Me comentó un conocido que cuando no quiere roncar en la noche, toma una cucharada de aceite de oliva, justo antes de acostarse a dormir.
La invención del ajedrez ha sido atribuida en diversas épocas a griegos, romanos, persas, escitas, egipcios y árabes; ciertamente cada pueblo lo implemento haciendo ciertas modificaciones. Sin embargo, hay quienes aseguran que surgió en el Indostán aunque no se precisa en qué época.
El ajedrez se llamó “chaturanga” haciendo referencia a las cuatro alas o “angas” del ejército indo: elefantes, carros, caballos e infantería. Desde la India, el juego se difundió hacia China, Corea y Japón. Desde Rusia cruzó a Escandinavia, Alemania y Escocia. En el siglo VI, el Chaturanga se conoció en Persia donde adquirió un gran apogeo. Los persas eliminaron los dados y cambiaron su nombre a “chatrang”, y luego a “shatranj”. De allí aún se conservan algunos términos, como “jaque mate” derivado de “Sha mat,” o “rey derrotado”.
El Shatranj llegó a España con los árabes y su nombre cambio a “axatraz” y luego “axedrez”. La “torre” o “roque” deriva del persa “ruck” (roca) que los persas llamaban a sus carros de guerra. De ahí sale el nombre de “enroque”, una jugada de rey y torre al mismo tiempo. El nombre “alfil” proviene del árabe “fil” o “elefante” que representaba el ala de los guerreros que combatían montados en paquidermos. En ingles, al alfil comenzó a llamársele “bishop” (obispo), término atribuido a los monjes ajedrecistas.
El primer torneo de ajedrez no oficial se jugó en Madrid en 1575 y el primero torneo oficial en 1851. Las piezas de ajedrez que conocemos hoy las diseñó el inglés Howard Staunton.