Con esta cita de Juan Bosch deseo expresar un mea culpa. No porque como sacerdote no pueda empezar nada sin un acto de contrición, sino porque en este caso el mismo está más que justificado por la superficialidad con que hasta ahora me he acercado a uno de los pensadores más grandes de nuestra América, siendo que estudié en el liceo vespertino Manuel Rodríguez Objío, plantel donde Hostos fundó la primera escuela normal para mujeres junto a Salomé Ureña de Henríquez; que soy oriundo del país donde este hizo su más relevante aporte pedagógico; que me desempeño como un profesor que añora ser un maestro y que siento una profunda sintonía con sus ideas de la “confederación antillana” y la “revolución educativa”.
Ahora bien, intuyo que un mea culpa no es suficiente. Tenemos que configurar un propositum –y en este caso también incluyo a los lectores–: profundizar en el pensamiento hostosiano y difundirlo para concretar “la revolución de las conciencias” a la que este aspiró, dado que esta contribuye a sacarnos del atolladero en el que nos encontramos inmersos. Esto es lo que proponemos al valorar su propuesta educativa a la luz del paradigma del pensamiento complejo de Edgar Morin. Lo hacemos como quien traza un círculo hermenéutico entre las problemáticas a las que estos dos pensadores respondieron y las que nosotros enfrentamos actualmente. Tenemos plena conciencia de que esta empresa excede las posibilidades de un artículo como este, pero nos interesa demostrar que es una buena hipótesis de trabajo y que nos ofrece un novedoso horizonte para redescubrir y actualizar el pensamiento hostosiano.
Varios científicos sociales describen nuestra sociedad como un túnel, un mundo líquido, roto y desbocado y como la era del vacío, caracterizándola con los procesos de individuación, las nuevas subjetividades en la cultura somática, la revolución tecnológica e informática, la globalización y el neoliberalismo. Procesos que nos remiten a “un cambio epocal”. Esto es, a una transformación de nuestro modelo de civilización, con hondas repercusiones en el ámbito educativo. El pensamiento complejo, articulado por Edgar Morin, ha demostrado ser una respuesta pertinente para estas mutaciones, por lo que nos parece oportuno el profundizar en las posibilidades de un diálogo entre dicho paradigma y la pedagogía hostosiana.
Dadas las características del pensamiento complejo, para que esto sea realizable debemos demostrar que la pedagogía de Eugenio María de Hostos es más amplia que el positivismo y que existen elementos fundamentales con los que ambas propuestas comulgan. En relación a lo primero, es casi un lugar común el hablar del “positivismo hostosiano”, pero consideramos que este solo abordaje de su pensamiento es insuficiente y reduccionista, tal como constatamos al adentrarnos en la concepción que Hostos tiene de la enseñanza, en los métodos que sugiere para su ejercicio, en su inquietud por conciliar la ciencia con la ética y en su preocupación teleológica.[1]
En referencia a lo segundo, si bien es cierto que existe un abismo temporal que separa a estos dos autores, no es menos cierto que ambos son muy conscientes de estar viviendo en un período limítrofe, que nosotros podemos denominar como un cambio epocal–Hostos “el de la premodernidad a la modernidad” y Morin “el de la modernidad a la postmodernidad”–con el que desean dialogar en una perspectiva holística. Ambos manejan la oposición entre civilización y barbarie, de la cual responsabilizan a un régimen educativo deficiente y, finalmente, en la propuesta educativa hostosiana encontramos los tres principios fundamentales del pensamiento complejo: el dialógico, el de recursividad organizacional y el hologramático.
Dada la brevedad del espacio del que disponemos, nos concentraremos en este último punto, que además de ser el más neurálgico es el de mayor trascendencia.Para Edgar Morin el principio dialógico “nos permite mantener la dualidad en el seno de la unidad. Asocia dos términos a la vez complementarios y antagónicos”.[2]Nosotros descubrimos este principio en Hostos cuando nos habla de la vida como un proceso en el que la armonía es el resultado de una sabia relación entre elementos que nos podrían parecer contradictorios y disonantes, pero que se articulan en un continuo proceso de creación.(Hostos:1991,Vol. I, Tomo II, p. 294-295).
Para Morin “un proceso recursivo es aquél en el cual los productos y los efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello que los produce”. (Morin: 2005, 67). Este principio lo visualizamos en Hostos cuando nos sugiere adentrarnos en el mundo con entusiasmo, para percatarnos de que a la vez que generamos el mundo por el recogimiento, este nos genera a nosotros por la contemplación.(Hostos:1991,Tomo VI, p. 48-49).
Para Edgar Morin: “En un holograma físico, el menor punto de la imagen del holograma contiene casi la totalidad de la información del objeto representado. No solamente la parte está en el todo, sino que el todo está en la parte”. (Morin: 2005, 67-68). En Hostos, este principio se refleja en su pregunta a la inteligencia que anima al mundo por el destino de quienes viven conforme a la raza verdad y a la justicia, pues siendo que esta es su razón suficiente, se la cuestiona por su razón de ser. (Hostos:1991, Vol. I, Tomo II, p. 297).
Consideramos que este breve muestrario nosconfirma que el diálogo entre la propuesta educativa hostosiana y el paradigma del pensamiento complejo es posible y representa mucho más que una simple proyección anacrónica. Este pequeño ejercicio nos habla de la riqueza insondable del pensamiento hostosiano. Podemos repetirlo en relación a otros autores y ampliarlo a otras áreas del saber. Esto es posible porque en su propuesta pedagógica, Eugenio María de Hostos no solo se limitó a tratar sus aspectos prácticos, sino que se preocupó por su razón de ser, incursionando en una vertiente meta-educativa. Así lo verificamos en su formulación de un principio articulador de la misma, que integra la historia de la educación, el análisis de los contextos culturales y las diversas corrientes de pensamiento de su época.
Deseamos terminar este artículo volviendo al propósito con el que lo iniciamos. Para ello nos servimos de la siguiente frase de Hostos: “Las ideas pueden ser, y muchas lo son realmente, saludables y salvadoras, al paso que los hombres pueden ser, y en efecto lo son, indignos representantes de ellas”. (Hostos: 1991, Vol. I, Tomo II, p. 211). A nuestro modo de ver, tenemos el reto de profundizar en las ideas salvadoras de Hostos para educarnos, de modo que, al concluir esta empresa, seamos sus más dignos representantes. Si así lo hacemos, como el profesor Juan Bosch, sabremos qué debemos hacer y nos comprometeremos totalmente en favor de la vida plena de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe.
[1]Cf. Todas las referencias sobre el pensamiento de Hostos están inspiradas en sus obras completas, editadas por Julio César López y Vivian Quiles Calderín, Eugenio María de Hostos, obras completas (edición crítica), Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan 1991.
[2] EdgarMorin, Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Barcelona 2005, p. 67.