Algo de todo

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Elsa Ramírez de Miura

En el adulterio siempre existe “otra” persona además de la pareja. La palabra “otro” proviene del latín “alter” de donde se creó la palabra “adultarare” que significaba modificar fraudulentamente la composición de una sustancia para hacerla pasar por otra. También se derivó “adulterium” que luego se convirtió en “adulterio”… todo por el “otro/a”.

El 10 de agosto de 1897, Felix Hoffmann, químico y farmacéutico alemán, creo una formula pura y estable de ácido salicílico, llamada Aspirina, “A” por acetilo; “spir” por spirea que es un arbusto fuente alternativa de ácido salicílico; y “in” que es la terminación usada para fármacos en el siglo XIX.

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Desde hace un tiempo han surgido evidencias que ponen en duda si realmente Hoffmann fue el único creador, pues se dice que Adolf von Bayer, con quien Hoffmann estudió y trabajó, admitió privadamente que Arthur Eichengrun tuvo mucha incidencia en su descubrimiento, aunque públicamente siempre lo negó. Arthur Eichengrun afirmó ser el inventor real de la aspirina después de la Segunda Guerra Mundial, pero por su condición de judío, lo opacaron.

Se descubrió que muchos de los argumentos del judío Arthur Eichengrun eran convincentes. De hecho, cuando la farmacéutica Bayer solicitó una patente, resultó que el ácido acetilsalicílico se había sintetizado antes, a pesar de que probablemente no era tan puro como el de Hoffmann.

En 1899 se lanzó el producto de Hoffmann por primera vez bajo el nombre comercial Aspirin, inicialmente como un polvo empacado en botellas de vidrio. Fue tal su éxito que la Aspirina convirtió el nombre de Bayer mundialmente famoso como ningún otro medicamento.

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