El escenario que muestra la economía internacional presenta dos características fundamentales, la primera, el inicio hacia la normalización de la política monetaria, desmontando su posición flexible y expansiva en los tiempos pandémicos por Covid-19 y la segunda, la recuperación económica se hace acompañar de escasez y dificultades en varios de los factores que incidieron en la caída de los precios en los primeros seis meses del 2020.
Los factores que presionaron la caída de la inflación mundial y la mayoría de los países desarrollados y emergentes, influyen ahora en la subida de los precios internacionales. Entre las causales que podemos destacar en la propagación de la inflación está la falta de carbón y subida de precios, ocasionado por los controles ambientales, que hacen reducir la oferta eléctrica en economías clave, como la de China e India, cuyas estructuras productivas aun dependen mucho de esa fuente energética. La tonelada de carbón a enero de 2021 era de US$ 70.0 y en noviembre está a US$ 163.0.
En la misma línea se encuentra la reducción en la oferta de los semiconductores (chips) que reducen la capacidad de producción en la industria automovilística de los Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, China y Alemania; así como también, a las industrias de la telefonía móvil, ordenadores, juegos electrónicos y electrodomésticos.
De igual forma, la inflación internacional está siendo alimentada por la caída de las redes de distribución marítima, con el agravante de la escasez de contenedores y el entaponamiento de los principales puertos mundiales, elevando los fletes marítimos y adicionalmente, la sequía que ha azotado la agricultura de los Estados Unidos, Brasil, Argentina y México, afectando la producción de maíz, trigo, café, cacao y soya.
Por esas razones, el índice de precios de los alimentos de la FAO, a octubre del 2021 se sitúa en 133.2, equivalente a un 31.3 % de octubre del 2020 al del 2021 y para los primeros diez meses del presente año en un 17.4 %. Mientras que, por el lado del petróleo, el WTI ha aumentado un 57.3 % de enero a noviembre del 2021 y la inflación en los Estados Unidos, principal socio comercial dominicano, se colocó en 6.2 %, al 10 de noviembre, siendo la más alta en los últimos 30 años.
Como se aprecia, el mundo de los precios muestra una tendencia alcista y los principales pronósticos indican que, hasta muy entrado el 2022, la inflación seguirá creciendo. Esa razón ha impulsado a la mayoría de los bancos centrales de América Latina a ajustar su tasa de interés de política monetaria hacia el alza, tales como Perú, México, Uruguay, Colombia, Paraguay, Chile, Brasil y Guatemala y las expectativas muestran que la reserva federal de los Estados Unidos haga lo propio en el corto plazo.
En el plano local, la inflación se ha colocado a octubre del 2021 en un 6.56 %, un nivel muy superior al rango de la meta de inflación que oscila entre 3.0% y 5.0 % y su punto medio en un 4.0 %, indicando que, al cierre del año se estaría colocando en alrededor de un 7.5 %.
Adicionalmente, la inflación subyacente, que excluye a los productos que son proclives a ser volátiles o no se asocian a razones monetarias, anualizada a octubre se ubicó en un 6.31 % alejada de la meta. El incremento de los precios puede estar obedeciendo a que la economía del 2021 ha estado creciendo (alrededor de un 10.0 %) muy por encima de su potencial (en torno al 4.5 %), indicativo de que el nivel de producción no es compatible con la inflación subyacente, rompiendo la estabilidad de precios.
La economía dominicana había mostrado una fuerte estabilidad de precios durante los años 2012 al 2019, situándose siempre por debajo de la meta de inflación; sin embargo, de octubre del 2020 a la fecha se ha colocado sobre la referida meta. La ausencia de volatilidad de precios al consumidor le permitió a la política monetaria mantener durante 39 meses (3.35 años), incluyendo noviembre del 2021, una tasa de referencia hacia la baja o estable; pero, las alzas de precios señalan que la referida tasa debe ser revisada, habida cuenta de que la postura cautelosa del Banco Central consumió su tiempo.
Las últimas tres veces que el Banco Central elevó la tasa de interés monetaria fue en julio del 2018 de 5.25 % a un 5.50 %, para un aumento de 25 puntos básicos, antes lo había hecho en marzo del 2017, elevándola de 5.50 % a 5.75 %, también 25 puntos básicos de incremento y previo lo hizo en octubre de 2016, llevándola de 5.00 % a 5.50 %, igual a 50 puntos básicos de incremento.
En los tres casos, el fundamento de las autoridades monetarias para elevarla fue el del balance de los riesgos de inflación, pese a que en ningún caso la tasa de inflación superó el punto medio de la meta de inflación y el entorno internacional.
La narrativa del Banco Central, hacia junio del 2021 mostraba que, la presión inflacionaria no tenia razones monetarias ni fiscales, que eran de origen externo, que tenía un carácter transitorio y su pico lo había alcanzado en mayo y que a partir de junio se esperaba que la inflación interanual comenzara un proceso de desaceleración, convergiendo al rango meta de 4.0 % +/- 1.0 %.
Sin embargo, el tiempo ha respaldado el juicio de que, la inflación internacional no ha tenido un carácter transitorio, que muestra una tendencia hacia el alza y se proyecta se mantenga hasta mediado del 2022 y también, que, la inflación interanual a octubre no se acercó a la meta, sino que, por el contrario, se alejó, al situarse en un 7.72 % y la acumulada en un 6.56 %, desviándose en un 2.56 puntos porcentuales respecto al punto medio de la meta, lo que permite estimar que a diciembre estará cercana a un 7.5 %.
En el programa monetario del 2021, se proyectó una tasa de interés de política monetaria para el segundo semestre de 3.5 % a 3.0 %, bajo una meta de inflación de un 4.0 %. La realidad de la inflación ha sido otra, superando a octubre la meta de inflación y a no ser que en forma administrativa se quiera mantener la actual tasa monetaria en un 3.0 % hasta principio del 2022, habiendo razones de precios para ajustarla hacia el alza, a fin de reducir la presión inflacionaria.
La evidencia observada y la econométrica muestra un efecto traslado de una variación (alza) de la tasa de interés de política monetaria al precio del dinero en el sistema financiero, que puede ser de uno a dos meses para que las tasas de interés activa y pasiva se eleven, afectando decisiones de consumo, al posponerlo y de inversión y, por esa vía, quitándole presión a los precios, especialmente en una coyuntura en la que la economía ha estado creciendo por encima de lo proyectado.
Por los fundamentos monetarios, la tasa de interés del Banco Central está llamada a ser ajustada al alza para diciembre de 2021, pero tal vez como ya la batalla de cumplir con la meta de inflación se ha perdido, podrían quedarse con el casabe (cumplir con la tasa monetaria programada), a falta del pan (no cumplimiento de la meta de inflación), recordando y parafraseando aquella expresión de que, a falta de pan, casabe.
La credibilidad en la meta de inflación y en las variables que inciden para lograrla es fundamental para sentar las bases de un descenso de la tasa de inflación entre el corto y mediano plazo.