No entiendo como hay personas que creen puede haber democracia cuando la mitad de la población no está representada. En política, esto equivale a ausencia perspectivas e intereses, dado que la subjetividad influye mucho. Todo lo anterior se traduce en falta de cumplimiento de derechos.
De ahí la importancia de apostar a la mayor representación posible de los diversos grupos poblacionales presentes en la ciudadanía. Eso sería lo justo e ideal.
Y una de esas perspectivas es la de género y juventud. Sobre la primera, vale decir que para nadie es un secreto que, históricamente, las mujeres han estado subrepresentadas políticamente. Por ejemplo, en el 2015, había 37 países donde las mujeres ocupaban menos del 10 por ciento de los escaños en los parlamentos nacionales o congresos.
Precisamente, esta exclusión se combate con cuotas, medidas de discriminación positiva implementada en el país desde la década de 1990 como forma legítima de compensar la sub-representación histórica de la mujer en las funciones políticas electivas.
La medida ha surtido su efecto. Si bien es cierto que todavía ninguna mujer ha llegado a ser presidenta de la República y que a nivel ministerial, en el Poder Ejecutivo, y en las Altas Cortes, en el Poder Judicial, la representación no alcanza los niveles paritarios, en el Congreso, donde sí se ha implementado la cuota, los índices de representación han mejorado.
De acuerdo a datos del Observatorio de Participación Políticas de las Mujeres, en la Cámara de Diputados, el porcentaje de mujeres electas fue 12.5% en las elecciones de 1994. Después de aplicarse la cuota femenina, en las elecciones de 1998 alcanzó un 16.1%; en las elecciones del 2010 un 20.8% y en el 2016 un 27.89 %.
En el caso de las regidoras, en las elecciones de 1994 se eligieron 93 regidoras (14.4%), en 1998, con la aplicación de la cuota femenina, 185 mujeres, (24.4%); en 2010, 383 regidoras, (33.3%) y en el 2016, 376 regidoras (32.30%).
La administración estatal requiere una racionalidad que ha de pasar por la evaluación del impacto de las medidas. El caso de la cuota de género es un ejemplo claro de una política pública acertada. Pero si se quiere complementar con una racionalización a la inversa, veamos, por ejemplo, la reciente elección de nuevos miembros del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), donde no hubo cuotas y no hubo mujeres electas, pese a que el artículo 24 numeral seis de la nueva ley de partidos políticos 33-18 manda a accionar a favor de la representación femenina en las instancias partidarias.
Entonces, no se trata de privilegios a un género sobre otro, todo lo contrario, es accionar para garantizar derechos que históricamente les han sido negados a uno: el femenino.