ANTES, DURANTE, DESPUÉS

ANTES, DURANTE, DESPUÉS

El acuerdo fue esperar el resultado de las auditorias. Dos informes estaban pendientes y aunque los protagonistas sabían cómo y porque, la Junta Central Electoral-JCE- debía soportar la falsía. Cualquier respuesta a las provocaciones no tendría eco, actitud hasta hoy vigente. Porque todos saben cómo se produjo la suspensión de las elecciones ordinarias generales municipales el 16 de febrero, empero, continúan repitiendo la   fábula.  El 19 de febrero, después de la traumática suspensión, el Pleno de la JCE celebró una audiencia con los representantes de los partidos políticos para evaluar lo ocurrido, e informar los detalles de las Elecciones Extraordinarias, convocadas para el 15 de marzo. Durante nueve horas el Pleno soportó un juicio inquisitorio, cargado de insultos e imputaciones aviesas. Fue la antesala del agravio en la plaza pública. El pronunciamiento de una sentencia condenatoria, sin posibilidad de recurso que afectó nuestra dignidad, arriesgó la democracia y comprometió a la institución. La JCE fue tan víctima de la falencia, como las multitudes que gritaban solicitando nuestras cabezas.  Esa condición es ratificada por los informes publicados. En los textos está la suma de autosuficiencia, ausencia de comunicación, ilusión de solucionar el entuerto, incumplimiento de convenios e intención de provocar el caos. La comunidad política y cívica conoció la encerrona y todavía divulga falacias. Continúa, luego del impecable desempeño electoral el 15 de marzo y después del resultado de las auditorías. Sigue, indetenible, en tiempo de pandemia.

El informe de la OEA se acoteja. La narrativa exitosa ha satisfecho tanto que una de las regentes de los dicterios en contra de la JCE confesó, que no leería 45 páginas (sic). Con desenfado propio de la frivolidad que encarna, continúa su misión descalificadora, pero sin leer las 45 páginas del Informe Final publicado por la OEA, luego de la auditoría, solicitada por la JCE, para identificar las causas que impidieron usar el sistema de voto automatizado. Sistema que colapsó cuando intentó cargar las boletas diseñadas para las elecciones municipales, considerado de “alta calidad” por los técnicos de la empresa Pro V&V, contratada por la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES), avalado por la empresa Alhambra Eidos y por la Misión de Avanzada de UNIORE.

Saben que no hay sorpresas. El Pleno de la JCE desconocía las ocurrencias que desde el día 15 de febrero, auguraban la tormenta. Los delegados políticos y técnicos, sí sabían, como supo la Misión de Observación Electoral de la OEA, desde la noche antes, la existencia del problema que pudo evitarse con la adecuada información al órgano electoral. Lo expuesto no significa negar la imprevisión, negligencia, falta de protocolo de contingencia. La exculpación no es un camino, pero si la mención de los hallazgos. Hasta el 12 de febrero, se habían realizado 7,486 cambios en las boletas, atendiendo a las sentencias del TSE. La circunstancia fue determinante para el clonado y personalización de la boleta, además de la dificultad, no prevista, de la dimensión de las fotografías suministradas por los candidatos.

El pleno estuvo ajeno a la contingencia, sin percepción del peligro, hasta las 7 y 18 am del día fatal, cuando comenzó el requerimiento impositivo para que se dictara la suspensión. La JCE no podía apostar al fracaso, creyó, hasta la debacle, en la pericia informática. Lo ocurrido ameritaba sensatez y pactos para evitar el desenlace y eso fue impedido con intimidación y complicidades.

La decisión inicial fue continuar las elecciones en los 140 municipios, no afectados por el fallo del sistema de voto automatizado. Decisión que, en un primer momento, fue mayoritaria. Después todo fue cambiando. La deliberación que produjo la decisión final, sin unanimidad, se desarrolló con la intervención de agentes extraños, sin privacidad. Tres rondas de votación fueron influenciadas por esas intervenciones, algunas francamente conminatorias y apocalípticas.  Lamentable ahora la reanudación del embate, de las imprecisiones que encantan a la sinrazón. Es la repetición del antes y del durante, aunque el después está en el proceso celebrado el 15 marzo que no ha sido objetado.

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