Se acaba de estrenar la película República del Color, una idea original del realizador Héctor Montás, quien me regaló la felicidad de poder escribir el guión.
Para hacerlo, me entregó varios tomos de la Historia de la Pintura Dominicana, del más erudito de los críticos de artes plásticas dominicanos: Danilo de los Santos, textos que tuve que trabajar con la fruición de una estudiante.
Como conocimiento anterior, solo contaba en mi haber con tres experiencias:
1.-Haber impartido una clase sobre género, llamada UNA MIRADA DE MUJER, para lideresas indígenas de Bolivia, Colombia, Venezuela, Perú, y Brasil, en un curso sobre documentales que se impartió, por inicitiva de Tanya Valente, entonces directora de la Escuela Internacional de Cine, de San Antonio de los Baños;
2.-La escritura y dirección del guión que sirvió de apoyo al lanzamiento de las Memorias de mi esposo Fidelio Despradel, titulado“Memoria Viva”, el cual se inicia con un poema de Jacques Viau sobre la memoria; continua con las reflexiones delpoeta y narrador Don Marcio Veloz Maggiolo sobre la memoria; y se estructura en base a una serie de entrevistas a personas fundamentales en la vida de Fidelio; concluyendo con Mercedes Sosa y su homenaje a los héroes.
3.-La elaboración de un guion, conjuntamente con Esteban Martin y Héctor Montás, para una película que se llama ENTRE ARENAS, co-producción dominicana y argentina, que tiene como objetivo promover a Bariloche y Punta Cana, como lugares turísticos, a través de la historia de dos profesores de danza: uno de tango y otra de bachata, que se encuentran en Bávaro.
En el último guión se trabajó durante más de un año y todavía estamos esperando la respuesta final de los Ministerios de Turismo de ambos países, para una filmación que espero será tan divertida como la de República del Color, donde meintegré a un colectivo de jóvenes artistas que me hizo sentir parte del elenco de una delas antiguas y medievales compañías itinerantes de teatro, o circo.
El colectivo, viajó por España y Francia, tras las huellas de los pintores españoles refugiados de la Guerra Civil española, y en el país por sus reservas de belleza en todas partes. Sólo las anécdotas producirían un libro que, por su frescura, enseñanzas y risas, podría convertirse en un bestseller. Estas oscilan entre la profunda capacidad de observación del jovencísimo director de la película, Héctor Valdez, precoz intelectual; la risa de Frankie Báez, y la preocupación por su pelo, en función del tórrido romance que mantiene con la más bella de todas las actrices dominicanas; el atento oído de David, el sonidista; la súper eficiencia de Carmen Padró, como directora técnica; la capacidad de dirección de Héctor Montás, reconocida por sus múltiples y bellísimos videos y la enternecedora experiencia de compartir con una pareja de recién casados su incipiente pasión y sus cuidados. El capitán Rosado se aseguraba de que todos nos sintiéramos seguros en lugares por donde nuestro paso provocaba revuelo, y todos querían ser “extras”.
Después de estudiar, estudiar y estudiar,produje mi primer borrador. Si los ejes transversales del video eran la luz y el color en la pintura dominicana, entonces debíamos comenzar por el paraíso tropical que era la isla de Quisqueya o Ayití, y la manera como los tainos manejaban su deslumbramiento, y con zumos de raíces y plantas, y polvo de piedras, reproducían su cosmovisión.
¿Cómo se alteró esa cosmovisión con la llegada de los colonizadores y cuáles fueron las primeras impresiones pictóricas, de los visitantes? Y, ¿por donde andaban el color y la luz en esos años?
La estructura del guión, discutida paso a paso con Héctor, respondía a mi experiencia teatral, donde trama y diálogo se complementaban para dar paso a una historia donde un narrador, o narradora, omnisciente, como Orson Wells (en el video sobre las pinturas en el Museo de Londres), evaluado una y otra vez por nosotros, iba guiando una visita al Museo y deteniéndose en las obras que son su patrimonio.
El problema era el tiempo. Si iba a ser un documental no podía pasar de 40 minutos, de ahí que se decidiera convertir República del Color en una película, pero el problema seguían siendo los tiempos. ¿Tiempos de qué? De atención del, o la videasta.
Y esa fue mi primera gran lección: los tiempos del teatro, de la literatura, no son los del cine, sobretodo los del cine de hoy, con sus vastos recursos musicales y tecnológicos. Dos películas me servían de modelo de lo que hoy no se puede hacer: “Copenhaguen”, interminable diálogo entre dos amigos científicos a quienes la Segunda Guerra Mundial inevitablemente separa, de gran interés para conocedores del género, pero que adormece hasta al más interesado en esos temas; y la celebrada trilogía “Abu”, del cineasta bengalés SatyajitRay, con música del mayor de los virtuosos de Sitar RaviShankar, donde se entremezclan el seguimiento a la vida de un niño, hasta su adultez, con la muy bucólica vida del campesinado absolutamente pobre de la India.
Solo un público interesado en la parte técnica del filme aguanta las tres películas sin cansarse y aprecia la fotografía, que es la gran protagonista de esta secuencia que es un clásico del cine y sirvió de modelo a otras sagas, o historias de familia, como El Padrino.
El segundo gran aprendizaje es que quien escribe un guión es como una de esas madres de vientre alquilado. Una vez lo vende, o coloca, ya no es suyo. Por eso por fin entendí una frase que una vez le escuche al teatrista Henry Mercedes, quien decía que el mejor dramaturgo, o dramaturga, era el que estaba muerto, porque no podía insistir en la fidelidad a su texto, y permitía que este fuera el pretexto para una obra de teatro.
Como comprenderán, para un autor o autora, esas frases sonaban a sacrilegio,porque para nosotros la palabra es siempre lo que importa, o lo que trasciende. Desconozco cuantos montajes se han hecho de Hamlet, pero lo que nos ha sido legado del poeta y dramaturgo Shakespeare, son sus palabras, sus diálogos, su imaginería, su poética.
Es por eso que encuentro irónico que después de un proceso donde como autora me he tenido que desprender de mi sentido de pertenencia, alguien haya planteado que el guion “no tiene estructura académica y formal” y es apenas “un ejercicio de edición”, porque una vez en manos de editores un guión pasa a responder a las necesidades técnicas del cine de hoy, a lo que captura a un público mal educado por Hollywood y sus “agentes secretos” en un ritmo y una velocidad que dejan poco a la reflexión y la poesía.
Escribir un guión y ser testigo de sus resultados finales es una lección invaluable, que agradezco a Ingenio Lateral y a los dos Héctor; leer ciertas “criticas” me corrobora una permanencia de prejuicios que fomenta el malentendido y el mantenimiento de la ingratitud en el mundo.
Hay mucho mal “cine” que manipula los peores prejuicios de clase, sexo y raza y contribuye a la deformación de la visión de la vida, de la juventud dominicana. Ahí está el desafío.