Yo sé que la sensibilidad es una cualidad con la que se nace y, que quien la posee es capaz de relacionar todos los hechos de su vida cotidiana con sus sentidos y sus emociones; pero hoy quiero resaltar que en la niñez existen varios factores y cambios en la vida diaria del niño que influyen en su salud emocional y que pueden producir toda clase de sentimientos.
Hemos visto en ocasiones niños muy sensibles, niños más vulnerables que otros, pero también más receptivos a la belleza, a los sentimientos, a las relaciones con los demás… Niños que por su alta sensibilidad, en muchas ocasiones sufren más que los demás.
Por eso, es preciso entender que las emociones en los niños surgen de manera progresiva a medida que van creciendo y están programadas de forma biológica. Así, poco a poco se va produciendo el desarrollo cognitivo y el niño toma conciencia de sus propias emociones y de las emociones de los demás. Cuando llegan a los 4 años, los niños se dan cuenta de que las personas sienten cosas distintas a las que siente él, y es cuando empiezan a crear empatía con el otro.
Por lo cual, responden con mayor sensibilidad de lo esperado a las palabras y a los gestos cuando se sienten heridos. Vibran con la música y relacionan olores, colores, aromas y sabores con experiencias o momentos de su vida cotidiana. Y se dice, que suelen representar detalles inusuales en sus dibujos, y sorprenden a sus padres y familiares por la gran habilidad que poseen para evaluar a las personas, como si tuvieran un sexto sentido. Son receptivos a las expresiones de la cara, a la mirada y a la tensión de la mandíbula y, por este motivo, son capaces de predecir lo que el otro hará o sentirá. Poseen más empatía y sintonizan con las emociones de la otra persona. Los niños sensibles se emocionan fácilmente sintiendo pena, alegría o amor ante la lectura de un cuento, mientras están viendo una película o cuando ven a alguien pidiendo limosna por la calle. Se entristecen profundamente cuando sus padres o profesores les regañan, o cuando su mejor amigo les dice que ya no quiere jugar con él.
Es por esto, que debemos tener presente que los niños sensibles necesitan sentirse amados y valorados, porque son especialmente sensibles al amor de sus padres y logran ser disciplinados rápidamente al predecir su enfado. Conectan más con sus emociones, las reconocen y expresan y, al mismo tiempo, al ser más empáticos suelen ser menos agresivos con sus iguales y les resulta más difícil defenderse, ya que cuando se sienten heridos se quedan inmovilizados y les resulta casi imposible responder.
Vemos que son hipersensibles a la crítica y al juicio social, y por eso sufren el rechazo de los demás intensamente y son capaces de predecirlo al analizar con facilidad los elementos del lenguaje no verbal, como la postura del cuerpo o la tensión de la mandíbula. Por eso es tan importante que desde pequeño sea saludable y encuentre un equilibrio emocional. Primero se debe establecer el estado de su hijo. Además de una buena alimentación, es recomendable que el niño se encuentre bien en su entorno social y enseñarle a ser, en lo posible, estable y afectivo.
Cuando decidamos ayudar a nuestro hijo por su alta sensibilidad, que sea porque en realidad lo vemos sufrir más que el resto de los niños. Cuando sufran porque se han peleado con su amigo o porque su maestra no le ha dicho nada sobre el bonito dibujo que han realizado.