Por: Amaury Pérez Vargas
En la obra clásica de Homero La Odisea, referente incuestionable de la literatura griega de la antigüedad se hace notar la existencia de la esclavitud en una época tan lejana como el siglo VIII antes de Cristo, fecha en la que se presume fue escrita. Desde esa época, los esclavos fueron asumidos por la institución esclavista como instrumentos necesarios para el desarrollo de la actividad económica.
Este sistema de dominación tuvo a bien alcanzar un estatus universal pues se ha encontrado en casi todas las culturas y continentes del mundo. A pesar de que sus orígenes se pierden en el tiempo, existen documentos, objetos y pruebas materiales que nos la ubican antes del surgimiento de los primeros Estados en Mesopotamia.
En efecto, el antiguo testamento da cuenta de cómo la esclavitud constituía una práctica común en los hebreos donde solamente el extranjero podía ser sometido a la esclavitud perpetua y hereditaria. Así pues, se puede apreciar esta práctica en el Levítico XXV y en otros textos bíblicos.
También se registró su presencia en Egipto a partir del Imperio Medio donde la mayoría de los esclavos eran extranjeros (procedentes de actuales Arabia, Libia y Etiopía), asiáticos (Turquía) o nubios (Sudán), por lo regular en calidad de prisioneros de guerra, aunque a algunos fueron introducidos en el país de las pirámides y de los faraones por mercaderes.
Es precisamente esa integración de Egipto con el aire cultural helenístico lo que permitió el acceso al mercado del Asia Menor, actual Turquía (véase, en la otra rivera del Mar Mediterráneo), para el aprovisionamiento de esclavos en la Antigüedad.
Aristóteles reflexionó sobre la esclavitud en La Política, ubicándola dentro de la administración familiar, en donde los esclavos son asumidos en calidad de instrumentos y servidores. Es evidente que, en el marco de la sociedad ateniense, la esclavitud ocupó un lugar central donde el acceso a la ciudadanía fue rigurosamente limitado para los extranjeros y prácticamente nulo para las mujeres quienes fueron excluidas de toda actividad política o gubernamental ya que allí ¨los bárbaros, la mujer y el esclavo estaban en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar¨.
En el marco de esta sociedad, los esclavos se encargaban fundamentalmente de los trabajos manuales, laborando como domésticos para el servicio permanente de las casas, en donde se puede decir que exclusivamente fueron empleados.
Vinculado a este uso doméstico fue que se desarrolló la trata internacional de esclavos en el imperio ateniense que tuvo como uno de sus principales epicentros a la mítica isla de Delos, en el Mar Egeo, legendaria por las menciones que hacen Heródoto y Tucídides en sus narraciones sobre las invasiones persas y la guerra del Peloponeso respectivamente. Vale decir que, en todos estos territorios, los esclavos podían ser comprados, vendidos o alquilados, pero parece que, en su conjunto, fueron bien tratados, e incluso se conocen casos de esclavos emancipados que pudieron contraer matrimonio dentro de la familia de su antiguo amo.
Ciertamente, el lujo estaba muy lejos de tomar en Atenas las proporciones que adquirió durante el Imperio Romano donde el número de esclavos afectados al servicio doméstico se mantuvo en niveles muy inferiores.
Fuentes
Mapa Egipto: G. Duby, Atlas Histórico Mundial, Debate, Barcelona, 2001, p. 7.
Mapa Grecia siglo V a.C.: G. Duby, Atlas Histórico Mundial, Debate, Barcelona, 2001, p. 15.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D.
Escuelas de Sociología e Historia
UASD/PUCMM