La excesiva cantidad de armas de fuego en manos de la población civil es una amenaza permanente a la paz social, pues con demasiada frecuencia ocurre que quienes las portan las utilizan para dirimir conflictos tan simples como una rozadura entre dos vehículos de motor.
Sé que esto se ha dicho ya muchas veces, sobre todo después de una tragedia que pudo haberse evitado si los involucrados no hubieran estado armados, y todo indica que habrá que seguirlo repitiendo ya que no se ve que se esté haciendo nada para impedir que la población civil continúe armándose sin ningún control ni supervisión.
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Es tan elevada la cantidad de armas de fuego en manos de personas que no necesariamente están preparadas mental y emocionalmente para cargar con esa responsabilidad, que en un allanamiento realizado en una discoteca del Distrito Nacional agentes policiales ocuparon 10 pistolas a igual cantidad de clientes del centro de diversión.
Al leer la información solo atiné a concluir que con razón son tan frecuentes las balaceras en discotecas, colmadones y teteos, con el correspondiente y lamentable saldo trágico. Y como es harto evidente que ninguna autoridad se mete con eso aunque solo sea para evitar muertes innecesarias cuando el alcohol y la testosterona, en una combinación diabólica, toman el control, el que no quiera perder la vida por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado que se compre un chaleco antibalas o que se abstenga de visitar esos lugares y participar en esas celebraciones.
Soy consciente de que en un país tan rumbero y amante de la chercha como este demasiadas personas harán caso omiso de esos consejos, sobre todo si son tan jóvenes que todavía viven la hormonal ilusión de creer que la vida y la gozadera no se acaban nunca, a las que solo puedo desearles que la Virgen de la Altagracia, más próxima y cercana (El Señor tiene que atender demasiados cartones), los libre de todo mal.