La palabra multiverso es utilizada para definir el conjunto de universos que se asume existen en el espacio-tiempo. Wikipedia nos dice que dicho término “fue acuñado por el psicólogo William James en 1895”. Refiere la fuente que el concepto se viene usando en cosmología, física, astronomía, filosofía, psicología transpersonal y ciencia ficción. Con el desarrollo de la ciencia y la tecnología hemos sido capaces de ensanchar nuestra visión del mundo, así como la comprensión del complejo energía, materia y espacio. La física cuántica ha obligado a repensar y a modificar nuestra metodología de razonamiento ya que la lógica cartesiana no aplica en la interpretación de la estructura y funcionamiento de las partículas subatómicas. Los microprocesadores utilizados en la computación cuántica requieren de este tipo de entendimiento por parte de los expertos en dicho campo tecnológico.
La inteligencia artificial con su variante en creciente de las redes neuronales se ha introducido en el mundo moderno siendo necesario educarnos a la velocidad de la luz, so pena de lucir como idiotas frente a los equipos electrónicos que van desde los teléfonos inteligentes y telescopios gigantes, a los tomógrafos por emisión de positrones que se aplican en la medicina para detectar la presencia de células cancerosas en los distintos órganos del cuerpo humano.
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Los diferentes viajes a la luna, intentos de establecer residencias en Marte y la búsqueda en la vía láctea de otros sistemas que contengan planetas similares al nuestro no serían factibles sin una visión cuántica de los mundos. Paradójicamente, mientras nos empeñamos en descubrir otros espacios, parecemos descuidarnos y hasta maltratamos amenazando con destruir la tierra en su totalidad. El afán no disimulado ni escondido de dominio dentro de la especie Homo sapiens; el desequilibrio ecológico generado a través de la rápida combustión de los recursos fósiles, aunados al preocupante ensanchamiento de la atmósfera de guerra transcontinental son causales que nada bueno pronostican.
Muy a pesar de la interconectividad noticiosa mundial contamos con cientos de millones de terrícolas cuya mayor atención se enfoca en el entretenimiento banal y el consumismo irracional. Ello hace que sucedan acontecimientos importantes para la humanidad que pasan desapercibidos o que solo llaman nuestra atención momentáneamente.
Las crisis cíclicas se repiten una y otra hasta que dejan de ser noticia. Un ejemplo reciente es el de la pandemia del covid-19 en donde los rebrotes con cepas virales mutadas producen varias oleadas de casos con poca alarma universal. El mundo pobre ve la reaparición de enfermedades que se pensaba extintas. Los valiosos programas preventivos con esquemas de vacunas infantiles y refuerzos periódicos están cuestionados y hasta abandonados militantemente por campañas de descrédito diseminadas a través de las hoy poderosas redes sociales. Se han establecido nuevos y dañinos tribunales sociales. En estos se acusa y se condena en la virtualidad a miles de personas avasalladas por el fardo de las “Pruebas” generadas mediante tecnologías engañosas que impiden distinguir lo real y concreto de lo fantasioso y subjetivo.
Ahora más que nunca el imperativo shakesperiano nos convoca: Estamos todos conminados a decidir si seguir existiendo en la posible, sana y necesaria convivencia terrenal, o si por el contrario escogemos el fantasioso viaje suicida sin retorno hacia el multiverso cósmico.