“El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla”.
Manuel Vicent
La palabra “verdad” ha sido objeto de atención de las filosofías y religiones de todos los tiempos. El vocablo «verdad» se refiere al ser de las cosas que se muestran tal y como son, libres de las apariencias que inicialmente las enmascaran. Para los árabes, esta palabra tiene un matiz afectivo relacionado con la confianza.
El verbo “sadaqa” (“صدق”) se traduce como “ser sincero”, “verídico”, “decir la verdad” y es la raíz que da origen a la palabra “amigo” “sadyq” (“صديق”). Alude a que un amigo es aquel a quien podemos decir la verdad y de quien podemos esperar la verdad, alguien en quien confiamos, y a quien necesitamos para salir del error.
El clérigo y escritor británico Thomas Fuller dijo: “La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda”. En griego la palabra “verdad” es “ἀλήθεια” (a-letheia) que significa “lo que no está oculto”, “lo que se manifiesta claramente tal y como es en su ser”.
¿No te parece llamativo el hecho de que esta palabra inicia con un sentido negativo? La razón la encontramos en el prefijo “a” aplicado al verbo “lanthano”, cuya traducción es “ocultarse”, “escaparse”. En este sentido, la verdad es una invitación a no ocultarnos, a no escaparnos.
Antes del sustantivo abstracto “veritas”, en latín se usaba el adjetivo “verus”, que designaba las palabras o las personas firmes, que podían ser puestas a prueba o sometidas a juicio. “Verdadera” era la palabra firme y seria, la palabra que se puede mantener, que no se dice a la ligera o para alagar los oídos de quien la escucha.
En hebreo, el término “verdad” es “emet” (אמת) que no tiene el sentido de la cosa ya hecha, sino el de una acción que está haciéndose, de modo que en esta lengua “verdad” significa “confianza”. Cuando una acción es fiable y segura entonces es verdadera. El verbo raíz de esta palabra es “aman” (de donde viene la palabra “amén” “אָמַן“), que se traduce como “confirmar”, “apoyar”, “respaldar”, en el sentido de dar nuestra confianza a algo que aunque no esté hecho físicamente, ya se está haciendo en otros planos.
¿A dónde voy con el tema de la amarga verdad? Ya sabes que esta columna es una especie de diario que comparto contigo. Hace unos días, mientras estaba impartiendo un taller en NYC, uno de los participantes echó hacia atrás la butaca en la que estaba sentado, y tumbó un macetero en el que había una planta de aloe vera (sábila). La anfitriona del encuentro, minimizó el evento alegando que era una buena excusa para ponerle más tierra, pues la mata lo necesitaba.
¿Era acaso un suceso aislado? El psiquiatra suizo Carl Jung escribió: “La sincronicidad es una realidad siempre presente para aquellos que tienen ojos para verle”. Cuando vivimos en un estado receptivo sabemos que todo lo que ocurre tiene valor, y lo incluimos para enriquecer lo que se nos muestra.
En el instante del incidente, quedé desconcertada. Antes de llegar a ese momento, habían ocurrido una serie de incidentes que llamaban mi atención a gritos: había tenido un accidente de tránsito, extraviado el pasaporte, comprado el ticket de avión dos veces y hecho un gran esfuerzo por estar presente en una actividad que no tuvo quorum.
La travesía culminaría en Acapulco, México, para asistir a un entrenamiento intensivo en Constelaciones Sistémicas, que por variadas razones significaba mucho para mí. Desde siempre, he sido una apasionada de la etimología de las palabras, y estaba segura de que la sábila era una respuesta para las inquietudes y dudas que este viaje me planteaba.
La palabra aloe vera significa “amarga verdad”. Originaria de África y de la Península Arábiga, la sábila es una planta anti-hechicérica. Su pulpa carnosa absorve la negatividad, por lo que se usa como recurso de protección. Los que han ingerido su cristal para depurar el organismo de toxinas, regenerar los tejidos internos, combatir virus, desinflamar las vías respiratorias o fortalecer el sistema inmunitario, saben que aunque su sabor amargo no es agradable, es muy beneficioso.
Constantemente, la vida nos muestra señales de hacia dónde debemos llevar la atención. El autor de libros de autoayuda y orador motivacional estadounidense Tony Robbins dijo en una de sus conferencias: “Mantente comprometido con tus decisiones, pero sé flexible en tu enfoque”.
Cada mes nos trae una pauta de crecimiento, que se resume en una palabra clave. La “verdad” es la energía que el mes de Junio nos invita a observar. La energía de mercurio, regente de géminis es una llamada a mirar la verdad de nuestros pensamientos e intenciones, de los dones que deseamos compartir con las personas, la forma en que los estamos comunicando, y el modo en que estamos sirviendo a la vida.
Aunque 2017 es un año de vibración 1, un tiempo de siembra en el que muchas prioridades cambian para dirigir el impulso hacia los nuevos proyectos, a nivel personal estoy en un año 9 que es una época de cambio, cierre y dejar ir el pasado, para asumir otros retos y oportunidades.
Ya de regreso a casa, la experiencia con la sábila me ha hecho reflexionar todo lo ocurrido durante el viaje. Antes de irme, había puesto en pausa varias decisiones. En latín hay una expresión “vera pro gratis”, que significa “las cosas verdaderas en lugar de las gratas”.
La sábila marcó la pauta de mi recorrido, que más que un viaje fue la culminación de un tiempo de profundas comprensiones, que ha incluido muchas amargas verdades. Igual que quienes toman sábila para sanar un malestar físico, soy consciente de que aunque estas verdades no son necesariamente agradables, le hacen bien a mi alma. Eso hace toda la diferencia.
Cuando no pedimos ayuda ni utilizamos los recursos, cerrar y abrir simultáneamente un ciclo puede resultar agotador. Este viaje me mostró claramente lo valioso que es hacer lo que es sano para mi, sabiendo que en algunas ocasiones coincidirá con lo que me gusta y en otras no.
Tal como dijo el escritor mexicano Doménico Cieri Estrada: “La vida no es miel sobre hojuelas, ¡pero tiene miel y tiene hojuelas!”. Tomo la vida entera, con todo lo que me trae.