Leónidas Martínez y Luis Manuel Medina, dos prominentes comunicadores petromacorisanos, han sido brutalmente asesinados dentro de la emisora desde la cual, cotidianamente, propagaban sus opiniones en su natal San Pedro de Macorís. Dayana García de Hernández, secretaria de la estación, resultó gravemente herida por los asesinos, quienes actuaron de manera velada, despiadada y con macabra precisión. Uno de los sospechosos, José Rodríguez, aparentemente se suicidó para escapar en duelo a tiros contra agentes policiales. Hasta ahí los hechos.
En esta nación hipersensible ante cualquier agresión a la libertad de expresión, las muertes han provocado revuelo y hondas preocupaciones entre hacedores de opinión pública, perfilándose como tema político trascendente del futuro inmediato, en caso de que se fracasare en identificar, apresar y someter a la justicia a los autores materiales e intelectuales, dándoles al país, además, la versión verídica, diáfana y creíble de unos crímenes que superan los estrechos límites del raterismo y el delito común.
Como suele ocurrir en Dominicana, la falta de profesionalidad policial y la impericia de fiscales han aventado las especulaciones. Era al comandante regional de la PN y al fiscal petromacorisano, a quienes correspondían darle formalmente a la prensa las informaciones preliminares, que no es responsabilidad del relacionista de la institución, un ejecutivo preocupado por “la buena imagen de la PN”, que obedece órdenes superiores y clasifica los datos que sirve a los periodistas.
Varias preguntas esperan respuestas: ¿Cuál fue el motivo? ¿Cuántos delincuentes actuaron? ¿A quién o a quienes persiguen las autoridades? Y aunque cualquier delincuente deprimido puede suicidarse para escapar, es difícil creer que Rodríguez se mató en medio de un tiroteo.Aclaren eso, para tranquilidad de las familias enlutadas y del país en general.