ALERTA. Virtudes poéticas, narrativas y éticas de Ana María Céspedes

ALERTA. Virtudes poéticas, narrativas y éticas de Ana María Céspedes

Juan Freddy Armando

La barda apasionada

Aprecio y valoro el talento de Ana María Céspedes, poeta y narradora dominicana de la diáspora. Sus versos nos muestran que estamos ante una autora que sabe contarnos la historia de una emoción en cada texto, que es el rol de bardos y bardas. Sabe convertir un singular sentir momentáneo en una pieza lírica capaz de hacerlo permanecer en nuestra mente y corazón cual conocimiento y placer estético, dolor hecho deleite o llanto transformado en caricia.

En ella el verso rítmico suena cual canción. Con palabras, sílabas y acentos precisos. No abusa de la metáfora como un adorno exagerado y sobreabundante, como suelen hacer los falsos poetas. No. Acude a las imágenes líricas cuando el verso mismo las llama. Por eso sus tropos son peces verbales nadando en el agua del texto de forma natural y espontánea, hechos necesidades comunicacionales al servicio de la idea que quiere expresar.

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La novelista testimonial

Respecto a la narrativa, sus cuentos breves y brevísimos son un encanto para nuestra lectura.  Cabe observar que posee mayor dominio de la narración larga. En su excelente novela inédita “Mujeres rotas”, refiere de forma desenfadada las desgarradoras situaciones vividas por las mujeres inmigrantes en esa España de nuestros amores y dolores, donde la autora ha residido durante más de 30 años.

Esas mujeres dominicanas y demás países de América, África y otras regiones del mundo, son tres veces sufridas en España: 1. Reciben el estigma étnico y racial de ser mayoritariamente negras o mulatas. 2. Debido a su condición de latinoamericanas provenientes de un subcontinente despreciado por el europeo en general y el español en particular. 3. A causa de ser con frecuencia personas pobres, de un mediano, bajo o bajísimo nivel educativo, generadores de hábitos culturales chocantes en Europa, y además las arrastra y lanza al abismo del autoexilio económico y las condena a labores vistas como de poca monta o humillantes; por ejemplo, la de trabajadoras domésticas o prostituta que algunas se ven obligadas a ejercer. Se evidencia en ellas la triste sentencia de la canción de León Gieco: “Desahuciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente”.

Ana Mariea Ceespedes poeta y narradora dominicana.
Ana María Céspedes

La escritora Ana María Céspedes nos ofrece los crudos y dolorosos retratos de esas féminas. Y como contrapartida, esboza la imagen de su alta dignidad personal, su capacidad de lucha en la búsqueda de conseguir el sustento que sus hijos esperan y desesperan en sus hogares de origen del otro lado del mundo.

Céspedes también nos hace ver la batalla de estas guerreras de la sobrevivencia social por mantener su honor, respeto y vergüenza personal. Igualmente, los éxitos alcanzados por su denodado esfuerzo para superarse, estudiar, adquirir una profesión digna y bien remunerada, y por hacer cambiar el concepto que sobre mujeres y hombres latinoamericanos y mulatos se tiene en el viejo continente.

Me parece que cuando esta novela sea publicada sus lectores no solo conocerán el complejo mundo de esas mujeres. También disfrutarán de bien narrados diálogos y peligrosas situaciones en su aventura de vivir.

La escritora comprometida

Obviamente, la labor literaria de Ana María Céspedes no es una simple diversión de una emigrante que usa sus momentos de ocio para solazarse y entretenerse garabateando sus observaciones. Tampoco su actividad literaria es la de una fantasiosa buscadora de fama o dinero con sus letras. No. Esta escritura tiene su origen en su profunda convicción de militante revolucionaria de larga data, de luchadora por los mejores intereses de su pueblo dominicano. He ahí la base conceptual y vivencial, los principios y utopías que sirven de sustento a su actividad como creadora interesada en difundir valores éticos y morales, y rescatar al pueblo dominicano y a los pueblos del mundo de las cadenas provocadas por las miserias que los oprimen y por quienes durante siglos los han explotado y expoliado.

Esto inscribe a nuestra autora en la corriente que en los años ’60 del pasado siglo XX se llamaba -y creo pertinente seguir llamando hoy- artistas comprometidos. Entre los cuales están (salvando las distancias entre ella y ellos) Julio Cortázar, Juan Bosch, Pablo Picasso, Blanca Varela, Gabriel García Márquez, Ramón Oviedo, Dulce María Loynaz, Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Aída Cartagena, Pablo Neruda, Ada Balcácer, César Vallejo, cuyo sentido de la responsabilidad social y humana los llevó a convertir sus textos en testimonios de las vicisitudes sociales del ser humano sin menoscabo de la alta calidad y trascendencia perenne de sus textos dentro de la historia universal del arte.