“Antonio Guzmán Fernández se sintió muy afectado por unas declaraciones de Salvador Jorge Blanco, candidato electo en las elecciones de 1982, afirmando que iba a reprimir y llevar a la cárcel a los funcionarios de su gobierno que se enriquecieron, que los iba a acusar de corruptos. Eso lo deprimió y pienso que fue determinante en el suicidio”.
Franklin Domínguez, director de Información y Prensa del gobierno de Guzmán, quien hace la aseveración, vivía conmovido por la soledad que, según él, acompañaba a este mandatario “reservado y comedido”, cuyos colaboradores apenas le visitaban. Él era quien lo veía cuando entraba al despacho a llevar invitados, diplomáticos, periodistas, fotógrafos y otros interesados en conversar con él. “Pero nunca hablábamos”, señala.
Dice que sus ministros más cercanos eran Milton Ray Guevara y Lorenzo Sánchez Baret, “y se encerraban en sus oficinas y yo en la de Prensa. ¿Qué sensación podíamos tener de lo que le sucedía?”.
Agrega que Guzmán solo contaba con sus hijos Sonia y José María Hernández, porque “los Sánchez Baret aparecían cuando querían”.
Confiesa que se sintió desalentado al tener que dejar el cargo para ir a ocupar la dirección de Bellas Artes, porque su sustituto, Bruno Pimentel, “no tenía con él la presencia permanente que yo le prestaba”.
Antonio Guzmán, Jacobo Majluta y Leonel Fernández fueron los últimos hombres de Estado con quienes trabajó Franklin aunque sus relaciones con Majluta fueron de candidatos políticos, cuando Franklin aspiró a la presidencia de la República por el Movimiento de Conciliación Nacional. Jacobo le dejó un ingrato recuerdo de esa experiencia.
Con don Antonio viajaba en helicóptero y le acompañaba en sus residencias de Santo Domingo y Juan Dolio donde cuenta que se retiraba su hija los fines de semana a responder la correspondencia oficial.
“Me llamaba con cierta frecuencia para contarme algo, con él conseguí que llevaran la línea telefónica a Villa Mella”, donde vivió Domínguez hasta hace poco.
Dice que el Jefe de Estado “era un hombre siempre bien recibido, muy puntual, pero su soledad era evidente”, reitera. Afirma que ni su propia hija entraba al despacho con esa asiduidad. “Tanto es así que un día me mandó a decirle que quería verla”.
Sin embargo, asegura que el gobernante gozaba de mucha simpatía y que durante su gestión “el cambio se notaba”.
Pero el Palacio, añade, “lucía desierto por las tardes, los funcionarios no asistían, el único que estaba con él era yo, por eso se le notaba esa sensación de vacío, quizá sentía que con tantos servidores y ninguno a su lado”, exclama. Narra que una tarde se presentó un ejecutivo de la embajada norteamericana y no había traductor y él debió servir de intérprete.
“En una ocasión vi en la prensa una foto de él y llamé inmediatamente a mi secretaria, Jeanette Friesner, para preguntarle qué le pasaba pues lo vi muy avejentado”.
Llegó a preguntarle a Guzmán Fernández si le ocurría algún percance “pues lo veo muy deprimido, lo noto raro”, le dijo, y el gobernante apenas contestó: “Nada”. “Comprendí, añade, que la soledad hacía que se sintiera desarmado”.
Franklin habla de Guzmán Fernández como un hijo angustiado, convencido del padecimiento de su padre sin poder ayudarlo. Hasta él llegaron hablillas y rumores supuestamente causantes de la melancolía del mandatario pero solo los comenta sin asegurar que fueran ciertos pues no cuenta con fundamentos o evidencias.
Lo define como “un hombre bueno, sano. Lo acusan de que bebía alcohol y yo nunca lo vi con un trago de licor ni en Juan Dolio ni en los actos públicos, inclusive, yo les observaba a los guardaespaldas que tenía el vaso vacío. Nunca lo vi embriagándose”.
Destaca el gran deseo que tenía de ayudar a su país, su amplia visión de la política, su espíritu democrático, “respetuoso con los demás, de mucho carácter y decisiones firmes”.
“Era inteligente, aunque muchos decían que no, porque hay quienes confunden inteligencia con cultura. El inteligente no necesita mucha cultura ni educación sino actuar con sentido amplio de justicia, tomar decisiones equilibradas y actuar como él lo hacía, lleno de buena voluntad, incapaz de hacer daño”.
Leonel y Jacobo. Franklin fue director de Bellas Artes en cinco ocasiones, incluyendo los gobiernos de Leonel Fernández y Danilo Medina. Cuando remodelaron el edificio de esa dependencia Fernández le comunicó: “Usted es el hombre para esto”, “pero me destituyeron por un problema con Ligia Amada Melo”. Años después Leonel lo repuso con las mismas palabras: “Usted es el hombre para esto”. Ahora está jubilado.
Estuvo ligado al PLD a través de alianzas con su Movimiento de Conciliación Nacional. Ha firmado pactos “con Juan Bosch, Lidio Cadet, Danilo Medina…”. Dice que se deben a la cercanía que tuvo con Bosch desde 1963. En los gobiernos peledeístas, “pude nombrar alguna gente, todavía hoy tengo reconciliados en el gobierno como resultado de esos arreglos”.
No obstante, no se ha enriquecido ni utilizado el poder como influencia, significa. Vive modestamente. “Me dicen: ‘pendejo, con tantos presidentes que has trabajado y no te has hecho rico’. Se verá pedante pero nunca saqué ventajas, eran sueldos pequeños y lo poco que he conseguido ha sido por mi propio esfuerzo”.
Jacobo Majluta es la nota discordante en sus exitosas experiencias con figuras públicas. “Yo era muy amigo de Ana Elisa, su esposa, que era prima de Camilo Carrau”, gran actor a quien Franklin estuvo muy unido.
Relata que cuando Majluta y Peña Gómez tuvieron conflictos Jacobo se le acercó y en una cena en su residencia de Arroyo Hondo acordaron que este iba a ser el candidato del MCN. “La Pina 207 se abarrotó de majlutistas inscribiéndose en el MCN, había tal revuelo que la gente se preguntaba qué estaba pasando… y sorpresivamente sale Majluta fundando el PRI, no hubo ninguna comunicación, nada. Fue un gran error, pudo quedarse con el PRD o ser proclamado como candidato del MCN, pero creo que debió seguir peleando la candidatura del PRD y ser de Conciliación, ya había muerto Jaime Manuel Fernández”.
Franklin terminó siendo candidato del MCN después que una convención celebrada en el cine Max fue declarada nula por la JCE y depuesto José Attías Juan, que fungía como cabeza. “Surgí yo como presidente del partido y me juramentó la Junta. Attías cometió el error de querer sacar a los hijos de Jaime Manuel de la organización”.
Empero, Franklin considera que Jacobo “fue un candidato fuerte que pudo haber sido un gran presidente”. Para él, Majluta ganó las elecciones de 1986. “Tenía los votos a su favor pero hubo una maniobra de las que siempre se acusaba a Balaguer para quedarse con el poder”.