Viajar en transporte público genera una ventaja, y es que los gritos de la sociedad nos llegan de forma directa, en códigos sencillos y sin filtros pre-programados. Cuando viajamos en nuestros propios vehículos tendemos a aislarnos de la realidad del pueblo dominicano y esto produce una especie de burbuja social creada por el cristal del vehículo, aquel material duro y transparente que no permite que el aire acondicionado se escape, pero también y al mismo tiempo, ese mismo cristal crea un trecho y una frialdad en el ser humano que nos pone en distancia y nos amarra con una apatía que nos separa de todos los problemas que enfrentan las familias dominicanas y la realidad última del pueblo dominicano.
Este fenómeno social de vivir inconscientemente aislado y de espalda ante la realidad que nos rodea, provoca en nosotros una desconexión que nos guía a una insensibilidad que nos hace creer que la sociedad debe girar en torno a nosotros mismos; pero cuando nos conectamos con la población, aun si no nos conectamos con frecuencia, captamos el dolor, el sentir, la desesperación, la pobreza y el enojo de la sociedad, una incomodidad provocada por aquellos políticos que ejercen el poder de manera descontrolada, no generando equidad y mucho menos aportando soluciones para disfrutar de una seguridad ciudadana.
Días atrás, un amigo me invitó a una conferencia de seguridad ciudadana, tomé la decisión de irme en transporte público porque no quería manejar y necesitaba descansar, entré al autobús a las 6:00 de la mañana y opté sentarme en la tercera línea del autobús, en ese momento, al entrar en dicho autobús, ya estaban hablando de política, todos ellos liberando catarsis, purificando sus pasiones y frustraciones alimentadas por un sector irresponsable y aniquilador del espíritu de la democracia; todos ellos estaban hablando sin frenos, sin filtros y creo que con el corazón. Yo decidí escuchar para poder palpar parte de la realidad y sentimiento social en la esfera de la política, percibir el descontento de la masa pobre y vulnerable, la cual es la mayor población de nuestro país, aquella que se encuentra del otro lado de aquellos cristales. Para entender y palpar esas realidades sociales, a veces debemos brincar la cuerda de la comodidad que nos anestesia.
Ese día estando en ese autobús, todos ellos decían: Este país cambiará cómo está cambiando el
Salvador. Otros expresaban que debe surgir un líder con carácter y con mano dura. Que debemos concientizar y cambiar el rumbo y destino del país. Que el pueblo dominicano está “jaiiito” de tantas mentiras, así mismo, “jaiito”. Había una persona, nunca le pregunté su nombre, sentado en la segunda fila del autobús, ubicada detrás del chofer, con un rostro de firmeza y esperanza, levantó sus dos manos de agricultor y expresó de forma segura y pausada “que este país se ve obligado a cambiar y que él espera que de aquí a 20 años suceda un cambio real”. Excelente fórum de forma espontánea, sencilla y sin colores de partidos, un fórum que reflejó una muestra sociológica del sentir dominicano.
Quiero aplaudir a esos que están del otro lado del cristal y sin aire acondicionado, a esos que opinan sin tener un bosquejo basado en lecturas dirigidas, a esos que no tienen la oportunidad de escribir como yo escribo cada domingo en el periódico Hoy; aplaudo a esos que encarnan el mensaje liberador como si fueran especies de Cristo en el anonimato. Son esos los que están detrás del cristal, la mayoría, que tienen la potestad y la autoridad de crear un antes y un después. ¡Aplaudo a los que están detrás del cristal!