Antonio Guzmán Fernández se incorporó a la política por solicitud de Juan Bosch, en 1962. Habían sido condiscípulos en la escuela del padre Fantino, en La Vega, donde estudiaron hasta tercer curso.
Bosch regresaba del exilio antitrujillista y se encontró con que su leal compañero, Mario Sánchez Guzmán, había fallecido, por lo que acudió a Antonio “para que lo introdujera, anunciándole que traía al PRD”. El escritor permaneció una semana en la casa de Guzmán “y en esa terraza entra papá a militar: hizo la campaña entera con Bosch. Conocía mucha gente y así se integró al PRD, sin pensar en cargos, solamente ayudando al amigo”, reveló Sonia Guzmán.
Previo a esa etapa, Antonio debió hacerse cargo de su madre y de 10 hermanos tras el deceso de Silvestre Guzmán, su padre, próspero comerciante vegano. Jimena Fernández y sus hijos Mercedes Antonia, Lacha, Altagracia, Silvestre, José Leonor (Nonó), Finetta, César, Enrique, Antonia y María, recibieron el sustento de este hijo mayor que se empleó en la Curacao Trading Company, entonces dedicada a comprar y vender frutos menores.
Llegó a ser gerente y en esa posición residió en diferentes pueblos del país, extendió sus relaciones sociales y comerciales y se familiarizó con la agricultura. Fundó y desarrolló oficinas regionales.
Años después trabajó en “Productos Dominicanos, C. por A.”, de la familia Oket, franceses que se radicaron en el Cibao y procesaban arroz.
En los años de 1940, el emprendedor joven decidió independizarse y compró su primera finca en Arroyo Frío, Jamao, al general Fausto Caamaño, en la que se asoció con el español Manuel Ardavin. Ahí cultivaba café. Posteriormente adquirió otras en Sabaneta de Yásica, Los Pinos, Río San Juan, Cotuí, El Pocito de Guayubín, agregando crianza de ganado, cultivo de arroz, cacao, y guineo, que negociaba con la United Fruit Company.
“Sería mi ruina…”. Desde edad temprana Antonio demostró astucia para la política. En una ocasión le llamó Piro Estrella, leal trujillista y revolucionario de “Concho Primo”, para que le vendiera su cosecha de arroz al dictador, quien lo esperó junto a Manuel de Moya Alonzo en la vivienda de Estrella. Le dijo que “el Jefe” no tenía arroz para las Fuerzas Armadas. ¿Cómo negarse? “Manuel, tú sabes que yo no puedo, ese arroz está comprometido. Si se lo doy al jefe, sería mi ruina”, se le ocurrió.
De Moya insistió, pero Trujillo interrumpió: “Manuel, deja a ese muchacho tranquilo, ¿no ves que es un hombre serio y de trabajo?”. Contaba el expresidente que se despidió “con temblores en las piernas. Había salido de evitar su colapso total”.
Excepto una vez que le publicaron un “Foro Público” diciendo que iba a la finca de El Pocito a tomar tragos y parrandear, no tuvo problemas con el régimen. El infundio fue aclarado con Ludovino Fernández, comandante local y, desde luego, con su esposa.
El 28 de octubre de 1938, Antonio casó con Renée Klang, de padre francés y madre brasileña, y procrearon dos hijos: Iván y Sonia. De una unión anterior era Lilliam, que crió Jimena. Durante sus vacaciones escolares, los reunía en Arroyo Frío.
En su gobierno, Bosch lo nombró secretario de agricultura, que aceptó pese a la oposición de doña René y de Sonia.
Revolución de Abril. Estuvo en el Palacio Nacional cuando se produjo el Golpe de Estado contra Bosch y tras este marcharse al exilio, Guzmán abandonó el bungaló del hotel Jaragua, donde vivía con Renée siendo ministro, y regresó a Santiago y a sus fincas.
El 24 de abril de 1965 se encontraba en Cotuí cuando recibió una llamada para anunciarle el estallido revolucionario. Vino y se unió al coronel Caamaño y a los constitucionalistas y tuvo una participación activa como mediador entre estos y los norteamericanos.
El líder de abril le pidió negociar para buscar una salida que garantizara las elecciones y Guzmán trajo a Salvador Jorge Blanco y Aníbal Campagna para los fines jurídicos, planteando que había que negociar con Bosch.
Se entrevistó con el expresidente en Puerto Rico y regresó informando que no vendría, que la solución era un gobierno de transición y de esa propuesta surgió la “Fórmula Guzmán”, sugerida por las partes, para que él fuera Presidente provisional.
“Papá mandó a buscar el traje para la toma de posesión” pero los norteamericanos le condicionaron a deportar a “los comunistas” de una lista en poder de Estados Unidos o a construirles una villa en Samaná de la que no pudieran salir, narró Sonia Guzmán.
“En un gobierno mío no hay exilados ni campos de concentración”, replicó. Se dispuso a retornar a su natal, pero Caamaño le pidió “que le buscara a otra persona. Papá fue quien le presentó a Héctor García Godoy”.
Un año después Bosch lo procuró para que fuera su aspirante a vicepresidente en la campaña electoral que realizó más o menos solo, pues don Juan “salía poco por temor a un atentado. Papá fue quien prácticamente viajó por el país llevando el mensaje de Juan Bosch”, expresa Sonia.
Don Antonio fue, además, el candidato del Acuerdo de Santiago, en 1970, en el que se unieron el Partido Revolucionario Dominicano, el Movimiento Popular Dominicano y el Partido Quisqueyano Demócrata, pero decidieron abstenerse por la represión de Joaquín Balaguer. “José Francisco Peña Gómez anunció, con dolor, que iríamos aun baño de sangre”.
Al rumorearse la división del PRD y la creación del PLD, Guzmán comentó a su esposa: “Renée, Juan se ha vuelto loco, quiere salirse del PRD, ¿qué se puede hacer?”. La dama le aconsejó invitarlo a la finca de Jamao, pensando que “tenía un surmenage”. Don Juan le prometió que iría, pero al otro día temprano la principal noticia fue: “Juan Bosch funda el PLD”.
Peña Gómez preguntó a Guzmán su opinión sobre “esa debacle”. “Puedes ir diciendo que yo no sigo hombres, sino ideas, yo me quedo en el PRD”. Y don Juan, añade Sonia, “se distanció en lo personal y se resintió porque no volvieron a tener contacto hasta el gobierno de papá”.
Las calles. Antonio Guzmán es recordado mediante calles, avenidas, bustos, edificios gubernamentales, centros agrícolas… con su nombre. Para Sonia son “la mejor demostración del grato recuerdo que dejó el gobierno de Antonio Guzmán”.
“Creo en los homenajes genuinos, y cada calle de esas ha sido una manifestación espontánea de la gente, no cabildeada por la familia”. Considera que son el reconocimiento “a un hombre bueno, honesto, que hizo un buen gobierno, a pesar de que, como todo ser humano, ha tenido enemigos que han querido borrar ese recuerdo”.