Giovanni di Pietro ha escrito un pequeño y enjundioso libro orientado a mostrar dos grandes escenarios o planos de la literatura dominicana en los cuales Roberto Marcallé Abreu impone su calidad narrativa en el cuento y la novela por encima de sus contemporáneos.
La obra se titula La narrativa de Roberto Marcallé Abreu (Hato Rey: Publicaciones Puertorriqueñas, 2006) y en ella el autor plantea la tesis de que la literatura social de corte testimonial, policial, trujillista, balaguerista o que denuncie los problemas económicos-políticos del país carece de valor literario si en esta uno o varios personajes no asumen una postura moral que trascienda esas otras posturas puramente ideológicas o repetitivas de prácticas literarias que ya fueron trilladas por otros escritores.
No deja de tener razón Di Pietro si consideramos que los males de la sociedad dominicana desde su surgimiento en 1844 hasta hoy los conocemos de sobra, han sido diagnosticados de sobra y sabemos a qué se deben y por qué: más de cuatro siglos de autoritarismo colonial unidos a dictaduras cuyos jefes se repartieron los bienes públicos con la práctica del patrimonialismo y el clientelismo, practicaron el anexionismo, el proteccionismo y la venta o alquiler de la república o parte de ella a potencias extranjeras e hipotecaron el bienestar y la felicidad de su gente para siempre propiciando un régimen oligárquico que dura hasta hoy. Esto es lo que sabemos y esto es lo que han denunciado las novelas sociales como La sangre, de Tulio Cestero, o los poemas sociales de Federico Bermúdez, desde que inauguraron este tipo de literatura.
De modo que Di Pietro ve en el cultivo de este tipo de literatura una repetición de lo ya hecho en el pasado y aboga, como lo ha realizado Marcallé Abreu en sus novelas y cuentos, por un tipo de escritura con una postura moral que rebase la denuncia hecha hasta ahora en contra de las dictaduras y los regímenes autoritarios y entreguistas. Y propugna por el cultivo de textos policiales, testimoniales y sociales que trasciendan la ideología del compromiso político-social frente a la postura moral seria.
Insisto en que a la posición de Di Pietro es necesaria, pero insuficiente, pues como es binaria, no se abre a lo múltiple, al no auspiciar, por ejemplo, una vía ternaria donde el texto no solo rebase el compromiso político-social de la denuncia, sino también la misma postura moral de los personajes de un tipo de escritura como el realizado por Marcallé Abreu. Adoptar esta última postura consistiría en abrirle un campo de infinita posibilidades a la escritura que adopta, a través de uno o más personajes, una lucha moral en contra de los males del país y su corrupción generalizada. Y ese campo de infinitas posibilidades sería una tipo de escritura ética que rebase lo moral, pues, como sostiene Henri Meschonnic, teologizada o no, como codificación social de los mandamientos y las prohibiciones, del bien y del mal, la moral es una mantenedora del orden.
Al contrario de la ética, que Meschonnic postula como plural: La ética es un asunto de comportamiento. Consigo y con los demás. La ética es lo uno hace consigo mismo, y con los demás. Un actuar y un construir valor. Y el valor no puede ser distinto al sujeto, el cual no posee inmediatamente sino un sentido doble, hacer de sí un sujeto, hacer que los demás sean sujetos, reconocer a los demás como sujetos. Y no hay sujeto si este no es el valor de la vida. Y debe desgajar del individuo todos los sujetos que lleva consigo. (Ética y política del traducir. Verdier: Lagrasse, 2007, p. 20, ed. en francés)
Lo que sigue: valorar el plano 2 de la postura moral en las obras de Marcallé. Postular que las obras que irían en el plano 3 arrasan con las ideologías y creencias del plano 1 y 2 y fundan la obra en el ritmo y el sentido orientado políticamente en contra de los planos 1 y 2 y estatuyen un social infinitamente plural. Y por último, postulo un plano 4 para las obras desconocidas por venir y que transformarían lo realizado por los escritores en los tres planos anteriores.
El plano 1 es la literatura sin valor o subliteratura producida por las escritoras y escritores dominicanos que no transformaron las ideologías y creencias que encontraron en su sociedad. Por ejemplo, todas las obras testimoniales, sociales, policíacas, de nostalgia del trujillismo, del bolerismo, del balaguerismo o del mismo jaez historicista.
En el plano 2 están las obras que, como las de Marcallé Abreu, sean testimoniales, sociales o policiales, pero presentan un componente donde uno o más personajes adoptan una postura moral con seriedad de propósitos y con una esperanza abierta al futuro, ya que, como dice Di Pietro, se anticipan tales obras a lo que sucederá. La adopción de la postura moral ante la corrupción generalizada de la sociedad, el patrimonialismo y el clientelismo produce la rebelión en contra de ese estatus quo y la obra libera un pluralismo parsimonioso, como decía Barthes, el cual no llega a la transformación de las ideologías y creencias de la época, pero son una importantísima erosión que prepara el terreno para el paso siguiente.
En el plano 3, como expliqué antes, se produce la transformación ética, política y poética del lenguaje y el sujeto a través de la escritura. Ritmo, sentido y sujeto son una misma y única relación. El texto es el lugar de la transformación de los planos 1 y 2 y un camino hacia lo desconocido, es decir, el camino hacia el gran poema, apertura máxima de la subjetividad que se convierte en transubjetividad, o sea, en lo contrario del narcisismo, del biografismo y de la mimesis de las emociones y sentimientos.
En el plano 1, el 99 por ciento de los lectores de ese tipo de obra están de acuerdo con su contenido ideológico, pues para ellos se trata de la reproducción de los mitos y creencias que comparten, los cuales les dan seguridad frente a lo desconocido, pero les proveen de una arma formidable para conservar el orden social y literario establecido.
De ese 1 por ciento restante, el 0.75 por ciento abona las obras del plano 2, pues este tipo de lector abjura del sistema socio-político-económico que conoce, pero no sabe cómo transformar la sociedad, aunque se rebela y apoya el tipo de literatura que se insurrecciona en contra del sistema de corrupción generalizada. Y un 0.25 por ciento de esa población entiende las obras que transforman los planos 1 y 2, ya que su simbolismo, su sentido y su ritmo están orientados políticamente a arrasar con las ideologías y creencias que sustentan el orden literario y social tradicional que cimenta la sociedad corrompida. Esa minoría de lectores y lectoras juega la posición de un significante social y político que un día arrasará con el patrimonialismo y el clientelismo político y literario.