Aprender con dolor

Aprender con dolor

Julio Ravelo Astacio

Por Julio Ravelo Astacio

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Permítanme, amigos lectores, en esta ocasión, iniciar como no es
costumbre…relatarles y compartir con ustedes una experiencia ocurrida en mis años de estudiante universitario.

Varios compañeros de estudios acordamos que, en los fines de semana o días de vacaciones conocer un lugar histórico, una provincia, un río, una playa, etc., como forma de ampliar nuestros conocimientos y al mismo tiempo parte de nuestro país. En esa ocasión decidimos visitar unas montañas próximas a Villa Altagracia: Los Mogotes.

En ese entonces era lugar de difícil acceso, contadas viviendas, separadas a veces por kilómetros una de otra, condiciones de vida muy limitadas de los que habitaban esas humildes casitas. Recordemos que, en esos tiempos no existían teléfonos celulares ni los GPS. Se llegaba a los sitios preguntando a algún transeúnte acerca de dónde nos encontrábamos y cómo llegar al lugar deseado.

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Nos desorientamos, perdimos las referencias. Comenzó a anochecer y casi al unísono, un torrencial aguacero, de esos que suelen caer en nuestro país y sobre todo en lomas y montañas. No paraba de llover y la noche se hacía más oscura. Mojados, cansados, deseando algo que comer y dónde dormir unas horas, nos encontramos con una modesta casita. Tocamos la puerta, tratamos de identificarnos y al poco rato un señor nos abrió la puerta y nos invitó a entrar.

“Más vale llegar a tiempo que ser invitado”, nos dijo, “porque ahora mismito la doña está preparando un té”. Claro, esa fue fabulosa noticia para nosotros, empapados hasta los tuétanos, cansados y hambrientos. Tomar un poco de té caliente, era una bendición.

Ocurrió que, mientras esperábamos por nuestro té, el señor con un niño en sus brazos decide prender una lámpara: le quita el tubo y le acerca un fósforo, coloca de nuevo el tubo, se ilumina el lugar. Pero el chiquillo en sus brazos se mueve con insistencia hacia la lámpara para tocarla. El señor tranquilamente, le toma una de sus manitas al bebé y se la pega al tubo de la lámpara, el niño grita con desesperación.

Nosotros nos miramos asombrados por esa acción. El campesino sin inmutarse, toma de sus manitas y trata de acercarlas de nuevo al tubo de la lámpara, y este con gritos que llegaban al cielo se negaba a este contacto. Entonces, con esa paciencia propia de hombre de campo, nos dice con toda naturalidad: “Ya este muchacho está preparado para no hacer cosas que puedan incendiar el rancho”. La acción nos pareció cruel.

Hoy recordamos con dolor, cuantos niños solos en su modesta casa, a veces hasta con candado puesto, porque sus padres trabajan, han golpeado una vela, un velón, una jumiadora o una lámpara, provocando el incendio que vuelve cenizas sus casas y carboniza sus cuerpos.

La vida es una escuela, basta y sobra que estemos en actitud de aprender/enseñar. La demostración del campesino pudo parecer dura y hasta cruel, pero él, a su manera enseñaba a su hijo lo que no debía hacer.

Todos hemos vivido situaciones en que nos apena proceder de una manera determinada contra hijos o familiares, porque debemos levantar al pequeño para que asista a la escuela. A veces, ellos soñando y con esa sonrisa dulce e ingenua que solo los niños saben expresar, pero los padres deben interrumpir esta paz ese gozo para que se preparen, porque la escuela espera por ellos. En ocasiones, algunos se duermen parados mientras se entona el Himno Nacional.

Duele tener que interrumpir sus plácidos sueños o el juego que están disfrutando porque deben hacer sus tareas. Para aprender debemos hacer sacrificios, dejar en suspenso o posponer algunas cosas para aprender otras. Esa es la dinámica de la existencia.

Siempre vale la pena hacer el esfuerzo. No hay aprendizaje sin sacrificios, disciplina, perseverancia, deseos de aprender, de superarse, de crecer. Amar lo que se hace.

Aspirar un mejor futuro. La motivación, es un elemento esencial en el aprendizaje por ello es tan trascendente la toma de conciencia acerca de los beneficios personales, familiares y sociales que el mismo conlleva.

Mañana es día de la Virgen de la Altagracia, de tanta significación para los dominicanos. ¡Feliz y bendecido día!

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