( Y II)
“Voz que trepa las alturas del silencio” (Ofelia Berrido).
Desde el “susurro que corre por los montes” hasta la “voz que trepa las alturas del silencio”, Ofelia Berrido siente amor por el pueblo originario que habitaba esta tierra y, en tal virtud, sufre sus dolencias y sus pesadumbres, pues como genuina poeta participa del “dolorido sentir” que Garcilaso de la Vega atribuía a los poetas. Y lo que siente, sufre y goza, lo desplaza hacia la naturaleza como una forma de mitigar el dolor y la pasión que la subyugan:
¡Oh, Anacaona! ¡Anacaona!…
Tu pueblo duerme en el agua encendida,
en el gemido del higüero,
en el sudor de la danza mortificada
y en las manos vacías…
Yace en la verdad penetrante,
en el polvo ancestral que descansa en los huertos,
en el hoy que te canta y con lágrimas clama.
Identificada emocionalmente con el alma taína, la emisora de estos emotivos versos añora la historia de un pueblo que vivía hermanado con la naturaleza, compenetrado con el agua y la tierra, la lluvia y el bosque, la luna y las estrellas:
Quiero mantener la azada en mi mano
y en ella el Universo.
Y así, descubrirte en la unidad de las cosas,
en lo ilimitado de la esencia y en el flujo del tiempo…
Veo tu reflejo en el agua, espejo claro iluminado.
Eres la no existencia manifiesta.
(Anacaona 235).
Ofelia Berrido se siente una con el Universo: vibra con el esplendor de la Creación, y su alma vive una experiencia mística cuando entra en sintonía con el alma de las cosas, aliento que comparte con los espíritus taínos que fluyen en su cultura, concitan su sensibilidad y atizan su conciencia. Al igual que los aborígenes prehispánicos de otros pueblos americanos, los taínos de La Española vivían en armonía con la naturaleza, señal de una conciencia mística impregnada de sabiduría y piedad, que nuestra poeta sintoniza según revelan estos amartelados versos de inspiración divina:
Fuego primaveral que se expande
en la música de las esferas,
en el follaje, en el brote del capullo
y en el vuelo alegre de la cigua palmera.
(Anacaona 236).
Heredera del aliento ancestral que atribuye a la misma Anacaona (“Tu herencia es joya sagrada”), Ofelia Berrido evoca el llanto de una raza aplastada por la barbarie de los conquistadores y participa del “dolorido sentir” de los taínos con la empatía mística que comulga con lo peculiar de fenómenos, cosas y criaturas, como los naturales de Quisqueya que vivían compenetrados con la naturaleza sintiendo el mundo con sus fluidos sensoriales y efluvios trascendentes:
Oye el llanto y las plegarias
del peñasco oculto en el bosque.
Ya no se escuchan poemas.
El eco de la memoria ancestral
se ha convertido en silencio…
Voces amordazadas por el tiempo.
(Anacaona237).
Entonces la poeta, conmovida por el destino cruel que padecieron los aborígenes de esta isla, adolorida con dolor de cuerpo, alma y espíritu, canta estremecida, compungida en su interior profundo, conmovida por el llanto, al evocar lo que malogró al pueblo taíno de Quisqueya:
Se desploma el cielo encendido.
Sobre los inocentes cae el sueño de la ilusión
desde las cúspides del ego infecundo.
Yucahu encamina a los perecidos a Coaibai,
morada de los eternos goces.
Los héroes y mitos, todo quedó atrás.
El agua dulce de los ríos se ha consumido.
Ya no bañan los pies desnudos
ni sus cascadas acarician
las espaldas de los niños.
(Anacaona 240).
Sabe nuestra admirada poeta que la vida continúa. Ella siente que todo se entremezcla con el Todo, y todo deja una huella en la tierra y sus vivientes, en el alma de los sobrevivientes y, como supervivencia espiritual, en lo que nos legaron los primeros habitantes que en esta isla antillana pervive y fluye en el alma de las cosas:
Pero en la oscuridad cerrada de la noche
la luz de las estrellas alienta el alma…
El huevo germinal estalla, el ave cae,
la cima de la montaña observa.
