Un motivo familiar -el 90 cumpleaños de mi tía Alfonsa Beaumont- me trajo a Nueva York desde el pasado fin de semana. Celebraciones así son un hito, porque no es frecuente en estos tiempos que alguien cumpla nueve décadas de existencia. Fue una ocasión especialísima, pues se trata de tía Alfonsa, la única hermana de mi madre Juana María Beaumont, fallecida hace casi dos años. Los detalles de tan festivo acontecimiento son dignos de la crónica social, pero prefiero dejarlos en la intimidad familiar.
Aproveché, sin embargo, mi estadía aquí en la urbe neoyorkina para entrevistar a varios líderes comunitarios que ponen en alto el nombre de la dominicanidad en los Estados Unidos. Entre ellos, a los embajadores Francisco A. Cortorreal y Luis Lithgow, representantes permanente y alterno, respectivamente, de la misión dominicana ante la ONU. Ambos abordaron con bastante profundidad intelectual y buen desempeño diplomático los alcances del ingreso de la República Dominicana al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en calidad de miembro rotativo, su contribución a la imagen internacional del país y las repercusiones subsiguientes en la política exterior del presidente Danilo Medina, ejecutada con tino y precisión por el ministro de Relaciones Exteriores, Miguel Vargas.
Entrevisté al Cónsul en Nueva York, ex Senador Carlos Castillo. Expuso las relaciones del Consulado con la comunidad y sus contribuciones al presupuesto nacional, su conducta ejemplar entre las migraciones positivas hacia los Estados Unidos. Hablé con el concejal Idany Rodríguez, a cargo en la Alcaldía de un plan para mejorar el transporte público. Pero, el Representante Adriano Espaillat me dejó esperando.