El domingo pasado “conversamos” de las epilepsias del lóbulo temporal, que como tema controversial que es, ha generado numerosos comentarios, en su mayoría muy gratificantes, pero algunos hasta insultantes. Bien sabemos que el fanatismo y las frustraciones enceguecen pero opino que para usted defender su punto de vista no es necesario agredir al otro, pues nadie es dueño de la verdad absoluta. Hay personajes que por su nimiedad, a mí solo me generan lástima, pues mi filosofía de vida guarda estrecha relación con el vuelo del cóndor del Colca. Recordemos al condenado por la Inquisición, el inmenso Galileo Galilei quien dijo: “Eppur si muove”, en español: “y sin embargo, se mueve”. Siguiendo con las epilepsias, veamos esta famosa novela que describe en detalles muchas distorsiones que se producen en la percepción visual.
En una de mis tantas visitas a Oxford hice el tour denominado la ruta de Alicia en el País de las Maravillas para rememorar mi infancia. Mi padre fue un hombre muy justo, de un trato afable pero enérgico: cuando en mis años infantiles cometíamos una falta en vez de darnos “un pescozón”, nos sentaba y nos obligaba a leer un libro, lo que considerábamos en ese entonces el “peor” de los castigos, pues era una verdadera tortura escuchar a los amiguitos jugando fuera y usted “por obligación” leer en contra de su voluntad, había que leerlo y luego explicárselo, pues si no, no había cena. Hoy se lo agradezco, pues indujo en mí un hábito que hoy necesito realizar todos los días, para mi íntima alegría.
Una de esas lecturas “constreñidas”, fue la novela Alicia en el País de las Maravillas, de la autoría de uno de los escritores británicos más famosos de todos los tiempos, Charles Dogson, más conocido como Lewis Carroll.
Este autor era profesor del Christ Church College, donde conoció a la niña Alice. El tour de Oxford se inicia en una tienda llamada Alice’shop, descrita en la novela junto con paisajes y costumbres del Oxford del siglo 19, pasando por el Cathedral Garden. Se considera que la puerta de esta catedral es la entrada al país de las maravillas. Luego de un recorrido por todo Oxford visitando los lugares que los relacionan, termina el tour en el Museo de Oxford, donde se exponen objetos personales de Alice y Lewis, manuscritos del autor y todas sus obras.
La novela menciona la madriguera, el conejo blanco, el sombrerero, el gato, etc. En cada caso hay descripciones de alteraciones de la realidad visual tan descriptivas, que hacen suponer que el autor padecía de epilepsia del lóbulo temporal. Hay una entidad neurológica que se denomina el síndrome de Alicia en el País de las Maravillas, muy asociado a migrañas, epilepsia, drogas alucinógenas, tumores cerebrales y algunos medicamentos, etc. Este síndrome, descrito por primera vez por el psiquiatra C. Lippmann en 1952, se caracteriza por episodios breves de distorsión de la percepción de la imagen corporal y los objetos.
Veamos algunas de esas alteraciones de la percepción visual que incluyen: alteración de las formas (metamorfopsia), que implica que usted ve las cosas deformadas; cambios en el tamaño de las cosas (macropsia y micropsia), usted las ve o muy grandes o muy pequeñas; situación espacial de los objetos (teleopsia, efecto zoom) se ven las cosas más lejos de lo que están; distorsión de la imagen corporal (macro y microsomatopsia), que son alteraciones en la dualidad física y somato psíquica, prosopagnosia (incapacidad de reconocer las caras): imagine por un momento que usted no reconozca los rostros de familiares y amigos. Como vemos se desprende lo anterior, para poder tener la genialidad de escribir esa novela, el autor de seguro experimentó varias de estas alteraciones sensoriales.
Han pasado 151 años de su publicación, mayo del 1865, ¿era Carroll realmente un epiléptico o un migrañoso con auras? No debemos olvidar que en esa época se usaba libremente el Láudano, un brebaje alcohólico que contenía opio (alucinógeno), permitido en ese tiempo. Pero lo que como neurólogo sabemos, que esa genialidad tan descriptiva de todas esas “deformaciones visuales”, no se logran tan bien en condiciones normales. En la sección digital de esta columna del pasado domingo, deseo agradecer públicamente los juicios del señor R. Alberto, ¡mil gracias!