Antonio Gamoneda
El instinto de insurgencia

<P><STRONG>Antonio Gamoneda</STRONG> <BR>El instinto de insurgencia</P>

Uno de los grandes éxitos culturales del 2009 fue tener como invitado al Segundo Festival de Poesía al Premio Cervantes, Antonio Gamoneda. Un hombre casi octogenario, pero de una lucidez sorprendente y de una franqueza cautivadora. Aunque es un poeta de hablar pausado y de reflexiones profundas, siempre tiene a mano una salida divertida, irónica y hasta crítica para sí mismo y para su sociedad.

Lo primero que estableció cuando iniciamos nuestro encuentro fue su dificultad para escuchar bien, condición que mitiga con el uso de un aparatito en el oído que le permite modular a sus interlocutores.

En su primera y única visita al país, Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) se sintió feliz con el trato recibido y con su encuentro con los poetas dominicanos y nuestra literatura, de la que confesó solo conocer el movimiento Postumista, a cuyo mentor, Domingo Moreno Jiménes se le dedicó el festival.

Nos habló sobre la necesidad de buscar una solución al marcado desconocimiento que existe entre los poetas y escritores de habla española, que en el caso de su país son 40 millones, pero que en el resto son 400 millones.  “La poesía tiene una existencia de miles de años. ¿De cuándo serán los himnos sagrados de los mayas?, que son tan poéticos, como la mayoría de los textos sobrevivientes en todos esos idiomas de la América Precolombina”, se pregunta.

Analiza que España ha sido invadida numerosas veces (por fenicios, griegos, romanos, cartagineses, árabes, pueblos germánicos) y que “seguramente esos pueblos hicieron en nuestra vida proto-histórica cosas tan reprobables como pudieron hacer los españoles en América. Concretamente en la que estoy hoy día, en la República Dominicana y que fuera llamada La Española y no creo que los españoles diésemos grandes bienes en términos inmediatos como no nos lo hicieron  los que nos invadieron”.

“Pero por ejemplo, en el orden de la lengua y la cultura, se produce forzosamente un intercambio, un enriquecimiento, una penetración…  y yo he venido aquí con la seguridad de que me encontraré con cosas de carácter poético que me van a interesar mucho”, continuó reflexionando el poeta.

Gamoneda siempre ha sido un activista de la justicia social. Se ha proclamado un producto de la pobreza. Huérfano de padre y víctima de la crisis económica que vivió España  tras la guerra civil (1936),  no pudo ir a la escuela en su infancia y tuvo que asimilarse al sistema laboral a muy temprana edad.

“Yo he trabajado desde los 14 años. Trabajaba en camiones de carbón, encendiendo calefacciones… Yo puedo haber sido marcado por la pobreza, soy pobre, pero vivo mucho mejor”, afirma.

Sostiene que hace muy poco tiempo que puede vivir de su carrera como poeta, ahora ayudado por los premios recibidos, porque siempre mantuvo su familia de su trabajo como banquero (26 años) y luego en diversas instituciones y organizaciones como gestor cultural.

“Hay una satisfacción en el reconocimiento, normalmente traen consigo un paquetillo que a un pobre como yo no le viene mal. Pero yo soy perfectamente consciente que el día que me dan un premio, mi poesía no es mejor que el día anterior”, expresa.

El ganador del Premio Nacional de Poesía (1988) y Premios Sofía de Poesía y Cervantes (2006) sostiene que no suele conmoverse demasiado porque siempre ha vivido de cosas conexas a la literatura (conferencias, la enseñanza y el trabajo cultural en la región de León, donde vive desde los 3 años).

Nos sorprende su doble condición de banquero y poeta y él nos ofrece una explicación “dado el tipo de vida que llevaba en jornadas dobles de trabajo y hasta 15 horas diarias, es lógico que tuviera necesitado de un escape. Yo hacía un esfuerzo suplementario por completar mi educación, por estudiar, por escribir, por tener una vida interior lo más rica posible, ya que la exterior era muy pobre”.

Él sostiene que como aprendió a leer con un libro de poesía –de la autoría de su padre con igual nombre- estaba felizmente condenado a la poesía y que aunque le interesaban otras artes, no las practicaba “porque no me sentía apto para ello”.

“La poesía ha sido la capa con la que tapaba mis angustias”, declara con su voz de poeta, que debió ser parte de la generación de los 50´s, pero que se negó a formar parte de ningún movimiento literario o estético.

Extracto de Sábado:

“La mujer, cuyo corazón es azul
Y te alimenta sin descanso
Esa es tu madre, dentro de la ira;
La mujer que no olvida
Y está desnuda en el silencio
Esa fue música en tus ojos”.

García Lorca

Si hay un poeta, entre tantos, por el que Gamoneda siempre saca la cara y lo reconoce entre sus  influencias  ese es Federico García Lorca, el poeta granadino asesinado por el régimen franquista, que no deja de estar en el tapete tanto por el misterio no aclarado de su muerte como por los constantes choques públicos de sus familiares. Ante la idea de la exhumación de los restos del poeta, Gamoneda casi llora, le cambia la voz y de tierna pasa a dejar traslucir una incontenible rabia. “Me parece que es una pelea de carácter político y social. Lorca les trae sin cuidado. A mí lo que me molesta de todo esto es que efectivamente haya una gran polémica y el personaje muerto que es ahora García Lorca, sea en términos generales más importantes que su obra y eso es una falsificación de Lorca”.

 La memoria es mortal.

Algunas tardes Billie Holliday
Pone su rosa enferma en mis oídos
Algunas tardes me sorprendo,
Lejos de mí, llorando.

“La poesía es un producto que concierne a la intimidad y a la soledad del poeta, pero tiene también su destino en la colectividad, pues el lector se convierte a su vez en un creador cuando está leyendo y hace su interpretación y ve la propia rítmica del poema, apoderándose de los aspectos formales y para mí, eso es bueno, es como si fuese un bien patrimonial”, expresa.

Entiende que aunque haya muchos poetas, el espacio para la poesía “es muy pequeñito, porque hay métodos de una gran potencia tecnológica, la televisión, la Internet, las emisoras, los periódicos que ocupan todo el tiempo”.

Entiende que aunque la poesía parezca no tener un espacio objetivo fuera del que la escribe y el que la lee, en ambos cerebros esas imágenes de las metáforas, se forman y eso las convierte en realidad “como son una realidad los sueños, algo que a  ti te ha hecho feliz o sentirte realizada. Lo que pasa es que no tienen dimensiones físicas, que no se pueden poner encima de la mesa, pero la realidad interna, es una realidad también”.

Vienen con lámparas

Conducen serpientes ciegas
A las arenas albanizas.

Hay un incendio de campanas.
Se oye gemir el acero
En la ciudad rodeada de llanto.

Gamoneda acaba de escribir sus memorias de infancia. Un recuerdo trajo a otro y a otro. Uno que recordó recurrente es el de su madre que se acerca a su cama y le pide que se tranquilice. Simultáneamente ve el balcón, los pies de la cama y otras cosas que estaban allí, sobre un fondo iluminado que aún adulto, percibe como  amenazante.

“Yo sabía que había algo, que era terrible y al mismo tiempo volvía a la realidad. Soñaba despierto, eso es real, pero los puristas del lenguaje limitan la realidad a lo que es objetivable, a lo que se toca”, cuenta.

A sus 78 años, ahora está seguro de que la infancia es poderosísima, lo comprobó mientras escribía lo vivido del 1936 al 1945 –entre la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial- y en la experiencia con su madre, que murió a los 93 años “y no recordaba más que su infancia y a mi padre”.

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