierno.
Séptima: protagonismo femenino sexual, que es la idea de la mujer como protagonista del amor, y el hombre su esclavo en el proceso, con lo cual cambia los viejos roles del macho como conductor del proceso de hacer el amor, maestro de pasiones.
Octava: ventajosas influencias, es la última cualidad hallada hasta ahora en mis observaciones, aunque puedan aparecer más. Me refiero a cómo el poeta aprovecha a su favor el retumbar en su mente y obra de los grandes creadores. Evidentemente, en toda obra y autor laten los grandes maestros que los marcan para siempre. Mora Serrano consigue salir vivo del paso de entre las patas de los caballos de Whitman; del ruido seco de los trenes de Vallejo, y simultáneamente cosecha frutos propios de esas lecturas.
El próximo domingo, continuo con el placentero ejercicio de interpretar esta magistral pieza de nuestro poeta Manuel Mora Serrano.