No sorprende, sabiéndose las notables limitaciones de criterios y voluntades favorables a la naturaleza con falta de alertas para defenderla, que unos constructores de factura estatal arrasasen con manglares y amenazaran cursos fluviales y definiciones territoriales en la proximidad de Haití con tal de levantar un muro. Tampoco el que una perforación para drenajes debidamente autorizada por autoridad municipal llegara con destrozos de alto riesgo hasta el flamante túnel de la avenida Ortega y Gasset situado abajo.
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La lucha entre el bien y el mal en Valle Nuevo registra décadas de vigencia. Las autoridades amagan una y otra vez con restricciones y los productores que han lesionado la principal fuente hídrica para gran parte de la población reculan antes de volver con sus arados. La seguridad ambiental del área no sería nunca al ciento por ciento con tanto culebreo oficial. El afán de no tocar, ni con el pétalo de una rosa, a gente desconsiderada que suele ir a votar vuelve a autoridades demasiado acomodaticias. La política contra el bien común.
En la región del Este parece haber licencia permanente para que sobreprotegidos inversionistas del turismo sequen humedales y aplanen terrenos en crímenes contra la biodiversidad. Al parque olímpico el propio Estado aniquila desde siempre la vegetación para levantar edificios y en pocas áreas de ciudades la acción pública reprime la emisión de ruidos contaminantes. Desenfrenados musicalizadores urbanos agrediendo los sistemas nerviosos.