“Para actores ya están las películas”, argumenta Ricky Martin al hablar sobre la confesión hace cuatro años de su homosexualidad, decisión cada vez más común en el mundo de la música que, lejos de dar la espalda a estos artistas, llegó a usar el escándalo como gancho mediático y hoy asume con normalidad. “Decidí compartirlo con el mundo por una cuestión de autoestima, de dignidad y de decir que no hay nada malo con mis emociones. Todo se ha dado mucho más fácil desde que tomé esa decisión”, confesaba a Efe el artista, pocas semanas antes de los actos del Orgullo Gay que se celebran en España desde este fin de semana.
El puertorriqueño, convertido en adalid y precursor de la causa, dio otro paso más este mes al cantar por primera vez a un amor masculino en su concierto de Rabat. “Trato de que mis canciones no tengan género para que todo el mundo pueda identificarse, pero hay ocasiones en que uno tiene que ser específico”, decía unos días antes, en una charla en la que reivindicaba que “el público aprecia la honestidad y la vulnerabilidad».
Rufus Wainwright lo tiene claro- “Ser gay me hace mejor artista”, opinó el canadiense en declaraciones a Efe en 2013, cuando, con antecedentes como los de Cole Porter y Tchaikovsky, defendió su teoría de que “el arte era una de las pocas áreas donde se podían expresar emociones que estaban prohibidas y eran incluso peligrosas».
Esas palabras resuenan especialmente ahora ante el éxito internacional de un artista abiertamente gay, el británico Sam Smith, que a sus 22 años ha alcanzado el número 1 en ventas en su país con su debut discográfico y las mayores ventas de 2014 en su primera semana en el mercado, superando incluso a “Ghost stories” de Coldplay. Realizó el anuncio sin estridencias, lo que abunda en la normalización de este colectivo dentro del negocio, que últimamente ha acogido cada vez con más profusión a otros artistas que confesaron públicamente sus preferencias sexuales,
caso del italiano Tiziano Ferro y de los estadounidenses John Grant y Frank Ocean, este último negro y rapero para más inri. Incluso la ópera, con el reciente estreno en Madrid de la versión lírica de “Brokeback Mountain”, parece apoyar esta tendencia. A todos estos signos se une el clamoroso apoyo europeo a la “mujer barbuda” Conchita Wurst, alter ego del austríaco Tom Neuwirth, que alcanzó la victoria en el último festival de Eurovisión con los votos del público, poniendo en cuestión los estereotipos de lo masculino y lo femenino.
Wurst, junto con la española Ruth Lorenzo, participará esta semana en el macroconcierto en el estadio Vicente Calderón de Madrid con el que la revista de referencia homosexual Shangay celebrará 20 años de existencia, con un cartel plagado de iconos como Marta Sánchez, Alaska y Ana Torroja. Estas últimas constituyen testigos de excepción de lo acontecido en las últimas décadas. “Ha sido una evolución costosa y lenta, pero creo que en España ya está conseguido; por ejemplo, el respeto del mundo heterosexual al homosexual, aunque en otros puntos haya que seguir cantando alto ‘Mujer contra mujer’”, afirma la ex vocalista de Mecano, aludiendo a aquel himno de amor entre dos lesbianas.
En el ámbito femenino, en principio más opaco, varias son las artistas pop que han jugado al equívoco, como Katy Perry y su tema “I kissed a girl”, el tórrido videoclip de Shakira con Rihanna para “Can’t remember to foget you” o unas declaraciones de Jessie J declarando su bisexualidad. Para Alaska, no obstante, el mundo gay ha perdido ese gancho mediático o, como dice ella, su “valor macroeconómico».
De un tiempo en el que los jefes de producto de las discográficas exclamaban «¡Cómo va a estar mi artista en una revista para maricones!” se pasó a otro en que era de buena imagen aparecer en esas portadas. En el momento actual, sin embargo, todo esto pasa más desapercibido, aprecia, “porque está más normalizado».
Aunque para la integrante de Fangoria “el mundo de la música es menos complicado” en comparación con el deporte, la política o la judicatura, “quizás por el cliché”, reconoce que aún “no es lo mismo ser Alaska que un chico muy guapo al que le gustan las chicas y que tiene seguidoras».
