Alpiste y armonía

Alpiste y armonía

Carmen Imbert Brugal

La sagacidad de la tiranía trujillista sedujo la quintaescencia del pensamiento dominicano. Pléyade irrepetible que ofreció su brillantez y laboriosidad al régimen. La vanidad y la competencia para ganar el favor del tirano se convirtieron en motivación más que suficiente para abandonar principios y valentía.

La suma de talento y servilismo fue marca de esa elite y de la época. La redacción de columnas, conferencias, reportajes, cátedras, discursos, plagados de ditirambos a favor del “jefe” avalaban la lealtad, auscultada y medida con esmero por atentos paniaguados.

Fue constante la invención de títulos, reconocimientos, homenajes para el mandamás, consagrado por el Congreso “Benefactor de la Patria” con apenas dos años al mando.

La obsecuencia permitía el disfrute de funciones públicas, de protección y estabilidad para la familia, gracia que se perdía con el menor traspié.

La dignidad se arriesgaba sin rubor, estar en el reino compensaba el sacrificio. Uno de los “consejeros conspicuos”, como bautizó a esa claque Joaquín Balaguer, nunca disimuló su condición. Cuando se percató que el sátrapa celebraba el descaro inteligente no escatimó espacio para subrayar su linaje de botafumeiro.

En una ocasión el tirano, aún en cierne, mencionó su silencio, su apagado cantar, sin ambages ni arrepentimiento, Arturo Logroño, se atrevió a sugerirle: “Dele alpiste al canario y oirá como canta”.

La armonía existente hoy en el país, la epidérmica confraternidad que permite la percepción de paraíso terrenal, provoca hurgar en las propiedades del alpiste, cuando el consumo trasciende la alimentación de las aves.

Las luchas en procura de la vigencia de derechos en la República Dominicana, nunca tuvieron como propósito el pensamiento único, la opinión quieta o aquietada.

Este es un periodo casi de contemplación mística, sin disidencia. Una manera diferente e inusual para enfrentar el poder y participar en el quehacer público, como si tratara de un acuerdo post bélico, sin grandes mentores como tuvo Yalta o como tuvieron las actas que pusieron fin a la guerra de abril-1965-.

No hay novedad. La ficción del apartidismo acata e informa. Rige la propuesta fundacional basada en la moralidad pública y en el dependiente independencia. El vendaval que multiplica las olas en el mar Caribe arrebató venda y balanza a la diosa Temis y su espada decapita rápido con el respaldo inquebrantable de los intocables gestores éticos.

El origen de esta quietud debe estar en la distribución generosa del alpiste. El cereal se ha esparcido por doquier. Comenzó a suministrarse desde antes del inicio de la nueva administración de la cosa pública.

Se saborea sin culpa, sin temor. Acalla sin vergüenza, más cuando el ocaso acecha. Sin imprudentes reparos suena el coro acompasado de los poderes fácticos. Es momento propicio para la materialización de absurdas obsesiones institucionales porque las reformas apetecidas solo necesitan ratificación, firma y ceremonia.

Y de nuevo la evocación del alpiste: su ingesta siempre es positiva para las aves, sin embargo, la gramínea tiene un efecto negativo en el organismo de las personas. Es importante advertir que, debido a sus propiedades diuréticas, el excesivo consumo produce agotamiento.