Vuelven a producirse quejas, a propósito de la puesta en marcha de la operación Calamar, porque los allanamientos a los imputados se produjeron en horas de la madrugada, con nocturnidad y alevosía, lo que esos críticos consideran un atropello innecesario y una violación a su presunta inocencia, además de que los avergüenza delante de sus familiares y vecinos.

Por eso hay que preguntarle a esos críticos preocupados por la correcta administración de justicia y el derecho a la buena fama de los encartados si hubieran preferido, en cambio, que los allanamientos se hubieran realizado en horas laborables, y que en lugar de ir a sus casas y darle de qué hablar a los vecinos los representantes del Ministerio Público y los policías que los acompañaban se presentaran, con todo su aparataje, en sus oficinas, negocios y empresas para llevárselos presos delante de todos sus relacionados. ¡Las redes sociales se darían banquete y el escarnio social sería aun mayor, pues serían sus empleados, amigos y socios los que subirían los videos del suceso a las redes sociales, donde permanecerán para siempre en la famosa nube!

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No discuto que podría haber otras formas más elegantes y discretas de aprehenderlos para que respondan a la acusación de haber supuestamente estafado al Estado dominicano con más de 19 mil millones de pesos, como sería enviarles una bonita tarjeta en la que se les solicita amablemente que cuando se lo permitan sus ocupaciones y lo consideren oportuno, visiten la Procuraduría General parar tratar asuntos pendientes. Pero es probable que en lugar de atender esa cordial invitación se hubieran dirigido derechito hacia los aeropuertos de Punta Cana y Las Américas para poner pies en polvorosa, pues siempre será preferible que digan aquí corrió que aquí cayó preso.

Y, en honor a la verdad, no se les habría podido culpar, pues las cárceles dominicanas no son un lugar apropiado para que gente así pase unas vacaciones forzosas con todos los gastos pagados.