También Ricky Martin, que en estos momentos promociona su canción para el Mundial de Fútbol 2014, reconoce que para algunas personas es más difícil que para otras. “Hay círculos dónde estás rodeado de gente más conservadora y con más tabúes en torno a la sexualidad, y eso no ayuda”, lamenta el artista.
decisión cada vez más común en el mundo de la música que, lejos de dar la espalda a estos artistas, llegó a usar el escándalo como gancho mediático y hoy asume con normalidad. “Decidí compartirlo con el mundo por una cuestión de autoestima, de dignidad y de decir que no hay nada malo con mis emociones. Todo se ha dado mucho más fácil desde que tomé esa decisión”, confesaba a Efe el artista, pocas semanas antes de los actos del Orgullo Gay que se celebran en España desde este fin de semana.
El puertorriqueño, convertido en adalid y precursor de la causa, dio otro paso más este mes al cantar por primera vez a un amor masculino en su concierto de Rabat. “Trato de que mis canciones no tengan género para que todo el mundo pueda identificarse, pero hay ocasiones en que uno tiene que ser específico”, decía unos días antes, en una charla en la que reivindicaba que “el público aprecia la honestidad y la vulnerabilidad».
Rufus Wainwright lo tiene claro- “Ser gay me hace mejor artista”, opinó el canadiense en declaraciones a Efe en 2013, cuando, con antecedentes como los de Cole Porter y Tchaikovsky, defendió su teoría de que “el arte era una de las pocas áreas donde se podían expresar emociones que estaban prohibidas y eran incluso peligrosas».
Esas palabras resuenan especialmente ahora ante el éxito internacional de un artista abiertamente gay, el británico Sam Smith, que a sus 22 años ha alcanzado el número 1 en ventas en su país con su debut discográfico y las mayores ventas de 2014 en su primera semana en el mercado, superando incluso a “Ghost stories” de Coldplay. Realizó el anuncio sin estridencias, lo que abunda en la normalización de este colectivo dentro del negocio, que últimamente ha acogido cada vez con más profusión a otros artistas que confesaron públicamente sus preferencias sexuales,
caso del italiano Tiziano Ferro y de los estadounidenses John Grant y Frank Ocean, este último negro y rapero para más inri. Incluso la ópera, con el reciente estreno en Madrid de la versión lírica de “Brokeback Mountain”, parece apoyar esta tendencia. A todos estos signos se une el clamoroso apoyo europeo a la “mujer barbuda” Conchita Wurst, alter ego del austríaco Tom Neuwirth, que alcanzó la victoria en el último festival de Eurovisión con los votos del público, poniendo en cuestión los estereotipos de lo masculino y lo femenino.
Wurst, junto con la española Ruth Lorenzo, participará esta semana en el macroconcierto en el estadio Vicente Calderón de Madrid con el que la revista de referencia homosexual Shangay celebrará 20 años de existencia, con un cartel plagado de iconos como Marta Sánchez, Alaska y Ana Torroja. Estas últimas constituyen testigos de excepción de lo acontecido en las últimas décadas. “Ha sido una evolución costosa y lenta, pero creo que en España ya está conseguido; por ejemplo, el respeto del mundo heterosexual al homosexual, aunque en otros puntos haya que seguir cantando alto ‘Mujer contra mujer’”, afirma la ex vocalista de Mecano, aludiendo a aquel himno de amor entre dos lesbianas.
En el ámbito femenino, en principio más opaco, varias son las artistas pop que han jugado al equívoco, como Katy Perry y su tema “I kissed a girl”, el tórrido videoclip de Shakira con Rihanna para “Can’t remember to foget you” o unas declaraciones de Jessie J declarando su bisexualidad. Para Alaska, no obstante, el mundo gay ha perdido ese gancho mediático o, como dice ella, su “valor macroeconómico».
De un tiempo en el que los jefes de producto de las discográficas exclamaban «¡Cómo va a estar mi artista en una revista para maricones!” se pasó a otro en que era de buena imagen aparecer en esas portadas. En el momento actual, sin embargo, todo esto pasa más desapercibido, aprecia, “porque está más normalizado».
Aunque para la integrante de Fangoria “el mundo de la música es menos complicado” en comparación con el deporte, la política o la judicatura, “quizás por el cliché”, reconoce que aún “no es lo mismo ser Alaska que un chico muy guapo al que le gustan las chicas y que tiene seguidoras».
También Ricky Martin, que en estos momentos promociona su canción para el Mundial de Fútbol 2014, reconoce que para algunas personas es más difícil que para otras. “Hay círculos dónde estás rodeado de gente más conservadora y con más tabúes en torno a la sexualidad, y eso no ayuda”, lamenta el artista.