El dicho “a rey muerto, rey puesto” se refiere a que nadie es imprescindible en la vida, cuando alguien no está, se remplaza con otro. Algunos historiadores se lo adjudican al rey de España Felipe V (1683-1746) durante el asalto al castillo de Montjuic, en Barcelona, España, cuando un soldado le implora al rey que se saliera del área de batalla diciendo que soldados habían miles pero rey solo hay uno.
El rey valientemente le contestó “si el rey muere, otro habrá, que a rey muerto, rey puesto”.
Lewis Wallace, escritor norteamericano nacido en el 1827, dedicó dos años de su vida a investigar sobre la vida de Jesús de Nazaret, provocado por la incredulidad en materia religiosa que las declaraciones de Robert G. Ingersoll, prestigioso abogado norteamericano, habían influido en él, quien negaba públicamente la existencia de Jesús y quien le propuso escribir un libro donde presentara pruebas de que Jesús nunca fue real y la gente creyente estaba equivocada.
A Wallace le pareció un reto interesante y se dedicó a la captura de información para elaborar su obra. Consultó manuscritos antiguos, acudió a fuentes originales de la época de Jesús y escudriñó cada sitio por donde se decía que había estado Jesús. Adquirió tanta evidencia que se convenció de que tanta perfección, excelencia, sabiduría y bondad tenían que venir de un hombre no común, provocando su gran arrepentimiento.
Como resultado de su investigación, Lewis Wallace declaró que había encontrado al Salvador del Mundo y su salvador personal. Como testimonio, en lugar de escribir el libro probando la mentira de Jesús, escribió la novela “Ben Hur”, donde lleva a su protagonista a un encuentro similar con Jesús.
Esta famosa novela fue llevada al cine, ganando 11 oscars. Cada año para Semana Santa es frecuente verla por algún canal de televisión.