Ángel Urrely en sus “175 Lunas en la Caja del Cuerpo”

Ángel Urrely en sus “175 Lunas en la Caja del Cuerpo”

Ángel Urrely es un artista contemporáneo cubano que se distingue en el medio artístico dominicano desde hace más de quince años. Se desenvuelve dentro de la sociedad dominicana como un observador de la cotidianidad, fotografiando desde su retina todas las ocurrencias de la vida cotidiana que se manifiestan en su entorno, y que, una vez anotadas en su carné de esbozos y dibujos aparecen en una fantasmagoría muy personal que alimenta en su obra visual. Este pintor tiene una relación muy estrecha con la antropología contemporánea, le fascinan los barrios, la urbanidad, los lugares de encuentros colectivos, y sabe sacar de ellos efectos visuales arquitectónicos que expresa con factura constructivista. Sus figuraciones se edifican en cuerpos de animales y en edificios de hábitat masivo en los que difícilmente aparece una presencia humana.
Dentro de estos límites de espacios urbanos, el dibujo de Ángel Urrely se expresa con una técnica tridimensional donde el volumen cúbico, sea cuadrado o rectangular, se impone como secuencias cinematográficas.
El artista tiene el don de organizar geométricamente y matemáticamente la abundancia dentro del desorden, para retomarlo y componer sus obras con mucho dominio de la distribución. Así lo manifestó cuando recibió en el 2007 el Premio de la XXIV Bienal Nacional de Artes Visuales de Santo Domingo, con su obra “Enlatado de aguas territoriales” (El Colmado). Su referencia al colmado o colmadón lo eligió por ser un espacio muy acudido en República Dominicana.
Luego, en el año 2013, obtuvo otro premio en la XXVII Bienal Nacional de Artes Visuales, con la obra “Deforestación: de la jungla a la botánica”. Sus obras forman parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno –MAM-.
Este artista parte de una realidad visual que fotografía con su mente y repercute en su obra con el ordenamiento de una poética y de un humor propio que le autorizan a señalar a través del recurso del dibujo las amenazas a la vida vegetal, animal y humana. Urrely maneja el dibujo como memoria para el ojo, hasta que le surja la idea visual. Por ejemplo, en sus obras conviven un bestiario simbólico de nuestra insularidad interpretado en el tiburón azul y blanco, animal marino más allá de la belleza natural de la forma que el artista figura con una gran sutileza dibujística, conteniéndolo y atrapándolo en un territorio cercado, que lo convierte en el espacio de retención, aislándolo de toda posibilidad de agresiones. Otros ejemplos como el del tiburón aparecen enlatado, como un producto de la sociedad de consumo. Vale destacar que los dibujos de Urrely funcionan entre geometrías arquitectónicas y cuerpos de animales que se asocian en el espacio, fuera de toda relación existencial con la naturaleza. Él destaca la urbanidad que se convierte en el escenario de un zoológico de bestias escogidas, con un montaje de fusión como es el caso del toro que contiene en su morfología los rascacielos de hormigón, como un mundo despoblado por la humanidad.
Los edificios de Urrely son mecanismos de juegos de construcción, como los “lego” (juguetes infantiles en bloques para armar), tratados por el dibujante con factura minimalista y constructivista. Todo parte del cubo, del rectángulo, del círculo, y de ellos surgen colmenas de rectángulos que simbolizan la vida deshumanizada de las grandes urbes. Urrely sabe manejar y distribuir la aglomeración gráfica y visual en una composición limpia e intensamente repartida. Todo espacio libre está ocupado con la misma habilidad con la que los asiáticos saben aprovechar el hábitat existencial.
Es un artista ambulante que manifiesta:… “Mi obra pictórica y disbujística se nutre de la actualidad socio política, de los aspectos cambiantes de los fenómenos culturales y la dinámica de relaciones cotidianas que nos afectan íntima y socialmente. Siempre he sentido curiosidad por investigar los aspectos culturales de los lugares que he habitado, de manera que esto se ha convertido en uno de los motivos de mi trayecto por el mundo simbólico que tanto identifica mi producción. Trabajo casi todos los días en mi diario, anotando lo que llama mi atención o lo que no quiero que se escape de la memoria privada o colectiva; desde historias urbanas, datos estadísticos, crónicas deportivas y noticias”…
Sus 175 Lunas en la Caja del Cuerpo, son el resultado de su trayectoria en República Dominicana, y él comunica: justamente, antes de cumplir quince años en este país, me di a la tarea de extraer las ideas-imágenes que había anotado en mi diario a lo largo de 175 meses en Santo Domingo, y comencé a desarrollar el boceto de una instalación en el que cada dibujo representa un mes de un año. El trabajo de todo este tiempo consiste en propiciar que existan todas las piezas de este gran calendario. Cada pieza tiene las dimensiones de un codo de cuadrado tomado de las medidas de mi cuerpo. En medio de la circunferencia que mide dos palmas de mis manos he dibujado los recuerdos y los apuntes que fui dejando en las hojas de mis cuadernos…

Es un meticuloso observador que considera el ojo como un prisma metido permanentemente dentro del entorno de la vida, porque es nuestra cámara privilegiada, de carne y hueso con el enfoque del pensamiento y del sentir.
Justamente, en una de las piezas, el ojo se multiplica y se mantiene abierto con una intensa concentración en la retina para ejercer la supervisión del mundo.

El conjunto de esta, su última exposición individual titulada “175 Lunas en la caja del Cuerpo”, expuesta desde el 8 de diciembre hasta el 8 de enero de 2017, en “Ossaye Casa de Arte-Fundación de arte contemporáneo”, que dirige y es propiedad de la galerista, curadora y experta en artes plásticas y visuales María del Carmen Ossaye, es de una factura y calidad que no debemos dejar de observar, de asistir. En fin, una fábula urbana de convivencia del mundo animal como mensaje, y la metáfora dentro de nuestra cotidianidad urbana…

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