De las modalidades opositoras más atractivas y corrosivas, la circunscrita a la apuesta de la insatisfacción popular, ocupa un lugar singular en el esquema de ataques en los partidos que actúan con un amargo sentido de la oportunidad. El desquite sustituye el argumento inteligente y las propuestas que contribuyen en el proceso de cambios en la sociedad.
La noción destructiva en el ejercicio opositor atenta contra el interés ciudadano que, aspira a la articulación de políticas públicas, encaminadas al bien común. No obstante, en el intento destructivo, pierde la clase política, y los que presumen dividendos ventajosos terminan devorados por el descontento anti sistémico. La reiterada frase de que se vayan todos, entusiasma a las masas sin reflexionar sobre los daños colaterales. De ahí la reiterada vista puesta en opciones alternativas y diferentes que, en muchos casos, la cura sale peor que la enfermedad.
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Las experiencias en el país en materia de cansancio con las inconductas de la partidocracia, abrió las compuertas de abstención altísima e inauguración de partidos con nuevas siglas, que intentan dejar en la organización abandonada todas las mañas que provocaron significativas bajas en la favorabilidad electoral. Por fortuna divina, el sistema partidario dominicano, aunque sus signos de renovación no han sido los deseados, puede exhibir notables avances y la madurez ciudadana pasa balance con bastante efectividad a los exponentes que, su grado de obsolescencia, los desconecta de la nueva realidad y códigos del siglo 21.
Escuchar en labios de un expresidente y cabeza de una de las organizaciones con arraigo electoral el » cese de una oposición light» es un síntoma revelador del atraso y escasas destrezas, y sin darse cuenta, razón del divorcio con los ciudadanos que reducen a la casi insignificancia electoral a la otrora imbatible fuerza partidaria. En ese mismo orden, dilatar contactos con el primer ejecutivo de la nación sin que nadie conozca los argumentos reales que rechacen la visión oficial en lo referente a las reformas pendientes, proyectan una concepción arrabalizada del rol opositor en las democracias modernas.
Personalizar cualquier tipo de discrepancias a las políticas gubernamentales genera una sensación de descenso notable en la calidad de nuestra clase partidaria. Y ya ese riesgo se expresó en las urnas, pero parece que no lo entienden. ¡Después no se quejen!