Para bien o para mal se detuvo la lucha revolucionaria para transformar o cambiar regímenes o gobiernos y eso ha permitido que los fariseos puedan gobernar y reelegirse con nuevos ofrecimientos y fantasías que idiotizan a las llamadas “masas populares” y enmascarado como democracia, yo bautizo como “amagar y no dar”, se respeta la libre expresión del pensamiento, el derecho a las protestas y no se reprime ni con el pétalo de una rosa a quienes hacen públicas sus inconformidades con el gobierno, pero se mantiene el nivel de pobreza lo menos visible con dádivas y entretenimientos colectivos que obstruyen la conciencia sobre las barbaridades que han cometido nuestros gobernantes de las últimas décadas.
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Si tratamos de explicar por qué en nuestro país no explota el desencanto colectivo, como en algunos países de Latinoamérica con votaciones masivas en recientes elecciones, es porque hemos sido excesivamente tolerantes permitiendo que, con el uso magistral de una demagogia publicitaria multimillonaria y vergonzosas dádivas, nos aprieten el cuello y nos den el consuelo de no ahorcarnos.