La sinfonía se hace eterna en el centro
de las cuatro esquinas del Universo.
(Anacaona 241).
Anacaona, como protagonista de esta obra (3), inspira el canto de Ofelia Berrido, que exalta la huella de esta singular taína de la que asume su legado, retoma su herencia lingüística, estética y espiritual, y escribe un emocionado poema sobre la figura legendaria de ese primor de lo viviente que fue la reina de Jaragua llamada Anacaona. Con el tono de lamento de los antiguos profetas bíblicos la poeta interiorista invoca el aliento del espíritu taíno y ausculta en el fuero sagrado de los misterios el pasado indígena del pueblo quisqueyano:
Anacaona, madre de las aguas,
dioses de los vientos aplaquen sus furias.
Noche y día, muerte y vida mantengan su armonía.
Reanima en mí el alma taína que aviva la tierra
para penetrar realidades profundas,
develar los misterios de la tierra con una azada llena de vida.
(Anacaona 242).
La poeta sabe que nada se pierde en el Universo, sino que adquiere otra forma, y otro sentido dan aliento a la vida, tizón a la palabra y sentido a la idea:
En las profundidades la semilla crece y se eleva
asciende desde el fondo oscuro
hacia la exten sión celeste
y alimenta el fruto que hospeda.
(Anacaona 243).
Concluye la poeta su emotivo canto valorando el legado del pueblo taíno que dio a la lengua española los primeros vocablos del léxico antillano, y a la cultura dominicana un legado artesanal y artístico, y a la herencia biológica el sentido de su legado genético y, a la conciencia estética y espiritual el aliento de su trascendencia mística:
Hoy lo vital es como entonces,
danza del follaje y canto, viento, aliento,
soplo incesante de vida que penetra,
acción tranquila y persistente en el tiempo.
(Anacaona244).
Al evocar el murmullo del Ozama nuestra poeta procura atrapar “la voz que trepa las alturas del silencio” y con ese aliento emocional, fragua de su inspiración estética y cauce de su torrente espiritual, recrea la huella aborigen que pervive entre nosotros. Ofelia Berrido expresa una identificación emocional y espiritual con el legado de nuestros aborígenes.
Exalta nuestra poeta la herencia cultural taína en una evocación nostálgica del legado genético, artístico, lingüístico y artesanal con esta ofrenda lírica, simbólica y mística que recrea en este homenaje a Anacaona exaltando el legado cultural que los aborígenes de Quisqueya aportaron al alma nacional mediante la creación poética, embellecida con imágenes fotográficas de Juan de los Santos, Alejandra Oliver, Jiny Elena Ramos, Carmen Inés Bencosme, Parmelia Matos de Calventi, Dennise Morales Pou y Pedro Genaro Rodríguez.
La participación de los citados artistas refuerza la visión interior de la lírica de Ofelia Berrido, interpretada magistralmente por María Teresa Ruiz de Catrain, José Enrique Delmonte y Mayra Jhonson, a cuyas voces se suman las impresionantes fotos que conforman el entramado artístico con hondas resonancias estéticas y espirituales.
Poeta por vocación, interiorista por sensibilidad y creyente por convicción, nuestra distinguida académica Ofelia Berrido cultiva la palabra con un claro sentido estético y espiritual, y hace de su inteligencia sutil y su talento literario un testimonio edificante y luminoso del sentido trascendente de la vida y la creación.
En síntesis
Notas:
- Ofelia Berrido, oriunda de Santiago de los Caballeros, vino al mundo dotada de un fecundo aliento estético y espiritual, que canaliza en su creación literaria, inspirada en el Interiorismo, movimiento literario del Ateneo Insular al que pertenece. Miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua, forma parte del grupo Mester de Narradores, de la Academia Dominicana de la Lengua cuyaTertulia Literaria coordina.
- Ofelia Berrido, Anacaona, Santo Domingo, Ateneo Insular, 2019, p. 227. Las restantes citas son de esta edición.
- Entre las obras de Ofelia Berrido figuran dos novelas y dos poemarios inspirados en la estética del Interiorismo y en el hondo sentido de su espiritualidad sagrada.