El marzo del 1908 Charles-Edouard Jenneret (Le Corbusier), luego de obtener el diploma en la Escuela de Arte de La Chaux-de Fonds, visita algunas ciudades de la Toscana, en Italia, sobre las huellas del gótico; luego visita Venecia y después Viena. A su regreso a París colabora en la oficina de los hermanos Perret y en su tiempo libre visita el Museo de Etnografía; en el Museo Guimet estudia las miniaturas persianas, arte khmer y japonés; en el Museo de Cluny se interesa de muebles y miniaturas medievales, y en el Louvre estudia vasos griegos, romanos y arte egipcia.
Analiza detalladamente la iglesia de Notre Dame, llenando cuadernos de notas y dibujos, estudia el “Dictionnaire raisonné de l’architecture francaise” de Viollet-le-Duc, que compró con el primer sueldo de la Oficina Perret, participa en cursos teoricos de construccion y de historia en la “Ecole des Beaux Arts”, estudia matemáticas, se interesa en la literatura contemporánea con Sébastien Voirol, cuñado de Auguste Perret, y pasa las noches estudiando en la biblioteca Saint-Geneviève.
Le Corbusier frecuenta el curso de musicología a la “Sorbonne” del teórico y escritor Romain Rolland, el interés por la música y la visión idealista de los grandes músicos analizados por Rolland, tendrá grande importancia en el futuro de Le Corbusier.
En 1907 lee “L’Art de demain” de Provensal, “Les Grands Initiés” de Schuré, el “Zarathoustra” de Nietzsche y la “Vie de Jesus” de Renan, obras en las cuales se manifiesta el concepto del hombre ecepcional, electo, encarnado en el artista y en el profeta, aquel que es capaz de elevar los hombres hacia la verdad del espíritu, al precio del propio sacrificio. Jeanneret, influenciado por las posiciones Rolland, se interesa en el culto del hombre superior, dedicado al servicio de la humanidad (Nietzsche).
Rolland tiene un interés particular por Beethoven, en 1903 escribió “Vie de Beethoven”, donde se presenta, un Beethoven profeta, “cristianico”, “zarathoustriano”, prototipo del electo que se sacrifica por la humanidad, sublimando en alegría el propio dolor.
Le Corbusier hará de sí mismo un monje, un profeta, un mesías, identificándose con los personajes que han modelado su formación: Zarathoustra, Jesús, Beethoven etc.
Le Corbusier y Beethoven
Muchas analogías ligan estos dos grandes hombres. La colocación histórica, en medio de cambios de épocas (clasicismo y romanticismo para Beethoven, racionalismo y tendencies orgánicas para Le Corbusier). Un análisis profundo de las obras de los dos maestros nos describe una constante similitud en el sistema compositivo, en la búsqueda de un efecto similar de la obra terminada. Pero sobre todo una misma posición “cristianico” terminando anunciando una alegría futura para la humanidad.
Todo el pensamiento de Le Corbusier es dirigido a la creación de un mundo de bienestar, habitaciones a escala humana: l “Unité d’Habitatión”, con grandes zonas verdes, para formar la “Ciudad Radiosa”, donde re-encontrar las alegrías esenciales, sol, espacios, verdes” y la emoción percibida del espacio armonioso. La vida del campo se organiza alrededor de la “Factoría Radiosa” y la vida productiva en la “Ciudad lineal industrial”, estas agregaciones, ligadas a las vías de comunicación, constituyen un sistema para la “ocupación armoniosa” del territorio, más allá de las barreras de fronteras y de razas, en una gran visión de la humanidad organizada y pacificada sobre la tierra.
La obra de Beethoven constituye un grandioso recorrido en dirección de la alegría, alegría en el triunfo sobre las fuerzas enemigas de la Tercera Sinfonía Heroica, en la serenidad y el optimismo de la Cuarta Sinfonía, en la superación de las adversidades de la Quinta; inmensa felicidad en el contacto con la naturaleza con la Pastoral, alegría infinita en la Séptima Sinfonía, en el amor conyugal de Fidelio, la inmensa meditación religiosa de la Missa Solemnis, y la alegría de una humanidad bajo la mirada paterna del Creador en la Novena Sinfonía.
Una similitud excepcional se manifiesta entre dos obras particularmente expresivas: el “Poème Electronique” y la Novena Sinfonía. El Poème es una composición de Le Corbusier del 1958 (siete años antes de su muerte y Beethoven escribe la Novena en 1823, (cuatro años antes de morir) Las dos obras tienen un carácter de resumen del pensamiento de los autores a través de sus visiones del camino de la humanidad, el Poème es un gran fresco de la historia del hombre, desde el pasado más remoto de los orígenes hacia un futuro que será de armonía y bienestar, la Novena recorre y sintetiza todo el camino de Beethoven, es una marcha de las etapas de una felicidad posible, concluyendo en un radiante futuro de paz y felicidad.
En el “Poème”, encontramos un momento de meditación religiosa (segunda parte de la secuencia “Des profondeurs à l’aube”) notamos una serie de imágenes tomadas de la iconografía cristiana; en la Novena notamos un gran episodio místico (cuarto movimiento), un momento que conduce a la presencia de Dios: ¡Estén unidos, oh hombres! ¡En un abrazo al mundo entero! Hermanos, sobre el pabellón estrellado debe vivir nuestro querido Padre. Despertad, oh hombres presentemos al Creador nuestro mundo. ¡Busquemos sobre el pabellón estrellado! Sobre las estrellas debe vivir el Creador.
En las dos obras, no contentos de “decirlo» con la música, uno con la música y el otro con las imágenes, los autores proponen fórmulas para la extrema profecía de alegría futura para la humanidad, en manera inequívocamente perceptible, con las palabras, y quieren que al pronunciarlas sea la misma voz de ellos.
Le Corbusier graba su propia voz que anuncia, “atención, atención, todo se realizará de repente, una civilización nueva, un mundo nuevo, escuchen, es urgente restablecer las condiciones de naturaleza humana en tu cuerpo y en tu espíritu, debemos buscar el sol, el espacio, el verde, construyamos las calles del mundo para transformar la tierra productiva y materna, universo matemático sin fronteras, fronteras humanas sin límites”.
Beethoven, para obtener el mismo resultado, no disponiendo de un sistema directo como la grabación, utiliza una formidable estrategia: escribe un texto para introducir la “Oda a la Alegría”, haciendo referencia a la poesía de Schiller, el resultado es una breve introducción que explica cuánto la música ha tratado de decirnos hasta ahora y anuncia un futuro de felicidad. El texto es compuesto para voz barítono, sabemos que Beethoven tenía la voz de barítono. Es como si oyéramos la voz de Beethoven, “amigos busquemos otros sonidos más grandes y felices”. Es como si cantara: “Freude!” (Felicidad), y el coro (que es el coro de la humanidad) responde “Freude!” Dos veces se escucha el reclamo y dos veces oímos la respuesta, cantada por el barítono. Escuchemos la primera estrofa: “Freude, schoner gotterfunken” (Alegría, bella señal divina.)