El Premio Nobel de Literatura, en sus cinco últimas decisiones abrió muchos cuestionamientos, alegrías e irritaciones.
Es obvio que la ganadora francesa Annie Ernaux, de 82 años, no deja en la orilla la bronca y el aplauso como la consecuencia de un espíritu femenino libre tajantemente impertinente y provocador.
Personalmente nunca pensé que lo obtendría, estaba más bien con la Oates, cuyas lecturas en estos dos últimos años me fascinaron. Pero debo confesar que mi fidelidad a las letras francesas me llenaron de contentura y después de la emoción me puse a medir la obra.
“Los años” fue un banquete de lectura, llevado por el disfrute de una lengua francesa precisa, concisa y eficiente, en la pluma de una escritora que va directamente al grano de la memoria y de la melancolía, “Imágenes donde aparecemos como niñas, en medio de otros seres, ya desaparecidos antes de que naciéramos, igual que están presentes en nuestra memoria nuestros hijos pequeños junto a nuestros padres y nuestras compañeras de colegio”.
La característica mayor de esta escritora es de darle alma a las cosas y a la memoria, sabe evidenciar la fuerza de una foto que desde el papel revela vida y vidas. Justamente, la foto, como instrumento de memoria y como alcance a la palabra, llevada a la escritura. “Y un día estaremos en el recuerdo de nuestros hijos entre nietos y personas que aún no han nacido”….
Cuando hablamos del misterio de la escritura y de la memoria desde la perspectiva universal Marcel Proust es el profeta en el paraíso de las letras francesas, Annie Ernaux, guste o disguste, está dentro de ese camino abierto por la madalena proustiana, porque ella con su estilo y manera irritante para muchos, dialoga también con la memoria y las historias de la vida.
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Así como Proust declaraba “nuestra memoria se encuentra fuera de nosotros, en una ráfaga de lluvia, o en el olor de la primera fogata del otoño… Ella, Annie Ernaux confiesa que “la memoria no me aporta ninguna prueba de mi permanencia o de mi identidad. AL contrario, me hace sentir y me confirma mi fragmentación e historicidad”.
Annie Ernaux, con su novela “La vergüenza” con un hecho de violencia familiar, nos transmite de manera escalofriante las consecuencias del mismo en la vida de una chica de doce años.
La novela arranca con el acto de violencia, de forma retrospectiva y la voz narrativa la va aceptando como como material de escritura hasta llevarnos hacia una mujer adulta con sus reflexiones sobre el hecho frente a la sociedad y a los hombres. “Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio”, este es el hecho, directo, frío, real, “fue a primera hora de la tarde”, información que suena como un aviso radiofónico, pero la autora con excelencia nos envuelve en el ambiente popular de su origen familiar. “Yo había ido como de costumbre a misa de doce menos cuarto y después a comprar unos dulces a la pastelería del centro de la ciudad”.
Después de la ambientación social viene el arranque de la violencia “En la mal iluminada bodega pude ver como mi padre agarraba con una mano a mi madre, no sé si por los hombros o por el cuello, y como en la otra tenía el hacha para cortar leña…” y más adelante la voz de la hija “lloro sin poder contenerme”.
En esta escena la autora escenifica el horror de la violencia entre sus padres con el consentimiento y sumisión de la madre, por mucho que tome el hacha cuando dice “Vamos, ya ha pasado todo”. Con este realismo situacional y teatral con una eficiencia contextual muy depurada, la autora tiene el arte de transmitir la banalización del horror”. Después nos fuimos los tres a pasear en bicicleta por el campo de los alrededores….
En este arte de la banalización entra el detalle “Nunca más se volvió a hablar del asunto”….
Y claro, la autora puntualiza las consecuencias de este asunto sobre su vida de mujer y el diálogo que intentó llevar con los hombres de su vida adulta “el hecho de haber necesitado decírselo demuestra lo que me unía a ellos. Sin embargo, todos se quedaron en silencio, después de oirlo”…
La escritura de Annie Ernaux está en esa capacidad depurada de traer a flote los acontecimientos callados, ocultos, de la memoria, esos acontecimientos trágicos y dolorosos que brotan en los seres humanos como una enfermedad inconfesable… “Quizá la escritura convierta en normal cualquier suceso, incluso el más dramático”.
Vale considerar que la Premio Nobel disfruta de un nutriente intelectual en la obra de Pierre Bourdieu “Les Heritiers”. Confesó en varias entrevistas “Nadie como Bourdieu había producido un efecto tan resonante en mí….Y nunca he encontrado el equivalente en otros tipos de reflexión sociológica …..esta sociología desvitaliza la existencia, ha cambiado por completo mi visión del funcionamiento de la sociedad en su conjunto, de sus jerarquías, de los usos del lenguaje…fue muy importante para mi escritura….Si no hubiera tenido este choque, probablemente no habría escrito de la misma manera, o quizás lo mismo”.
Como toda escritura envuelta en la memoria del dolor y de la violencia, su obra trasciende porque destapa todos los silencios ocultos y sellados de las conductas humanas que revelan la barbarie contenida por las frustraciones sociales, las agresiones culturales, la discriminación, el sexismo, en su extremo de la violación, la marginalización de los dejados a la orilla…
Después de una necesaria reflexión con el respeto y tolerancia hacia todos aquellos y aquellas que han cuestionado este Premio Nobel 2022, fue una decisión acertada.
El discurso lo dice “por la valentía y la precisión clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas a la memoria personal”.
Guste o disguste su personalidad, es indiscutible que su obra está marcada entre la narrativa y el testimonio humano donde el recuerdo individual llevado a la escritura ofrece una factura literaria que abraza las ciencias humanas y la Historia.